Publicada originalmente en Cinearchivo: http://www.cinearchivo.com/site/fichaDvd.asp?idRubText=7181
Terence Fisher ya existía como director antes de reinventar el horror gótico en 1957 con La maldición de Frankenstein. Era un director todavía sin especializar, de estilo dubitativo y no rotundo, lejos todavía entonces de la sofisticada elaboración interna en la puesta en escena de su hitos de los últimos 50 y 60 pero por ello mismo un cineasta diferente, a redescubrir.
Además Extraño suceso marca, en cierto modo, el encuentro de Fisher con aquello que mejores frutos daría en su filmografía a través de los años 50: lo negro.
Lo negro entendido de manera elástica, cabiendo el relato de misterio, el policial, la intriga psicológica o el noir casi canónico. Una exploración del thriller, de lo criminal, muy en consonancia con la riqueza del género en la cinematografía británica de posguerra. Una que es tan mal conocida en general como lo es esta parte de la carrera de Fisher en particular y de la cual el cineasta aparece como uno de sus más interesantes cultivadores. Es un Fisher que anuncia sus intereses futuros entorno a la maldad humana, a la manipulación, la perversidad y la oscuridad misma, desligada entonces de lo fantástico.
Por si fuera poco descubrir al Fisher noir, permite, al mismo, tiempo, introducirse en lo que podríamos llama “La Hammer antes de la Hammer” ya que es dentro de este estudio donde el cineasta desarrollará casi al completo su carrera en el thriller cuando la casa del horror aun no era tal: The Last Page (1952), Wings of Danger (1952), Stolen Face (1952) y Mantrap (1953), ambas con protagonismo con protagonismo para Paul Henreid, Blood Orange(1953), Murder by Proxy (1954), Face the Music (1954) y The Stranger Came Home (1954) con el gran George Sanders cubren una buena porción de la Hammer en negro, siendo en diferentes ocasiones coproducciones junto a la Lippert. Y todas ellas no agotan la participación de Fisher en el género, que contará aun con títulos como Home to Danger (1951), The Flaw (1955) o Kill me Tomorrow (1957).
Es decir, tirando del hilo que comienza con Extraño suceso, uno se encuentra a un cineasta medio sumergido, con una aportación esencial al desarrollo del cine y la cultura popular británica casi invisible, en algunos casos literalmente invisible, que de conocerse debería suponer un replanteamiento del propio Fisher e incluso de la Hammer como productora obsesivamente constreñida a lo fantaterrorífico. Algo similar a lo que ocurre con la Ealing y su alicorta adscripción a la comedia y, si uno lo piensa bien, muy representativo del conocimiento parcial, vago y adicto a lugar común que se tiene del cine británico, en especial del anterior a la década de los 60. Por eso este film, como tantos otros que uno se puede encontrar desperdigados, es por si mismo apreciable, pero invaluable como puerta de acceso para el cinéfilo inquieto a un cine británico todavía secreto, necesitado de una re-historiación que vuelva a contarlo y lo haga mejor.
Extraño suceso le llega a Fisher de la mano del también productor Anthony Darnborough, junto a quien ya había co-dirigido el melodrama escrito (e interpretado) por Noël Coward, The Astonished Heart (1950), y le llega como un paso más en su labores de director de estudio. Algo que Fisher nunca dejó de ser, dando lo mejor de sí mismo cuando trabajó dentro de una estructura industrial, luego la Hammer, ahora la Gainsborough, una de las casa más activas, y distintivas, de, otra vez, la posguerra británica.
