Revista Arte

Mitos babilónicos

Por Enrique @asurza

Babilonia, cuna de Europa, estamos en Asia, y precisamente en el Asia Anterior, la más próxima a Europa, allá donde dos enormes ríos, el Eufrates y el Tigris, cuyas fuentes no son muy distantes, pero cuyos cursos van alejándose poco a poco para luego aproximarse hasta desembocar al fin en el Golfo Pérsico. Dichos ríos encierran una vasta región que fue llamada por los antiguos griegos Mesopotamia, es decir, “país entre ríos”.
Babel fue la más célebre ciudad de este territorio en los tiempos antiguos, y la región de Babel, o Babilonia, fue durante mucho tiempo la parte más rica y civilizada de todo el país.
Pero la tierra de Babilonia es, además, importante por otra razón: puede ser considerada como la cuna de nuestra civilización europea. Allá fue inventada probablemente la escritura, allá se entonaron los primeros cantos, surgieron los primeros mitos. Los pueblos que desde el corazón del Asia emigraron lentamente hacia Occidente, hacia Europa, pasaron por el país entre los dos ríos, que entonces estaba regado por millares de canales derivados del Tigris y del Eufrates, y era prodigiosamente fértil, y recogieron en mayor o menor escala la civilización babilónica a su paso por el país.
Es, pues, justo empezar nuestra relación con los mitos de Babilonia, que por lo demás, son bellos y sugestivos.
Los primeros habitantes de esa tierra, los sumerios, eran poetas por naturaleza, y nos han dejado uno de los más antiguos poemas llegados hasta nosotros, en el cual, se narra el mito de los orígenes del mundo. Casi todos los pueblos han tratado de imaginarse el nacimiento de la tierra y del cielo, de los animales y de las plantas, y finalmente, del mismo hombre: los sumerios figuran entre los primeros que crearon este mito.


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