Toda mi vida me he guiado por una ley, una ley elemental: honra a los dioses, ama a tu mujer y defiende a tu patria.
(Héctor de Troya, David Benioff)
Este artículo es un recopilatorio de reseñas que fui publicando en Facebook, de extensión muy variada, sobre todo sobre dioses, pero también héroes, monstruos, seres fantásticos y hechos mitológicos, en los cuales creían los habitantes de la antigua Iberia y sus islas (comencé anunciándolas como “hojas parroquiales” en broma, hasta que me percaté de podían contener cierta “calidad”). Se centra en los dos primeros milenios a.C., es decir edades del bronce y el hierro hasta las guerras púnicas y posterior conquista romana; aunque es imposible no hundirse en las raíces neolíticas de algunas de estas creencias, del mismo modo que la mayoría de ellas pervivieron durante la Hispania romana y hasta la supremacía del cristianismo.
No están todos los que son, especialmente los importados por Roma o Cartago, posteriores a mi época objetivo, pero creo que sí son todos los que están. Los hay de muy diversa naturaleza y predominantes en las distintas áreas de Iberia (“ibérica” o “céltica”), así como de distinto origen (autóctono neolítico, indoeuropeo céltico, indoeuropeo micénico, semítico, etc.).
El orden de exposición no es temático, geográfico o de alguna manera cronológico, sino que he preferido hacerlo exactamente en el orden en que fueron apareciendo mis reseñas, lo que pienso que otorga más variedad y amenidad a la lectura al artículo. Esto no es un diccionario de mitología ibérica.
Comprobareis, que la naturaleza y origen de estos dioses, héroes y seres fantásticos, son plurales y diversos a más no poder, como lo somos los actuales naturales de Iberia y sus islas, donde es frecuente encontrar personas que pasaríamos desapercibidas en El Magreb, el Levante Mediterráneo, Centroeuropa, las Islas Británicas, o por supuesto, más comúnmente, en las vecinas antigua Galia, Península Itálica e islas del Tirreno. Por ello somos tan guapos, chulos y encima, buena gente, como nuestros antiguos dioses.
Sin más preámbulo inicio este viaje con los dioses de la antigua Iberia, espero que os resulte interesante.
Epona
La diosa caballo, o el “Caballo Divino”. Venerada en todo el mundo céltico. Contaba con devotos en la caballería del ejército romano. Vinculada al agua, la fertilidad y la muerte, es una diosa madre.
Dios(a) de los Caballos: Adorado(a) en Andalucía. Reinaba en el mundo de los difuntos y estaba asociado(a) a los caballos. Ente los íberos aparecían los caballos en muchos monumentos funerarios. El caballo tenía un papel primordial en los procesos célticos de heroización. Aparece en las tumbas principescas.
Lug
Lug en Iberia:
O Lugubo, Luc, Lucus, Lugoves… También conocido como “el tenebroso”. Dios celta adorado en Aragón, Asturias, León, la Celtiberia, por toda la Hispania indoeuropea. Su nombre aparece en altares. Se le relaciona con sacrificios humanos triples fundacionales de ciudades.
Es tal vez el dios preeminente del panteón celta. Uno de sus santuarios más importantes estaba en Peñalba de Villastar (Teruel). Era un dios solar y luminoso, ligado al mundo heroico y guerrero. Amplio de poderes, hábil en todas las artes. Era dios también de los artesanos, con altares como el de los zapateros en Uxama (Soria).
Lugus en la Europa celta:
Lugus en galo, Lugo en irlandés, Lleu en galés y Lug en Iberia. También conocido como “el brillante” y “el rubio”. Era el sol, dador de la vida y protector de la fertilidad y de la curación. Su símbolo era la rueda.
Es el mayor de los dioses célticos. Era poseedor de la destreza en muchas artes: hechicero, médico, copero, escritor, arpista, guerrero y poeta.
Se han encontrado topónimos con su nombre en la Galia, los Países Bajos, Polonia, Inglaterra y España.
Candamius
Dios celta celeste, que moraba en las montañas. La raíz “kand” quiere decir brillar, arder o resplandecer.
Adorado sobre todo en el área cántabra. Era el dios del trueno, del que se servía, así como del rayo, la lluvia y también era protector de la fertilidad de los campos.
Tal vez sea el mismo que Taranis, “el tronador”, cuyo culto estaba muy extendido entre los celtas continentales.
Diosa Madre
Adorada en Tartessos y en el área ibérica mediterránea. Con raíces en el neolítico, figuraba entre las divinidades principales, gran diosa de la vida y de la muerte y de la fecundidad, señora de los animales y las plantas, polifacética y omnipresente.
Venerada también según múltiples hipóstasis egipcias, fenicias o griegas. Era para los fenicios Astarté y Tanit, Deméter o Ártemis para los griegos, divinidad de los espacios salvajes, que daba consejo a los elegidos a través de una cierva blanca. Podía traducir, en estos casos, la concepción de una diosa local más antigua.
Aparece en ambientes funerarios, uno de sus dominios más propios, ejerciendo de diosa de la inmortalidad, poder sobrenatural sobre la vida y la muerte y garante de la esperanza de sus seguidores de pasar con su protección del reino de la una a la otra; del triunfo de la vida allí donde los humanos la pierden. Aparece en las más ocasiones en esta faceta, entronizada en cajas para recoger los restos de una cremación, o en figuras de mayor porte, coronando tumbas tumulares, en actitud de recibir maternalmente en el más allá a los fallecidos.
También aparece asociada a animales y plantas que simbolizan su carácter de diosa nutricia, señora de los animales –Potnia Therón en griego-; a veces asociada a animales acuáticos, como divinidad universal y señora de cualquier medio, sujetando dos airosos patos. Como expresión de su gobierno en la tierra y en el cielo, aparece alada y asociada a un disco radiado de significado solar o astral. Unida a la tierra y a la vegetación, pero también al cielo y al mundo astral, el que rige los días y las noches, las estaciones, la alternancia del calor, la luz y la vida, y del frío, la oscuridad y la muerte. Disponía de animales servidores.
Resulta familiar entre los íberos, una o múltiple, sedente en un trono con respaldo alado, con un pichón en la mano izquierda. En el mundo tartésico desnuda y en posición frontal, con tres pares de alas desplegadas, sentada con las piernas abiertas –referencia a la maternidad- en una sillita de tijera y entre elementos vegetales, que sujeta con las manos, poblados de pájaros.
