Debo empezar este post reconociendo que me enfrento a esta nueva serie de mitos sobre el embarazo, el parto y el postparto con mucho respeto. Tengo en mente tocar temas que suelen despertar polémica. Además aunque soy mujer no he pasado por estas experiencias, de modo que las que sí lo han hecho pueden pensar o sentir que hay cuestiones fundamentales que no estoy teniendo en cuenta. Si es así, por favor no dudéis en comentar.
Como siempre, mis publicaciones girarán entorno a la evidencia científica disponible. Esta evidencia no siempre es completa. El modelo tradicional de ensayo clínico ha sido el hombre blanco de mediana edad, y a esto se añaden todos los dilemas morales de realizar ensayos clínicos en mujeres embarazadas. Así que me temo que nos encontraremos con varios de mis habituales: “no hay pruebas que lo confirmen”, “se necesita más investigación”, o “la evidencia disponible no aclara este asunto”. Pero – en mi opinión – más vale eso que creer cualquier mito que leamos, nos cuenten, u oigamos por ahí.
Ahora que ya he dicho que estos temas me merecen respeto, puedo empezar a analizar uno de los más complejos: el consumo de alcohol en el embarazo.
Las recomendaciones oficiales suelen ser categóricas: no se debe beber alcohol durante el embarazo ya que puede producir daño en el feto.
Lo que las investigaciones nos llevan diciendo años es que beber mucho de manera habitual durante el embarazo puede causar defectos congénitos, pero no se conoce muy bien el riesgo potencial de tomar pequeñas cantidades de alcohol durante esta etapa.
Hay varios factores que hacen que sea muy difícil establecer una cantidad de alcohol que sea seguro beber sin producir daños al feto: la susceptibilidad del feto varía a lo largo del embarazo (es mayor durante el primer trimestre), el alcohol es metabolizado de forma diferente en cada mujer, ciertas medicaciones están contraindicadas con el alcohol, etc.
Así que, aplicando el famoso principio de precaución, las sociedades médicas suelen recomendar evitar tomar alcohol durante el embarazo.
En 2010 se publicó un estudio realizado en Reino Unido, en el que se había analizado el estado de salud de niños de 5 años cuyas madres habían bebido hasta dos unidades del alcohol (lo equivalente a un vaso de vino) a la semana, de manera ocasional durante el embarazo. El estudio no encontró un aumento del riesgo de problemas cognitivos ni del comportamiento en los niños. Eso sí, hay quien piensa que estos problemas se podrían manifestar más tarde, así que se está realizando un seguimiento del estudio.
Todo esto para decir que tanto decidir no tomar alcohol en absoluto, como decantarse por brindar con cava de verdad en Nochevieja, es una decisión que cada madre debe tomar tras consultar con su médico.
Reconozco que me llama la atención ver a una mujer embarazada bebiendo un vaso de vino con su cena a pocos metros de mí en un restaurante. Pero en lugar de ver un útero andante, debemos ver el ser humano racional que todas somos, capaz de tomar nuestras propias decisiones, confiar en probablemente ese es su primer vaso de vino en mucho tiempo y centrarnos en nuestra propia mesa.
Archivado en: BIOLOGÍA, GÉNERO, SALUD, verdades embarazosas Tagged: alcohol, alimentación, brindis, desarrollo, embarazo, evidencia, feto, hígado, metabolismo, mujer, SALUD