Mito 1. “Los gobiernos acabarán con Bitcoin”
De cuando en cuando, alguien siente la necesidad de arrojar este comentario, cual bomba Molotov, en el medio de un foro: “Tarde o temprano, los gobiernos acabarán con Bitcoin”.
Y como nuestra misión en este planeta es demostrar que hay un antes y un después de Bitcoin, hemos decidido compilar todas las razones por las cuales pensamos que los gobiernos NO acabarán con Bitcoin.
- Es bastante fácil disimular el protocolo por medio del cual se comunican los equipos de la red Bitcoin. Algunos programas de p2p ya lo hacen y parece que funciona bien.
- La cantidad de datos que tienen que intercambiar los equipos para mantener operativa la red Bitcoin es sorprendentemente baja. Si ofuscamos o encriptamos la comunicación entre equipos, la labor de rastreo que tendrían que hacer las operadoras de telecomunicaciones para bloquear el tráfico de Bitcoin equivaldría a buscar una aguja en un pajar.
- El bloqueo de Bitcoin sería inútil si tan sólo un único país decidiera legalizar el protocolo. Yo apuesto por que Suecia sería el primero en hacerlo. Así que para utilizar Bitcoin simplemente habría que contratar un VPN sueco.
- Los gobiernos han luchado contra el mp3, contra PGP, contra BitTorrent… pero no se puede luchar contra los bits: las leyes que bloquean el acceso a la información no han servido para nada. Un gobierno puede conseguir, con tiempo y esfuerzo, doblegar una compañía (tipo Napster o Megaupload), pero el intercambio “no autorizado” de archivos a través de Internet no sólo no se ha reducido, sino que aumenta constantemente. De hecho, el intercambio es ahora órdenes de magnitud mayor que cuando existía Napster.
- Bitcoin es una red descentralizada. Su arquitectura se parece mucho a la que sentó las bases de Internet, vale decir que está diseñada específicamente para eludir el daño en cualquiera de sus nodos.
- Si Bitcoin funciona en China (y ya lo hace), puede funcionar en cualquier parte pese al esfuerzo de un Estado para censurar y controlar el flujo de información. Sólo hace falta un usuario que actúe de bridge (puente) con el exterior – una comunicación telefónica o radiofónica – y los esfuerzos de censura se ven anulados.
- Ahora la comunicación es global, y sería un auténtico suicidio económico el suspender las telecomunicaciones de un país para que Bitcoin no prospere.
- Los gobiernos colaboran, pero también compiten entre sí. Si se descubre que perturbar el funcionamiento de Bitcoin tiende a debilitar económicamente a una región, no van a faltar las jurisdicciones amigables para con Bitcoin.
- La mitad de la población mundial vive en ciudades. Esto significa que, con relativamente poco desembolso per cápita, pueden formarse redes privadas wireless de transmisión de información que den soporte Bitcoin sin tener que pasar a través de los operadores de telecomunicaciones.
- Los gobiernos están integrados por individuos, cada uno de los cuales tiene sus propios intereses. Cuando los más inteligentes entre los funcionarios de alto rango entiendan que Bitcoin es tan incontrolable como BitTorrent, empezarán a comprar bitcoins a más no poder. De hecho, puede que algunos ya lo estén haciendo.
- Al intervenir, el gobierno estaría llamando la atención sobre Bitcoin, y reconociendo que es moneda. De esa manera, probablemente estaría acelerando – en lugar de desalentando – la adopción de Bitcoin.
- Si los gobiernos obligaran a los bitcoiners a sumergirse en el mercado informal, estarían alimentando a una economía gigantesca (la segunda mayor del mundo después de los Estados Unidos) y en constante expansión que no paga impuestos ni licencias, y que no cumple con regulaciones gubernamentales. Basta que una mínima fracción de dicho mercado se vuelque al uso de Bitcoin para que el precio alcance niveles inimaginables hoy en día. Esto, a su vez, despertaría el interés de muchos más, tentándolos con la apreciación y las enormes ventajas competitivas que supone Bitcoin.
- Los gobiernos necesitan a la denominada economía informal tanto o más que la población productiva. Si no fuera por la “economía informal”, los funcionarios públicos no podrían vehiculizar el dinero procedente de sobornos, retornos, chantajes, dádivas y todo lo que hace a su actividad tan lucrativa. Lamentablemente para ellos, Bitcoin es inmune a la actividad política más lucrativa de todas: la manipulación monetaria.
- Actuando en contra de los sitios de intercambio, los gobiernos llamarían la atención sobre Bitcoin, y eliminarían el único punto de entrada a la red que en cierta medida pueden controlar. Además, de esa manera incentivarían la descentralización del intercambio bidireccional entre las diferentes divisas y Bitcoin, convirtiendo así a los exchanges en intermediarios prescindibles.
- Cabe argumentar que la crisis económica global recién está comenzando. En este contexto, Bitcoin es y seguirá siendo un hueso particularmente duro de roer, pues minimiza el costo de proteger la privacidad a la vez que hace extremadamente costoso el violar la privacidad. (Nota: con o sin crisis económica, los recursos estatales no son ilimitados).
- La gente empieza a estar harta de que le roben vía inflación, de la manipulación de los tipos de interés por parte de los bancos centrales, de los corralitos, de los corralones, de las comisiones bancarias, de los bloqueos de cuentas, de la continua fiscalización de sus ahorros, de los “quantitativeeasings“, de las dobles imposiciones en la tributación, de la reserva fraccionaria sólo para los bancos, del control en el envío de remesas, de que el tesoro venda tungsteno a precio de oro, de la prohibición de acceso al mercado de divisas… ¿Hace falta seguir?