GA, GE, GI, MA, DA y TA son diferentes formas con las que estas gentes denominaban a la Madre Tierra, expresión más adecuada en las lenguas tartésica e ibérica.
Tríada Dios – Madre Tierra – Señor
Creencia religiosa que se repite (inscripciones siglo VIII a.C. a I d.C.) entre los tartesios, los íberos y entre los llamados celtíberos; especialmente el concepto de Dios, de la Madre Tierra y del Señor: su trinidad. Una tríada muy propia de las numerosas religiones del Mediterráneo y del Oriente Próximo.
Probablemente aquellas gentes que habitaron la Tartéside importaron el monoteísmo a Iberia desde el Oriente Próximo a bordo de sus navíos mercantes como consecuencia de sus contactos comerciales con los israelitas, quienes antiguamente habían vivido en Egipto adorando a El, padre de Bel, culto propagado por los hicsos ( Ezequiel 20.8); y lo sincretizaron con cultos ancestrales a la Diosa Madre creando una peculiar tríada formada por Dios, llamado Aquel, el Señor y la Madre Tierra que se mantendrá entre íberos y celtíberos.
A Dios le llaman de una forma indefinida y el Señor, es su hijo, Baal, un apelativo de connotaciones eminentes (“el señor, el esposo”).
Endovellicus
Endovélico o Endovéllico. Es el más importante de los dioses celtas de Iberia.
Se trata de una advocación infernal o funeraria, dios de las moradas de ultratumba, que emite oráculos, principalmente médicos. Asociado al jabalí, animal muy relacionado con los ambientes telúricos, donde se halla el reino de la muerte y también a las prácticas oraculares. Dios de la medicina equiparable a Asclepio, en sus santuarios inspiraba a los enfermos las vías de curación mediante la práctica de la incubatio, esto es, la recepción de mensajes divinos durante el sueño.
Entre los lusitanos tenía una importancia especial; era particularmente venerado en el sur de Portugal. Uno de sus santuarios estaba en Terena (Alandroal, Alentejo); en las paredes del templo se hallaban numerosas inscripciones dedicadas a él. También tuvo gran importancia su culto en la actual provincia de Huelva, en las comarcas serranas que conservan el nombre del dios en la denominación del Andévalo.
En cualquier caso, era adorado por todas las etnias celtas y celtíberas de la península y por pueblos que fueron considerados primero célticos y después íberos como los oretanos (alto Guadalquivir).
Ataecina
(Ategena).
Diosa particularmente venerada en la Lusitania con dimensión principalmente infernal. Identificada a la griega Perséfone, gran diosa del mundo del Hades, de los infiernos y de la tierra, la de los famosos misterios eleusinos (ritos de iniciación anuales al culto a las diosas agrícolas Deméter y Perséfone que se celebraban en Eleusis, cerca de Atenas, en la antigua Grecia). De todos los ritos celebrados en la antigüedad éstos eran considerados los de mayor importancia. Estos mitos y misterios se extendieron posteriormente al Imperio Romano. Los ritos, así como las adoraciones y creencias del culto eran guardados en secreto, y los ritos de iniciación unían al adorador con el dios, incluyendo promesas de poder divino y recompensas en la otra vida.
Se asocia a la cabra, como atributo o animal de sacrificio, con cuya figura se hacían exvotos de bronce dedicados a la deidad. Su santuario principal estuvo en la ciudad de Turobriga (Aroche, Huelva). Su culto se extendió por la Beturia céltica y regiones próximas (a la tierras entre el río Anas y el río Betis se las llamaba Beturia, la céltica correspondía a la Sierra Morena más occidental, las cuencas pacenses hasta el río Anas y las penillanuras del Andévalo onubense y del Alentejo portugués hasta el Algarve), en Mérida se tienen numerosos testimonios de la gran devoción que se le profesaba. Tuvo también uno de sus templos importantes en Alcuéscar (entre Cáceres y Mérida), con numerosas inscripciones dedicadas a ella.
Se cree que el nombre de Ataecina puede provenir del celtíbero ate gena, la “renacida”.
Hércules
Primer rey proclamado de toda Iberia (en su cueva / palacio encantado de Toledo, como bien conocieron pero no supieron aprovechar a la postre los visigodos…), donde parece que tuvo muchos seguidores en época ya romana (ahí está la Torre de Hércules nada menos que en La Coruña, lugar bastante alejado del área mediterránea…).
Heracles (en griego) es un héroe mitológico, un semidiós hijo de Zeus, que poseía fuerza extraordinaria y realizó hazañas prodigiosas. Era uno de los personajes míticos más venerados de Grecia y quizá el más popular. Pocas cosas eran más conocidas que sus “trabajos”, hazañas en que puso a prueba su habilidad y fuerza sobrenaturales, con las que logró la inmortalidad. Dos o tres de ellos tuvieron lugar en el ámbito de Tartessos, extremo occidental del mundo conocido para los griegos.
Todo partió de los celos de Hera, esposa de Zeus. Hércules fue fruto de los amores de Zeus con la mortal Alcmena, mujer de Anfitrión, rey de Tirinto. Hera quiso vengarse en él de la infidelidad de su esposo. Se encargó de que naciera después de su hermano Euristeo, rey de Micenas y Tirinto, al que debería obediencia. Este impuso a Hércules la tarea de sus desorbitadas hazañas, con la complicidad de Hera, que ideó los más temibles peligros.
Los primeros trabajos tuvieron lugar en la propia Grecia; después hubo de alejarse cada vez más de su patria. Por fin, a la región del estrecho entre Iberia y África, el fin del mundo para los griegos, donde Hércules colocaría como recuerdo imperecedero las célebres columnas, identificadas con los promontorios de Calpe, el Peñón de Gibraltar y Abila, el Djebel Musa, en el lado africano. Aquí debía capturar los toros de Gerión, rey de Tartessos, y obtener las manzanas del Jardín de las Hespérides; después sólo le quedaría bajar al mismo infierno.
