Revista Expatriados

Morir por una lengua (1)

Por Tiburciosamsa


Advertencia previa: el proceso que llevó a la separación del entonces Pakistán Oriental del Pakistán Occidental fue un proceso complejo en el que influyeron muchos factores. Aquí me he centrado en el peso que tuvo la cuestión idiomática en la separación, pero que conste que el proceso fue mucho más complejo y hubo otros factores en los que he preferido no entrar.
Reconozcámoslo. La partición de la India fue una gilipollez de los británicos. Ahora bien, crear un Pakistán compuesto por dos entidades separadas por más de mil kilómetros de territorio hostil y a las que prácticamente sólo unía la religión fue una gilipollez con honores, banda de música y bajo palio.
El Pakistán que nació a la independencia estaba formado por dos entidades que no tenían nada que ver. El Pakistán Occidental estaba compuesto por las provincias del Sindh, el Baluchistán, el Punjab y la Frontera del Noroeste y tenía una superficie de algo más de 800.000 kilómetroscuadrados. El Pakistán Occidental no podía ser más diverso: estaban los baluches, de estructura tribal y que hubieran preferido ser independientes, estaban los sindhis modernos, volcados al comercio y en cuyo territorio se encontraba el importantísimo puerto de Karachi, que fue la primera capital del país, estaban los habitantes de la Frontera del Noroeste, una abigarrada mezcla de tribus que los británicos apenas lograron controlar y que, desde luego, no se preocuparon de introducir en la modernidad, y estaba el Punjab un territorio de algo más de 200.000 kilómetros cuadrados que era el más rico e industrializado del país. Por si a ese puzzle le faltase algo, a raíz de la Partición aparecieron los mojahirs, los musulmanes que se habían visto obligados a huir de la India. Los mohajirs era una mezcla heterogénea que procedía de regiones y tradiciones culturales diversas. En general tenían niveles educativos elevados y, para cabreo de los habitantes originales, ocuparon posiciones de poder en el naciente Pakistán.
Por si el nuevo país no fuese lo suficientemente heterogéneo, otro de sus integrantes era el Pakistán Oriental. El Pakistán Oriental era la parte oriental de mayoría musulmana de la antigua provincia de Bengala. La escisión, en general, había sido querida por los musulmanes, pero les dejó con un territorio de alguna manera truncado, toda vez que la principal ciudad de Bengala, Calcuta, quedó en la India. Hasta la llegada de los británicos Bengala había sido una de las partes más ricas y cultas de la India. Fue por Bengala por donde comenzó la penetración británica en el Subcontinente. Los bengalíes estaban justamente orgullosos de su lengua y de su riquísima tradición cultural. Por cierto que uno de sus escritores es el gran Rabindranath Tagore. En el momento de la independencia, en torno al 55% de la población del país vivía en el Pakistán Oriental. A diferencia de lo que ocurría con el Pakistán Ocicdental, el Oriental era culturalmente muy homogéneo y muchos de sus habitantes habrían querido formar un estado aparte de la India y Pakistán. Para colmo de males, casi desde el mismo momento de la independencia empezaron a sentir que eran ciudadanos de segunda en su propio país y que los que tenían la sartén por el mango eran los pakistaníes occidentales.
Si tuviéramos que decir cuándo empezaron a agriarse las relaciones entre el Pakistán Occidental y el Oriental, podríamos escoger la fecha del 19 de marzo de 1948, cuando Muhammad Ali Jinnah, el creador del país, realizó su primera y última visita a Dhaka. Jinnah estaba por aquel entonces acostumbrado a que le hicieran la ola allá por donde pasara. Era el padre de la patria. También era un hombre que se estaba muriendo de tuberculosis. De hecho murió seis meses después de esa visita.
Jinnah llegó a un Pakistán Oriental que estaba en ebullición. Desde antes de la Partición, muchos líderes de la Liga Musulmana ya habían defendido que el urdu debería ser el idioma nacional del futuro Pakistán. El argumento esencial es que había sido el idioma literario y de cultura de los musulmanes aparte del persa. Había otro argumento: al no ser la lengua de ninguna de las regiones del futuro Pakistán, era lo suficientemente neutral como para que pudiera ser adoptada por todos.
