Revista Cine

Mis cuarenta

Publicado el 03 septiembre 2013 por Kike Morey @KikinMorey

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Una mañana de mayo me desperté con una visión. Mi deseo de compartirla cuanto antes interrumpió el plácido descanso de Izas: “¡Ya sé cómo voy a festejar mi cumpleaños!”. Ella, medio dormida, murmuró algo que me pareció un “¿cómo?”. “Va a ser una fiesta de los ochenta y todos tendrán que venir disfrazados como un icono de la década”. “Bien” respondió mi esposa dándose la vuelta para intentar recuperar su sueño mientras yo me quedaba pensando en los detalles de mi repentina idea.

Siempre me ha gustado celebrar mi cumpleaños con gente. En mi fiesta ideal deberían estar todos los amigos con quienes he compartido las distintas etapas de mi vida: barrio, colegio, universidad, trabajos, maestría y también aquellos a los que conocí por Internet. Cuando vivía en Lima, la casa de mi madre reventaba de invitados el primer fin de semana de setiembre. En España, lo más cercano fue hace un par de años cuando Izas me regaló una fiesta sorpresa con música en vivo a la que incluso llegaron amigos desde Madrid.

Los cuarenta era un buen pretexto para intentar una reunión como aquellas. Es un número redondo que además marca el inicio de la supuesta crisis de la mediana edad. Qué mejor que una fiesta de disfraces ochentera, lúdica y desvergonzada, para despedir la juventud y dar paso a la adultez. Para ello, un par de meses antes, hice un tanteo con mis amigos de Euskadi, Madrid y Barcelona. Casi todos se prendieron de la propuesta.

Alquilamos una casa en un recóndito lugar de La Rioja: Navalsaz. El pueblo era tan pequeño que ni siquiera tenía un bar. En la Plaza Mayor sólo se encontraba el ayuntamiento y una pared de frontón. Creo que de las cinco casas del pueblo, tres eran casas rurales. Estaba alejado de todo, no había cobertura telefónica y para llegar a él había que pasar por un sinuoso y empinado camino de tierra. Sabiendo ello, hicimos todas las compras necesarias para entrar a la casa y no salir de ella hasta el día siguiente.

Para el sábado treinta y uno de agosto todo estaba listo. Iniciamos la celebración visitando una bodega de vinos y luego nos fuimos hacia la casa que nos alojaría las próximas veinticuatro horas. Antes de que se terminara la tarde llegó el momento de la transformación. Nos fuimos a nuestras habitaciones y preparamos el personaje con el que seríamos reconocidos en toda la noche.

Yo elegí a Robert Smith, el líder de The Cure. Peluca alborotada, base blanca de maquillaje, ojos delineados y unos intensos labios rojos. Nadie sabía de quién se había disfrazado cada uno. Por eso, cuando aparecíamos en el salón, la sorpresa era en ambos sentidos. Hubieron rastafaris, metaleros, mods, gitanillos de rumba catalana, personajes del cine como Indiana Jones y hasta una banana que me dijo que se llamaba Mochilo. Aún sin salir de mi estupor, la animadora Raffaella Carrá me presentaba al resto de la banda: la sensual Martha Sanchez, la gótica Siouxsie Sioux y dos parejas que coincidieron en los mismos artistas: Freddie Mercury y Alaska.

Lo que siguió no dista de lo que suele ocurrir en un ambiente tan festivo. Lo diferente fue cuando llegó la medianoche, mientras todos mis amigos me cantaban el “cumpleaños feliz” de los Parchís. En ese momento agradecí la visión que tuve en esa mañana de mayo, la que me permitió recibir los cuarenta en compañía de esta gente tan extraordinaria que son capaces de cumplir mis más excéntricos caprichos sólo por el simple hecho de verme feliz.

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Durante el fin de semana pedí a mis amigos del Facebook que me regalen una canción. El resultado es esta lista de Spotify en la que he colocado las canciones que me dedicaron por mi 40 cumpleaños.


Archivado en: Confesiones Tagged: 80s, cumpleaños, La Rioja, Navalsaz, Parchís, Robert Smith, The Cure
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