Gerión
El décimo trabajo, el robo del ganado de Gerión, fue una de sus más famosas hazañas. Este rey guerrero mítico de Tartessos estaba dotado de enorme corpulencia, tenía tres torsos con múltiples brazos y tres cabezas, y disponía de alas; era el más violento de los mortales. Había nacido de la unión de Calírroe, hija del Océano, con el valeroso Crisaor. Este a su vez, era un gigante nacido del cuello de la gorgona Medusa cuando se lo cercenó Perseo. Medusa, con sus hermanas, Esteno y Euríale, vivía en el extremo occidente, junto a Las Hespérides y el reino de los muertos. Los cabellos de Medusa eran serpientes; su boca enorme, con colmillos de carnívoro, la mostraba abierta en una mueca de horror; poseía además ojos grandes y desorbitados con la cualidad de petrificar a cuantos miraba.
Gerión había nacido en un escondrijo en la roca junto a la isla Eritea –isla principal en que se asentó la colonia fenicia de Gadir-, junto a las fuentes inmensas del río Tartessos, de raíces argénteas. Una “Fortaleza de Gerión” –el Arx Gerontis- se situó en el islote de Salmedina (Chipiona), de ubicación oscilante. Era Gerión un monarca particularmente rico, propietario de una copiosa ganadería, abundante en toros “de amplia frente” y caballos. Se los guardaba el pastor Euritión, servido por un feroz perro de dos cabezas, Orto, hermano de Cerbero. Hércules debía robar tal ganado y para llegar a las tierras en que se criaba pidió al Sol la copa mágica en la que todas las noches volvía de occidente a oriente. En los campos de Gerión mató con la clava a Orto y a Euritión y entabló terrible combate con Gerión, al que dio muerte con sus flechas, uno por uno, a los tres cuerpos en que se multiplicaba. Se hizo con los toros, los embarcó en la copa del sol y los llevó a Argos, donde Euristeo sacrificó a Hera toda la manada.
Las Hespérides
Sin tener mucho reposo Hércules tuvo que reemprender el camino a occidente para conseguir las manzanas de oro del Jardín de Las Hespérides. Eran estas unas ninfas de poniente, hijas de La Noche (véase La Luna más adelante, tal vez se trate de ella), que las dio a luz sin yacer con nadie; cuidaban las hermosas manzanas de oro y los árboles que las producían. Otras fuentes las presentan como nacidas de Atlas y de su sobrina Hesperis. Su jardín se hallaba cerca de donde el gigante Atlas sostenía la bóveda del universo, en las inmediaciones de las Columnas de Hércules. Sus manzanas eran símbolo de eternidad, un regalo de La (Madre) Tierra a Zeus y Hera cuando se casaron. Estaban vigiladas por un dragón de cien cabezas, siempre insomne, de nombre Ladón, que en algunas versiones aparece como serpiente.
Tras matar a Ladón –con la complicidad de Las Hespérides, que lo durmieron-, Hércules se hizo con las manzanas. Según otra versión, Hércules no podía cogerlas por sí mismo y contó con la colaboración de Atlas, que adormeció y dio muerte al dragón y cogió tres manzanas, mientras Hércules lo sustituía cargando con la bóveda celeste. Este pidió a Atlas que le permitiera ponerse una almohada y Hércules aprovechó para marcharse con las manzanas y dejar a Atlas en el lugar que le correspondía (según la mitología griega…).
Hipótesis
Mi hipótesis es que el relato de Hércules, Gerión y Las Hespérides, podría dar cuenta de las relaciones de la Grecia de la época micénica (2.000-1.000 a.C., Micenas, en el noreste del Peloponeso, es el centro motor y distribuidor del bronce en el Mediterráneo) con Iberia (¿intercambio comercial, exploración, colonización, conflicto, mezcla…?). El área de Tartessos y de La Atlántida descrita por Platón se alude explícitamente, con sus personajes y ubicaciones y más bien como un confín remoto, que como algo completamente ajeno a La Hélade.
Respecto de los tres cuerpos de Gerión, pienso podrían ser una alegoría de tres hipotéticos pueblos que a su vez compondrían a los tartesios que encontraron los micénicos.
Astarté
Una segunda reseña sobre mitología ibérica, que tras haber comenzado por el noroeste y centro de la península, nos sitúa en la costa mediterránea y en el área del estrecho. Pienso que esta deidad era una de las más queridas por nuestros antepasados del primer milenio a.C, y ya la he mencionado anteriormente como “advocación” de La Diosa Madre. Es posible que también os recuerde a alguien muy venerado en Iberia en los dos últimos milenios, lo que para mí no sólo no contradice sino que confirma, pero ese es otro asunto de enorme interés e importancia para mía, que no obstante queda fuera del objetivo de este artículo y es merecedor del suyo propio.
Astarté es la principal diosa fenicia, representada con alas, desnuda y sentada en un asiento sin respaldo flanqueado por esfinges con coronas egipcias. La esfinge era vista por los íberos como portadora sobre sus lomos de las almas de los difuntos al más allá y Astarté la conducía, sujetando la esfinge a la diosa con sus garras.
Es diosa del amor y de la fecundidad. Como reina de los cielos, su representación era la estrella de la mañana y sus principales devotos eran los marinos. En Babilonia era conocida como Ishtar y en Cartago como Tanit.
Fue muy aceptada por los íberos del sur y del levante, con gran abundancia de imágenes suyas en Iberia, incluso en zonas de influencia celta. Era también la Venus Marina (denominación de tiempos romanos), venerada en una isla próxima a Cádiz, donde tenía un templo con una profunda gruta y un oráculo; o la diosa infernal, que disponía de un rico templo, con cueva y oscura cripta, en un cabo hacia la desembocadura del río Iberus (Tinto), donde se sitúa el actual monasterio de Santa María de la Rábida. También era venerada en un santuario en la cueva ibicenca de Es Cuyram.
Sus figuritas se usaban en libaciones rituales, de leche u otro líquido asociado a la fecundidad; en ellas un hueco en la cabeza comunica con agujeros en los senos, bajo ellos la diosa sujeta un recipiente con las manos.