La neutralidad fue también un argumento para la elección del bahasa indonesia como idioma nacional de Indonesia en lugar del javanés, mucho más hablado y con una rica tradición literaria. ¿Por qué la fórmula que en Indonesia funcionó, fracasó en Pakistán? En mi opinión, la cuestión lingüística en el caso pakistaní encubría un problema político de mayor calado. En Indonesia los javaneses renunciaron a imponer su idioma como el idioma nacional, pero conservaron los resortes del poder en el nuevo estado independiente. En Pakistán los bengalíes sintieron desde el primer momento que eran ciudadanos de segunda en su propio estado y que las decisiones se tomaban en el Pakistán Occidental. Pienso que la querella del idioma disfrazaba la querella más profunda de quién detentaba el poder político.
De hecho los bengalíes empezaron a organizarse a los pocos meses de la independencia para defender la oficialidad del bengalí en el nuevo estado. En octubre de 1947 crearon el Comité de Acción por el Lenguaje Estatal. De esas fechas datan unas declaraciones muy sonadas de M. Shahidullah, un doctor de la Universidad de Dhaka: “Si el urdu o el hindi fueran utilizados en nuestros tribunales y universidades en lugar del bengalí, eso equivaldría a la esclavitud política.” Shahidullah era lingüista, pero había puesto el dedo en la llaga. Lo que estaba en juego era más que una mera cuestión lingüística. Se trataba de saber si los pakistaníes orientales serían unos meros mandados de los pakistaníes occidentales.
Del 27 de noviembre al 1 de diciembre de 1947 se celebró en Karachi una cumbre sobre la educación nacional en Pakistán, aunque los temas educativos resultaron menos importantes que los políticos. Los líderes pakistaníes ya se habían empezado a dar cuenta del carajal en el que se habían metido con la creación del nuevo estado. Una de las decisiones clave que se tomaron en aquella cumbre fue la de que el urdu sería el único idioma oficial y el idioma de los medios de comunicación y de la enseñanza.
Ya el 5 de diciembre hubo manifestaciones de estudiantes y profesores en la Universidad de Dhaka para protestar contra la decisión adoptada en Karachi y pedir que el bengalí fuera también idioma nacional. Pero los pakistaníes occidentales como quien oye llover. El 23 de febrero de 1948 comenzó la asamblea constituyente y en su primera sesión se decidió que los idiomas de trabajo serían el urdu y el inglés.
Dos días después, hubo un interesante debate en la Cámara. Dhirendra Nath Dutta presentó una moción para pedir que el bengalí fuese idioma de trabajo en la Asamblea. Su argumentación fue que podría ser sólo el idioma de una de las provincias del país, pero resultaba que era el idioma hablado por 44 de los 69 millones de habitantes de Pakistán. La respuesta del Primer Ministro Liaquat Ali Khan (cuyos idiomas por cierto eran el persa y el urdu) merece ser transcrita: “Pakistán es un estado musulmán, y debe tener su lengua franca, un idioma de la nación musulmana. Quien ha presentado la moción debería darse cuenta de que Pakistán ha sido creado a causa de las demandas de cien millones de musulmanes en el Subcontinente y el idioma de cien millones de musulmanes es el urdu. Es necesario que una nación tenga un solo lenguaje y ese lenguaje sólo puede ser el urdu y no ningún otro lenguaje.” No sé qué destacar más de las palabras de Liaquat Ali Khan, si la mala fe o las inexactitudes, por no decir las mentiras. Para empezar, sería muy discutible eso de que cien millones de musulmanes pidieron la creación de Pakistán. La afirmación de que el urdu es su lenguaje común suena a coña marinera, cuando pensamos que aun hoy en día no lo habla ni el 10% de la población. Finalmente, lo de que una nación sólo puede tener un idioma, que se lo pregunten a los cameruneses o a los belgas. Para utilizar esos argumentos, que hubiese dicho que no le salía de los bemoles, que se dice antes y se entiende sencillito.
