[5/10] El francés Jean Becker alcanzó la gloria con “La fortuna de vivir”, para después continuar con el filón de lo entrañable en “Conversaciones con mi jardinero” pero descender uno o más peldaños de calidad. En ese mismo escalón de las buenas intenciones y mediocres consecuciones hay que colocar “Mis tardes con Margueritte”, una comedia popular amable y dulzona con aristas dramáticas suavizadas por los buenos sentimientos. Es la historia de amistad de dos personas opuestas en todo menos en la sensibilidad y soledad familiar: Germain es un grandullón casi analfabeto y de modales hoscos, aunque con buen corazón; Margueritte es una adorable y culta anciana que va perdiendo la vista. Entre ellos surge una curiosa sintonía a partir de las lecturas en el parque… y de las dificultades afectivas de cada uno.
La indiferencia de una madre que consideró como “accidente” el nacimiento de su Germain, la dura infancia de un crío convertido en blanco de burlas de sus compañeros de escuela, la sensación de vivir en un mundo ingrato al que parece enfrentado… tienen su contrapunto en la relación íntima con la joven Annette y en la amistad que ahora surge con la anciana Margueritte. Ambas mujeres descubren su alma de niño y de poeta herido en sus afectos, y ambas se ofrecen a restañarla con su cariño… sabedoras de su bondad, nobleza y fiel correspondencia. Pero todos los personajes están caracterizados a grandes rasgos en función de una idea moralizante, y resultan inverosímiles desde una perspectiva realista: no es creíble la actitud de Annette, y resulta demasiado artificiosa la puesta en escena de los encuentros con la anciana y su creciente aproximación.
Pero todo está a merced de esa “historia de amor sin un “te quiero”… y, sin embargo, queremos”. Una pretendida ternura, simple en la trama narrativa y torpe en el montaje, con unos flash back de la infancia metidos con calzador y unas historias novelescas puestas en imágenes igualmente forzadas: las mismas ratas en blanco y negro que tratan de rendir tributo a Camus y que rompen el tono amable de la cinta… fracasan en su intento de recoger el imaginario apestado y amargado que Germain tiene sobre el mundo. Gérard Depardieu acapara la cámara y no para de hablar –y de sobreactuar– aunque su lenguaje sea pobre, aunque sus reacciones resulten estereotipadas al dar vida a un bonachón maltratado por la vida. Gisèle Casadesus aporta más autenticidad a la historia, mientras que las tramas secundarias de la dueña del bar o de la propia Annette son totalmente prescindibles… y sólo dejan la nota pintoresca y costumbrista a las crónicas de un pueblo.
A la propuesta de Becker le falta frescura y fuerza, le sobra sentimentalismo artificial y buenas intenciones… con un rocambolesco desenlace dispuesto para recuperar la infancia perdida y dejar bien a todo el mundo. La película no pasará a la historia ni se quedará en el recuerdo del espectador, porque sus personajes son sólo aparentes y su historia humana es excesivamente complaciente y previsible, sin llegar a arrancar emociones ni sonrisas, sin aprovechar las posibilidades de viajar con la imaginación y los libros, sin lograr crear vínculos entre estos dos seres solitarios para quienes las palomas eran su única familia.
Calificación: 5/10
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En las imágenes: Fotogramas de “Mis tardes con Margueritte” – Copyright © 2010 ICE3, KJB, StudioCanal, France 3 Cinéma y DD Productions. Distribuida en España por Golem. Todos los derechos reservados.
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