La Atlántida
Esta reseña, no es exactamente mitológica ni sobre una deidad en particular, aunque es un asunto que se engloba comúnmente dentro de lo mitológico. En todo caso menciona a dioses y titanes y tiene mucho que ver con Iberia. Mi opinión es que “La Atlántida”, rinde cuentas de unas realidades prehistóricas, que comenzarían con los pueblos megalíticos en Iberia, Italia, Francia e Islas Británicas, la cultura del vaso campaniforme propagada desde Iberia a Europa, los intercambios minoicos y micénicos con Iberia, El Argar de Almería (primera cultura urbana de Occidente) y finalmente el bronce inicial con foco en Huelva, Portugal y Galicia. El célebre Indalo almeriense, no es otra cosa que un señor sujetando la bóveda celeste: Atlas (sigue siendo mi opinión); tal simbolismo se puede deber a que aquella civilización conocía los secretos de la astronomía, la sujeción era pues, en el sentido del conocimiento. La parte de la descripción platónica que más me cuesta creer literalmente es la referida a una isla de gran extensión, que podría llegar casi hasta Canarias. La geología no parece haber desvelado tal cosa, aunque una pequeña isla o península acrópolis, en la boca del estrecho, hundida tras un terremoto, sí me parece del todo plausible; de modo que el resto de los dominios atlantes, serían todo o parte de Iberia, Marruecos y las islas de Macaronesia.
Las primeras referencias a La Atlántida aparecen en los textos del filósofo griego Platón, según los cuales tendría su origen en torno a 9.580 a.C. y su fin alrededor de 1.550 a.C., al quedar sepultada bajo el océano como consecuencia de un terremoto. Estaría situada tras los Pilares de Hércules (nombre antiguo del Estrecho de Gibraltar).
Platón habla de ella únicamente en dos de sus diálogos (“Timeo” y “Critias”). En estas historias, Critias (360 a.C.) describe los orígenes y la forma de la Atlántida a Sócrates y sus invitados, aporta una breve historia de las antiguas civilizaciones, mencionando a La Atlántida y sus relaciones exteriores. A Critias le llega la historia a través del legislador ateniense Solón, a quien a su vez, Sonchis, un sacerdote de Tebas (Egipto) se la había traducido al griego durante una visita de Solón a Sais.
Los antiguos dioses griegos dividieron La Tierra de forma que cada dios pudiera tener una parte, eligiendo Poseidón la Atlántida. Esta, era más poderosa que Libia y Asia Menor juntas y tras ser hundida por un terremoto se convirtió en un banco de barro que impedía el paso entre el Atlántico y el Mediterráneo. Según los egipcios, se trataría de una isla o península con unas dimensiones similares a Iberia, compuesta principalmente de montañas al norte y otras que llegaban hasta la costa, con una gran llanura de forma oblonga en el suroeste. A 50 estadios (unidad de medida griega, aproximadamente unos 10 km) desde el centro de la costa hacia el norte había una montaña no muy alta donde vivía una mujer de la que Poseidón se enamoró, y con la que tuvo cinco pares de gemelos. El más viejo de ellos, Atlas, se convirtió en rey de toda la Atlántida y del piélago o brazo de mar (llamado ahora Atlántico), y se le dieron la montaña donde nació y las regiones limítrofes como feudo. Su hermano gemelo, Gadeiros (o Eumelos) obtuvo la parte de la isla o península que llegaba hasta las Columnas de Hércules, la región de Gadeira (Gades, la antigua Cádiz). Las otras cuatro parejas de gemelos (Amphêres y Eudaimon, Mneseas y Autochthon, Elasippos y Mestor, y Azaes y Diaprêpes) obtuvieron las restantes regiones que además incluían las diversas islas que rodeaban aquel piélago o brazo de mar.
Poseidón horadó la montaña donde vivía su amada hasta convertirla en un palacio, rodeado por tres fosos circulares concéntricos, separados por dos anillos de tierra. Los atlantes construyeron luego puentes al norte de la montaña, creando un camino para comunicarse con el resto de la isla. También cavaron un gran canal hacia el mar, así como túneles en los anillos de roca a lo largo de los puentes para que los barcos pudieran entrar en la ciudad en torno a la montaña y construyeron sus muelles excavados en las paredes de roca de los fosos y también acueductos sobre puentes. Cada viaje hacia la ciudad era vigilado desde puertas y torres, y cada anillo estaba rodeado por un muro; uno recubierto de latón, otro de estaño y el tercero de oricalco. Algunos edificios estaban hechos de rocas rojas, blancas y negras extraídas de los fosos.
Cuando los atlantes habían alcanzado su máximo poderío y un nivel similar a las grandes ciudades-estado de finales de la Edad del Bronce, se inició una guerra entre aquellos que vivían sobre los Pilares de Hércules y las gentes del interior del Mediterráneo. Los atlantes se expandieron por todo el Mediterráneo hasta llegar a Egipto y Etruria, sometiendo a muchos pueblos a la esclavitud. Los atenienses crearon una alianza de resistencia frente al imperio atlante; tras desintegrarse esta, continuaron solos, logrando liberar las tierras ocupadas. Tras la victoria griega (aquea), unos terremotos de gran intensidad y una gran inundación (posiblemente un tsunami) hicieron que la ciudad principal o isla-acrópolis del imperio atlante desapareciera bajo el mar (1.550 a.C. aprox.); la cual estaría ubicada justo en la boca misma del Estrecho de Gibraltar (entre Cabo Trafalgar y Cabo Spartel), donde se hallaba un delta y la capital del imperio atlante.
Platón usa la expresión griega “Alêthinon Logon”, que en aquellos tiempos se usaba para denominar a una “Historia Verdadera”, en contraposición al Mithos (mito) o cuento fabulado. Para su discípulo Aristóteles se trataba de una utopía alegórica, lo que constituye una excepción, pues la lista de discípulos directos e indirectos de la Academia fundada por Platón (que duró casi 900 años) que creyó que la historia era verdadera, o sea, una “Alêthinon Logon” y no un “Mithos”, alcanza a la mayoría.
La desaparición de la Atlántida está relacionada con el mito del Diluvio, ambos fenómenos son fruto de la crecida de las aguas por el fin de la glaciación.
Como veis, no aparecen por ninguna parte extraterrestres, ingenios aeroespaciales, viajes en el tiempo, tecnología superior a la de la edad del bronce, continentes perdidos en medio del Atlántico, ni nada por el estilo (aunque respeto profundamente a quien desee creer en ello). Platón no describe ninguna nación imposible para la época, sino una comparable tecnológica y culturalmente a los griegos micénicos o a los egipcios faraónicos, aunque sin duda la sitúa “jugando en la misma división” que estos, es decir, en la cima de la civilización mundial de su época.
Para más información y mi hipótesis holística sobre esa época mítica en Iberia, os remito al final de este artículo a mi otro artículo principal “Iberia en los Tiempos Míticos”. En él también está la bibliografía en que me baso para estas reseñas, en este caso en especial, cuenta sobre todo la obra de Georgeos Díaz-Montexano, que es quien ha traducido a Platón directamente del griego.