En Dhaka entendieron muy bien a Liaquat Ali Khan. El mismo 26 de febrero los estudiantes de la universidad de Dhaka y de la enseñanza secundaria convocaron una huelga para el 11 de marzo. Ese día hubo protestas que la policía reprimió con entusiasmo y bastonazos. Hubo en torno a los mil detenidos.
Ocho días después de esos incidentes, Jinnah inició la visita al Pakistán Oriental con la que comencé esta entrada y se comportó como un pirómano al que hubieran soltado en medio de un incendio con una lata de gasolina.
Jinnah llegó a Dhaka el 19 de marzo. El 21 de marzo pronunció uno de esos discursos que ayudan a hacer amigos. En él afirmó que la cuestión del idioma la habían suscitado los enemigos de Pakistán para dividir a los musulmanes. Reafirmó que el urdu, todo el urdu y nada más que el urdu sería el idioma nacional y quien pensase de otra manera era un enemigo de Pakistán. El 24 de marzo fue a la Universidad de Dhaka que era el corazón de las protestas y repitió el mismo discurso, llegando a afirmar que ir contra el urdu equivalía a ser un comunista y un traidor. Por primera vez en muchos años, fue interrumpido por la audiencia con protestas de “no, no”. Debió de ser un golpe tremendo para el ego del que ya era conocido en todo el país como “el Gran Líder” (“Quaid-i-Azam).
En mi opinión, el gran error de Jinnah en dicho discurso fue más cómo presentó el mensaje y la manera en que apoyó sus argumentos, que lo que dijo. Jinnah admitió que Pakistán Oriental utilizase el bengalí como idioma oficial, si así lo quería. Pero no dejaría de ser un idioma provincial. El idioma nacional tenía que ser el urdu. Aquí empleó el viejo y falaz argumento de que el urdu era el idioma de cien millones de musulmanes del subcontinente y el idioma que mejor encarnaba la cultura y tradición musulmanas, amén de ser el más próximo a los idiomas de otros estados musulmanes (esto último en razón de los abundantes préstamos que había tomado del persa, el árabe y el turco). Curiosamente, creo que hubiera sido mejor el argumento contrario: que el urdu, al ser un idioma no vinculado a ninguna provincia y ser poco hablado, podría ser un idioma mucho más neutral que el bengalí, que carecía de hablantes en la parte occidental del país. Es esta argumentación la que aseguró en Indonesia que fuera el bahasa indonesia y no el javanés el idioma oficial y ha funcionado perfectamente.
Aunque el discurso de Jinnah en la Universidad fue un fiasco político, la situación aún hubiera podido reconducirse. Aquella noche una delegación de estudiantes departió con Jinnah y le presentó un memorándum pidiendo que en bengali fuera uno de los idiomas de Pakistán. Lo que siguió fue un diálogo de sordos que Jinnah convirtió en querella abierta al poner en duda que hubiera grandes hombres de letras en bengalí. Además de cabrear a los estudiantes, puso en evidencia su desconocimiento de la cultura bengalí al olvidarse de Rabidranath Tagore, entre otros.
En vísperas de su partida de Pakistán Oriental, Jinnah pronunció una alocución en la radio. En ella trató de pasarles la manita por el lomo a los bengalíes, recordándoles sus logros a pesar de la persecución de los malvados hindúes. Pero también remachó la necesidad de unidad y disciplina. Asimismo tuvo unas palabras para la cuestión lingüística, que “si no se le pone freno, podría llevar a consecuencias graves.” Esta profecía se cumpliría finalmente.
Un poco más adelante, Jinnah dijo que la controversia lingüística sólo era el componente de un problema mayor: el provincialismo, y advirtió contra el riesgo de pensar en términos de bengalíes, punjabis o sindhis, porque entonces el país se rompería. Creo que su lectura era correcta. Pienso que Jinnah era perfectamente consciente del potencial desestabilizador del movimiento por el idioma, pero que equivocó tanto el tono como la manera de abordarlo. Tal vez sea que después de tantos años como líder supremo de la Liga Musulmana y de verse aclamado como el padre de la patria se le había olvidado cómo se conjuga el verbo contemporizar.

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