Para ellos Fisher había facturado el drama Portrait for life (1948), la comedia romántica Marry Me (1949) y la mencionada adaptación de Coward, ninguna especialmente representativa de lo mejor, o al menos de lo diferencial, que la Gainsborough ofrecía entonces: sus melodramas gótico-misteriosos-folletinescos del tipo Perfidia (The Man in Grey, 1943) La mujer bandido (The Wicked Lady, 1945), ambas realizadas por el reivindicable Leslie Arliss, Fanny by Gaslight (Anthony Asquith, 1945) o Madonna of the Seven Moons (Arthur Crabtree, 1945). Todas ellas adaptaciones de novelas de éxito, que ofrecían una versión perversa y ambigua del costume drama tan querido por la cinematografía británica. Películas negras, ya que el adjetivo negro definió primero a lo gótico que a lo policial, de retorcida sexualidad que triunfaban tanto por estas características tan llamativas como por haber logrado instaurar su propio star system, acogiendo presencias tan memorables como la sadomasoquista pareja James Mason y Margaret Lockwood, Stewart Granger, Phyllis Carvert o Patricia Roc, y ocasionalmente valores más jóvenes como los aquí presentes Jean Simmons y Dirk Bogarde.
El peso estético-conceptual de la Gainsborough se hace notar en películas de otros estudios como Uncle Silas (Charles Frank, 1945), contando con Jean Simmons también como heroína, o la extraña The Queen of Spades; dirigida en 1949 según una historia de Alexander Pushkin por Thorold Dickinson, uno de esos cineastas ingleses del periodo cuya importancia está todavía por valorar.
De hecho es Dickinson -incluso su puesta en escena, aunque aquí ya se pueda ver el estilo de Fisher en la agilidad de la cámara, la manera de recomponer el encuadre mediante el movimiento de los actores o la forma de relacionar a estos dentro dentro y con el espacio escénico- la mayor influencia para este costume drama, a través de su Luz de gas (Gaslight, 1940), tan exitosa que instauró en el imaginario popular el tropo del “vuelva loca a su esposa”, sobre el cual el cine británico no dudó en regresar, manteniendo incluso fidelidad al original en lugar de a Luz que agoniza, remake, más lujoso, realizado por George Cukor en 1944. Extraño suceso, o en su evocador título original So Long at the Fair, no es otra cosa que una variación sobre la melodía de Luz de gas, trasladando a su vez una novela de Anthony Thorne, a su vez inspirada por una historia callejera sobre la desaparición de la madre de una muchacha durante la Exposición Universal de París en 1889.
Aquí son dos hermanos, siendo el varón el que desaparece de un hotel y desarrollándose desde entonces un intrincado complot para hacer dudar a la muchacha de su propia cordura y que así crea que tal hermano nunca ha viajado con ella y que ni siquiera la habitación donde dice haberse hospedado existe. Un argumento, por cierto, recuperado y aggiornado por Roman Polanski en su estupenda Frenético (Frantic, 1988), en más de un sentido una perífrasis de la presente cinta. Ayudados por la ambientación fin de siglo, Fisher y Darnborough componen una agradecida intriga de contornos paranoicos, muy bien expresados gracias a la fragilidad de Jean Simmons y su especial sensibilidad para reflejar los bordes de la locura.
A la actriz la secunda un Bogarde en clave de galán, rompiendo así con la imagen de delincuente juvenil instaurada en Boys in Brown (Montgomery Tully, 1949) y, especialmente, en la célebre El farol azul (The Blue Lamp), una producción Ealing dirigida por Basil Dearden rupturista en relación al policial anterior al 50 y la cual ayudaría al intérprete a convertirse en uno de los fundamentales del brit-noir hasta los 60, tanto ejerciendo de bello tenebroso como en roles más positivos a lo largo de película como Hunted (Charles Crichton, 1952) The Gentle Gunman (Basil Dearden, 1952), Momento desesperado (Desperate Moment, Compton Benett, 1953), La silla vacía (Cast a Dark Shadow, Lewis Gilbert, 1955) o su primer encuentro con Joseph Losey en El tigre dormido (Sleeping Tiger, 1954).
El conjunto, alejado tanto de la insidiosa maldad de la película de Dickinson como de las turbulencias eróticas y las atmósferas de folletín del periodo de esplendor de la compañía, es una obra de encanto ligero, que venía a ser una versión de sus antiguos logros desprovista de las esquinas más punzantes y los contornos más tenebrosos de aquellas, en beneficio de un misterio de acabado tan romántico como el antifaz de encaje negro que oculta el rostro de Jean Simmons durante el clímax y que encuentra su mejores elementos en su atmósfera cercana al fantastique.