El Diluvio
En mi opinión, los diferentes mitos sobre el (o los) diluvio(s) que se dan por todo el mundo, se deben a los siguientes hechos geológicos y prehistóricos , referidos a Europa, Oriente Próximo y el Mediterráneo:
10.000-8.000 a.C., se funden los glaciares, ingentes cantidades de agua fluyen al mar. Paulatinamente sube el nivel del Atlántico, se llenan las cuencas del Mediterráneo y por último, del Mar Negro. El Bósforo se vio desbordado por una catarata mil veces más amplia que las del Niágara, de modo que en menos de 30 años, la mitad meridional del Mar Negro alcanzó su configuración actual; en el norte de Anatolia y en el Cáucaso las costas eran muy empinadas, de modo que la población pudo y tuvo que trepar rápidamente para salvarse, sin embargo, al norte y al oeste, había llanuras donde el mar avanzaba al ritmo de 1 Km horizontal diario, de modo que los protoindoeuropeos que allí habitaban, se vieron también forzados a marchar, aunque tuvieron más tiempo para hacerlo. El impacto psicológico fue tan profundo que el recuerdo ha llegado hasta hoy.
5.500 a.C., el Mar Negro es devastado por una gigantesca marea por segunda vez, lo que tuvo que suponer una gran catástrofe para los primeros indoeuropeos, que vivían al norte de dicho mar. La actual mitad septentrional del Mar Negro, del tamaño de Inglaterra y hasta entonces tierra emergida, desapareció bajo las aguas. Esta fue una de las consecuencias tardías del final de la última glaciación y tuvo que contribuir, al menos en parte, a la creación del mito del Diluvio Universal.
Aunque soy cristiano, me encanta la mitología y sabéis que entiendo que todo mito esconde y a la vez guarda una realidad; no tomo los relatos de la Biblia al pie de la letra, aunque sí como explicación encriptada de cómo funciona el universo. Así que dudo mucho que todos los humanos actuales, junto con todas las especies animales, descendamos de una sola pareja que embarcó con sendas parejas de todas las especies y se salvó. No obstante estoy seguro que la historia de Noé sí recuerda a personajes importantes (y justos) que escaparon a las citadas mareas, a bordo de embarcaciones con sus familias y ganado, mientras la mayoría de sus vecinos morían anegados. Por otra parte, este relato sólo intenta explicar el origen de los pueblos de “hombres blancos”, conocidos por los hebreos, nada dice de las gentes del África negra, de Extremo Oriente, América u Oceanía, que seguro vivieron su propia experiencia del “Diluvio”.
Veamos lo que dice la mitología judeo-cristiana sobre el Diluvio Universal en relación con los pueblos de Iberia (en cursiva mis hipótesis):
Hijos y nietos de Noé
Cuando Noé y su familia salieron del arca eran los únicos habitantes de La Tierra. Era tarea de sus tres hijos Sem, Cam y Jafet y sus esposas, repoblarla a través de los hijos que les nacieran después del diluvio. De los nietos de Noé, 16 son nombrados en el Génesis capítulo 10.
Génesis 10:1-2: “Estas son las generaciones de los hijos de Noé: Sem, Cam y Jafet, a quienes nacieron hijos después del diluvio. Los hijos de Jafet: Gomer, Magog, Madai, Javán, Tubal, Mesec y Tiras.”
De la familia indoeuropea de naciones, el “padre” fue Jafet.
Túbal
Padre de los habitantes más antiguos de Iberia, Italia, Francia e Islas Británicas, los pueblos megalíticos y por tanto de los íberos, al menos en gran medida, según este mito un pueblo indoeuropeo…
¿Quién fue Túbal? Según La Biblia hijo de Jafet y nieto de Noé, a quien la tradición considera creador de la que sería la primera y mítica monarquía hispánica. La mitología comienza con Noé desembarcando en las costas del norte de España, siendo Túbal el fundador de las primeras ciudades: Tafalla, Reinosa, Tudela, Tarazona, o Setúbal en Portugal. Se cree también que pobló primero el País Vasco y que introdujo el euskera y que su hijo Ibero dio origen a los íberos; de otro hijo suyo, Tajo, provendría el nombre del mismo río y de un tercero llamado Beto la conocida Bética o Andalucía. El Ídolo de Peña Tú (Túbal), en Asturias, estaría erigido en su honor.
Tiglat-Pileser I rey de Asiria en aproximadamente 1100 a.C., se refiere a los descendientes de Túbal como los Tabali. Josefo registró su nombre como Tobelitas, que fueron luego los Iberios. “Su tierra, en los días de Josefo, era llamada por los romanos Iberia, y cubría lo que es ahora Georgia”. Atención a esta conexión caucásica, que podría corresponder a una coincidencia fortuita de nombres o a una relación de “parentesco” efectiva entre unos íberos “de Occidente” y otros “del Cáucaso”.
Gomer
Padre de los celtas de Iberia y resto del arco atlántico europeo.
El primer nieto de Noé que se menciona es Gomer. Ezequiel (38:6) ubica los primeros descendientes de Gomer en los confines del norte. En Turquía hay un área que en tiempos del Nuevo Testamento era llamada Galacia. El historiador judío Flavio Josefo anotó que la gente que en sus días (aprox. 93 d. C.) eran llamados Gálatas o Galos fueron antes llamados Gomeritas. Estos habían emigrado al occidente, hacia lo que ahora son Francia y España. Por muchos siglos Francia fue llamada Galia, a causa de los descendientes de Gomer. El noroeste de España se llama Galicia hasta hoy. Algunos Gomeritas emigraron más lejos, hacia lo que ahora se llama Gales. El historiador galés Davis, anota una creencia tradicional de Gales según la cual los descendientes de Gomer “arribaron a la Isla de Bretaña desde Francia, aproximadamente trescientos años después del diluvio”. Asimismo anota que la lengua galesa también se llama Gomeraeg.
Javan
Padre de los griegos (micénicos), que sin duda tuvieron su relación con la antigua Iberia, más o menos intensa.
El nombre de otro nieto, Javan, es la palabra hebrea para Grecia, que aparece cinco veces en el Antiguo Testamento. Daniel (8:21) se refiere al rey de Grecia, literalmente “el rey de Javan”. Los hijos de Javan fueron Elisa, Turta, Quitim y Dodanim (Génesis 10:4), de los cuales todos tienen conexiones con los griegos. Los Eliseos (griegos antiguos) obviamente recibieron su nombre de Elisa. Turta o Tarso estaba ubicada en la región de Cicilia (Turquía). Atención a este nombre Turta, que yo he visto referenciado como aborigen para Tartessos, así como referencias a la fundación de la misma por los aqueos.
Cam
Padre de proto-bereberes y norteafricanos, en mayor o menor medida relacionados con la antigua Iberia.
Los hijos de Cam fueron: Cus, Mizraim, Fut y Canaán (Génesis 10:6).
Los descendientes de Cam viven, principalmente, en el suroeste de Asia y el norte de África. La Biblia a menudo se refiere a África como la tierra de Cam (Salmos 105:23,27; 106:22). El nombre del nieto de Noé, Cus, es la palabra hebrea para Etiopía. Mizraim es la palabra hebrea para Egipto. El nombre Egipto aparece cientos de veces en el Antiguo Testamento y (con una excepción) es siempre una traducción de la palabra Mizraim. Fut, el siguiente nieto de Noé, es el nombre hebreo para Libia. Así se traduce tres veces en el Antiguo Testamento. El antiguo río Fut estaba en Libia. Canaán, el siguiente nieto, es el nombre hebreo para la región que más tarde los romanos llamarían Palestina. Por esta última referencia, Cam, podría ser también considerarse “padre” de pueblos eventualmente mezclados con fenicios y hebreos y por tanto, relacionados con Iberia.
Sem
Padre de los fenicios que exploraron y establecieron colonias en Iberia.
La evidencia parece indicar la presencia en Mesopotamia, en tiempos muy tempranos, de tres grupos humanos distintos, los sumerios (camitas), los más antiguos babilonios (semitas), y un grupo jafetita (indoeuropeos). A partir de registros escritos, los filólogos deducen la presencia de tres grupos lingüísticos: jafetitas, semitas (hablando una lengua relacionada con el hebreo y el árabe) y los dominantes sumerios.
Los hijos de Sem: Elam, Asur, Arfaxad, Lud y Aram (Génesis 10:22). Elam es el antiguo nombre de Persia, Asur es la palabra hebrea para Asiria; Arfaxad fue el progenitor de los Caldeos, su descendiente, Heber, le dio su nombre al pueblo Hebreo vía la línea de Abram (Génesis 11:16-26). El otro hijo de Heber, Joctán, tuvo 13 hijos (Génesis 10:26-30), de los cuales todos se asentaron en Arabia. Aram es la palabra hebrea para Siria; los Sirios se llamaban a sí mismos Arameos, y su lengua es llamada Arameo. Antes de la expansión del imperio griego, el arameo era la lengua internacional (2 Reyes 18:26). Los fenicios parece que eran parientes de los hebreos, al menos lingüísticamente y su país de origen, desde el que se lanzaron a su exploración del Mediterráneo, se encontraba entre Siria e Israel.
Melkart
Tras una pausa voluntaria, durante la semana de conmemoración de la (muerte y) resurrección del único Dios en que creo nacido de mujer como hombre, volví con esta reseña sobre mitología en la antigua Iberia, a mediados de abril de 2015.
Se trataría del correlato masculino de Astarté, continuando con las aportaciones semíticas de ese gran pueblo de mercaderes marineros, que tantas cosas positivas trajo a Iberia y sus islas (esta es mi opinión particular).
Melkart es un dios fenicio, que aparece representado como un tipo delgado. Sus sacerdotes eran sólo masculinos. Fue llamado Baal en Cartago, posteriormente. Su nombre quería decir “rey de la ciudad”.
Era un dios solar, agrícola y marino. También dios de la vegetación, que resucitaba y moría cada año.
En concreto era el dios protector de la ciudad de Tiro, garante de los intercambios comerciales. Sus sacerdotes de Gadir (Cádiz) intervenían en todo tipo de acuerdos. Su santuario gaditano era uno de los más célebres de Occidente, parecido al Templo de Jerusalén, ya que ambos fueron construidos por los fenicios. Su oráculo era consultado por los personajes importantes.
En época romana se le asoció e identificó con Hércules.
La Luna
Se trata de una rara deidad venerada tanto en la Iberia “ibérica” como en la “céltica”, de hecho quizá la única que cumple esto de manera completa. No obstante y esto es una intuición mía, creo que la forma de adorarla era distinta en un área y otra, ligada con la distinta religiosidad, más individual, intimista y “urbanita” en la ibérica y más colectiva, festiva y “naturalista” en la céltica.
La Luna, conocida como “Noctiluca, la Luz de la Noche” en el área de Málaga y como “Lux Divina” en Andalucía occidental y Extremadura. Frente a las costas de Málaga había una isla consagrada a ella. También existía hacia la desembocadura del Guadalquivir, un santuario dedicado a “Phosphoros” o la “Lux Divina”, identificado con Venus en época romana.
Adorada también en el norte, en la Hispania céltica, era una de las divinidades principales, con gran proyección astral o celeste en la esfera de las creencias funerarias. Su símbolo en las lápidas es una luna creciente. Se celebraban en su honor fiestas nocturnas en las noches de plenilunio, en que las familias enteras danzaban hasta el amanecer a las puertas de sus casas, donde se le hacían sacrificios. Se la consideraba la morada de los difuntos (luz de los muertos) y protectora sobrenatural y del ciclo lunar de las mujeres, relacionándosela con la fecundidad.
Los celtíberos adoraban por su parte a una divinidad cuyo nombre era tabú, asociada a la Luna. El culto estaba relacionado con el hecho de que estas sociedades eran matriarcales y ganaderas. En las estelas de los ambientes célticos adquieren especial desarrollo los signos astrales.
Cosus
Después de un grupo de reseñas que relacionan Iberia con el levante mediterráneo, ya sea helénico o camito-semítico, y la anterior pan-ibérica, esta vuelve al área indoeuropea y (pre)céltica.
Cosus era adorado en toda la franja occidental desde Galicia a Extremadura. Dios protector de la agricultura. Entre lusitanos y galaicos estaba asociado a las cofradías de guerreros y ceremonias asamblearias en santuarios al aire libre. Tiene añadida a la dimensión guerrera, la de protector de la comunidad y del territorio.
Los montañeses del norte le sacrificaban chivos, cautivos de guerra y caballos. Los celtas de la península realizaban hecatombes o sacrificios conjuntos de grandes animales, bóvidos, équidos, cabras, ciervos, cerdos, jabalíes… En lugares sacros en el interior de los poblados, en su punto central, consistentes en un altar de sacrificios, construido en un nicho grande de planta rectangular, la mesa quedaba rodeada por un banco adosado a las tres paredes, para la celebración de ceremonias colectivas; como el de Higuera de la Sierra (Badajoz). El festín se distribuía entre los participantes, se consumía abundante cerveza y se invocaba a las divinidades protectoras del lugar y del ganado.
Los lusitanos eran dados a los sacrificios y examinaban las entrañas sin separarlas del cuerpo. Los sacrificios tenían su lugar principal en afloramientos rocosos, con escaleras talladas y pilas para contener los miembros y la sangre de las víctimas. Como el santuario de Panóias (Vila Real, Portugal) o el del oppidum castreño de Ulaca (Solosancha, Ávila).
Escribiendo los detalles sobre este dios, no puedo evitar acordarme de los “canchos” que conforman el paisaje del pueblo de mi padre, en el oeste de Extremadura pegando a Portugal, ni de ciertas costumbres con mis amigos de la infancia, en Badajoz.
Ninfas
En mi opinión de aficionado a la mitología y la antigüedad en general, las ninfas no serían “deidades” propiamente dichas, sino “seres mágicos”, en concreto una subdivisión del pueblo feérico (hadas, elfos, duendes, sirenas…), con referencias y variantes muy extendidas por las mitologías de todo el mundo y omnipresentes en el folklore europeo.
Las ninfas son diosas femeninas de las fuentes, su lugar de culto eran los centros de aguas salutíferas. Eran divinidades de la salud y de la fertilidad femenina.
Conocidas como Matres en la Iberia indoeuropea en época romana, de bien ganado prestigio, con abundancia y amplia distribución de lugares de culto, diosas de la fecundidad de la tierra y de las aguas.
Referencias sobre su origen en la mitología griega:
- Véase el apartado Hércules – El Jardín de las Hespérides, más arriba: Eran estas unas ninfas de poniente, hijas de La Noche, que las dio a luz sin yacer con nadie; cuidaban las hermosas manzanas de oro y los árboles que las producían…
- Urano era El Cielo, hijo sin padre de Gea, a la que cubre y rodea por completo. Hogar seguro y eterno para los dioses. Padre, con Gea, de los doce titanes, los tres cíclopes y los tres hecatónquiros. La sangre de su herida engendró gigantes, ninfas y a Las Furias.
- Tetis: Titán creador, con Océano, de las oceánides o ninfas del mar.
Una reflexión de mi cosecha: No deja de ser curioso, como a partir de la Era Cristiana, al menos en Iberia, las “apariciones” de La Virgen, tienen lugar repetitivamente en lugares apartados, a menudo en las montañas y junto a fuentes de agua (salutíferas). Pese a lo que he oído a gente que tiene poco cariño a la iglesia católica, afirmando que este culto fue una imposición, en cuanto se informa uno mínimamente sobre el asunto, descubre que al contrario, la iglesia, muy patriarcal en su origen, tuvo que “tragar” con este nuevo fervor religioso, con sospechoso tufo pagano e “indígena”, debido a la abrumadora demanda popular. Al fin y al cabo afirmaban que se les se les aparecía la madre de Jesús… Procuro no confundir la divinidad y la trascendencia, con sus múltiples manifestaciones, cuya diversidad escapa por completo a mi entendimiento, pero no a mi aceptación.
Animales y lugares sagrados
Esta entrada está referida al área “ibérica” y más en concreto, a localizaciones y creencias del cuadrante sur este de la península.
Animales y lugares sagrados, reales o fantásticos, con los que los pueblos ibéricos representaban demonios, poderes y fuerzas, que estaban presentes en todo y poblaban un mundo contemplado con angustia o con temor, situado en la cara no visible del cielo o de la tierra, intuido tras la luz cegadora del sol, en las tinieblas de la noche, en el fondo del mar o en los ambientes apartados del bosque o de la montaña. Era el domino preferido de los dioses, desde donde regían la naturaleza, tanto en lo cotidiano –ciclo renovador de las especies, regularidad de los ríos y de la lluvia, curso de los astros-, como en las manifestaciones contundentes –rayo, tormenta, huracán, terremoto-, avisos del poder de los dioses.
Los animales tenían importancia para la religiosidad ibérica, como acompañantes o atributos de los dioses, o por ser directamente objeto de veneración, como el toro. Las vacas eran sagradas en Iberia, descendientes de las que Hércules había regalado a uno de sus reyes. El toro era símbolo de virtudes fecundantes en las culturas del Mediterráneo; tenía un santuario en Porcuna (Jaén), donde se le representaba con una flor en el testuz.
El caballo tenía un santuario en El Cigarralero (Murcia), aunque más bien estaría dedicado a un dios dominador o protector de los caballos, de suma importancia en la economía y la vida aristocrática.
Los iberos creían que el tránsito a la otra vida podía hacerse a través de las entrañas de un animal como el lobo. Aparece en múltiples representaciones.
Ciertos lugares naturales eran idóneos como puntos de confluencia: las cuevas, una puerta a lo oscuro, al abismo; las montañas, donde más se acercan el cielo y la tierra; todo límite o lugar de paso podía servir de tránsito con otros mundos no perceptibles. En todos ellos proliferan santuarios ibéricos. También eran espacios sagrados las necrópolis, con poderosa carga de significado familiar.
El santuario del Cerro de los Santos (Montealegre del Castillo, Albacete), asociado a manantiales y a la veneración de una divinidad salutífera, es la mejor manifestación, en la órbita de la Vía Heraclea, con sus célebres exvotos de estatuas de piedra, de la clase social más alta ibérica. La importancia de los linajes explica el añadido del nombre del dedicante a las esculturas.
El encuentro con la divinidad era privilegio de los poderosos en el área ibérica, que engalanaban las figuras de divinidades, preferentemente femeninas, con joyas y ropas. En el santuario de la Serreta de Alcoy (Alicante) predominan los exvotos de barro. Una paloma es el atributo de la diosa.
Otro gran santuario se halla en el Collado de los Jardines, en el paso de Despeñaperros (Santa Elena, Jaén). Asociado a una cueva y a los acantilados, en él se depositaron miles de pequeños exvotos de bronce, figuritas humanas, animales, miembros, carros o armas. Había ceremonias que exaltaban la virilidad y el ejercicio de la fuerza de los guerreros. La divinidad tenía caracteres salutíferos y fecundantes.
Los iberos eran más propensos a las metáforas que dieran cuenta de conceptos abstractos, que a una narrativa que compusiera una mitología a través de la cual explicar sus concepciones religiosas, como sí hacían los griegos.
En Pozo Moro (Albacete) se recordaba a un héroe fundador que robó a los inmortales el árbol de la fecundidad y lo trajo a los humanos, al estilo de Gilgamesh. Se trataba de algún rey de las primeras etapas del mundo ibérico, enterrado en el monumento.
Fauonius
Otra reseña, de vuelta al área céltica o indoeuropea.
Fauonius o también conocido como Céfiro, “El Viento Divino”, es el viento cálido de poniente, dios de origen común indoeuropeo.
Tenía el poder de fecundar a las yeguas que respiraban sus aires fecundantes, en primavera, con lo que daba lugar a una raza de veloces caballos pero de vida breve (tres a siete años). Es el mismo padre de los caballos de Aquiles. Eran tan ligeros que podían correr sobre espigas sin romperlas o también sobre las olas marinas.
Su lugar de culto era en un monte cerca de Olisipo (actual Lisboa), donde soplaba un fuerte viento.
Deva
Mi penúltima, pensé, reseña sobre mitología en la antigua Iberia, aunque acabó siendo la última; también perteneciente al área indoeuropea, muy cortita, pero que también ayudará a recordar las manifestaciones de La Divinidad en que creían nuestros antepasados.
Deva es una diosa celta de las aguas fecundadoras, que era adorada en la cordillera cántabra.
Parece por tanto relacionada con las ninfas en esa área ¿Tal vez su reina…?
Epílogo
Este, puede considerarse secuela de mi artículo principal, donde describo la época y el “mundo” de las gentes que creían en toda esta mitología, así como las fuentes publicadas que manejo:
https://jocilesferrer.wordpress.com/2014/11/09/iberia-en-los-tiempos-miticos-bibliografia-y-teoria/.
Donde efecto nombro los tiempos míticos, pero no hablo (casi) de su mitología, pues aquí he enmendado ese aspecto.
Y mis otros artículos, hasta la fecha, donde hablo de aquellas gentes o sus antecesores:
https://jocilesferrer.wordpress.com/2015/03/26/los-pueblos-megaliticos-o-antiguos-europeos/;
https://jocilesferrer.wordpress.com/2015/05/21/los-primeros-indoeuropeos-e-iberia/;
https://jocilesferrer.wordpress.com/2015/04/01/emigracion-desde-el-sahara-del-pueblo-protoiberico/;
https://jocilesferrer.wordpress.com/2015/03/12/la-lengua-meridional-ibero-pirenaica/;
Quiero precisar, que habitualmente utilizo las convenciones y nomenclaturas comúnmente aceptadas “académicamente”, aunque no siempre esté de acuerdo con ellas. Y ello por dos motivos, por un lado, como aficionado y no licenciado, ni siquiera estudiante de algún grado oficial de Historia, Arqueología, Antropología, etc., no me considero en posición de cuestionar consistentemente las mismas; por otro lado, pienso que es lo más sencillo para que el público principal al que va dirigido mi blog y artículos como este, es decir, aficionados como yo, se ubiquen y comprendan fácilmente de qué estoy hablando. En ocasiones ha ocurrido que personas que conocen mucho más que yo estos temas y que manejan con gran esfuerzo hipótesis novedosas y muy valiosas, se han mostrado molestos por mi aparente adhesión a la oficialidad, pues esta aclaración va para ellos. Un ejemplo: Suelo hablar de la Iberia “indoeuropea” o “pre-céltica”, en contraposición a la “propiamente ibérica” o “mediterránea”, porque la inmensa mayoría de la bibliografía y fuentes consultadas, así lo hace, es decir, a la llegada de la edad del hierro, considera que la Iberia interior, occidental y nórdica, forma esencialmente parte de la Europa celta, es decir, típicamente indoeuropea, mientras que la franja mediterránea corresponde a un pueblo distinto, el propiamente “ibérico”, mediterráneo pero de origen incierto, sobre todo lingüísticamente; lo que no quiere decir que yo considere ambas áreas como compartimentos estancos, ni que excluya la posibilidad de que los íberos de la franja mediterránea, fuesen también de cultura indoeuropea u otra no formulada hasta ahora por la “oficialidad”. Esto es sin perjuicio de que yo exponga mis propias ideas, opiniones, hipótesis, interrogantes… Si no los tuviera, no me merecería la pena escribir estos artículos como meros “ejercicios de recopilación”.
Y otra última aclaración, mucho más trascendente que la anterior, algunas personas, interesadas como yo en estos temas, cuando leen estas reseñas mías en los diversos foros, deducen que soy neo pagano, seguidor wicca, anunnaki o algo por el estilo. Nada más lejos de la realidad, yo amo el pasado mítico de mi patria, Iberia y sus islas y por tanto siento especial cariño, por las entidades enumeradas y descritas en este artículo, pero que nadie se engañe, soy cristiano católico de metafísica y de fe (recordad que Tolkien compuso todo un cuerpo mitológico completo, siendo profundamente católico…). A quien interese mi “concepto” básico de la existencia puede consultarlo en:
https://jocilesferrer.wordpress.com/about/.
Mi teoría e hipótesis sobre la posible existencia y realidad de todos estos dioses es demasiado complicada y delirante como para resumirla en unas líneas y sería merecedora de otro artículo, porque ni siquiera yo la tengo muy clara…
Todas las fotos y figuras en este artículo están libremente disponibles en Internet.
Gracias por leerme.
Cuando vienen a mi memoria aquellos años de tribulación, sobre todo me acuerdo de nuestras canciones.
Abandonamos esta vida, derramando nuestra sangre en los campos de batalla; pero nuestras canciones sobrevivieron, junto con aquellos de nosotros que retornaron (al combate diario de la rueda de la vida…).
Y aunque ellos abandonarán esta vida una vez más, nuestras canciones sobrevivirán y serán cantadas por nuestros hijos y por los hijos de nuestros hijos.
De esta manera se nos recordará. Esto es lo que éramos: CELT-ÍBEROS.
(Eluveitie, traducción libre)