Revista Expatriados

Morir por una lengua (2)

Por Tiburciosamsa

El 8 de abril de 1948 el Ministro Principal del Pakistán Oriental, Khwaja Nazimuddin, promovió una enmienda en el Parlamento provincial, que decía: “El bengalí será el idioma oficial sustituyendo al inglés en la provincia de Bengala Oriental; esto se aplicará tan pronto como las dificultades de orden práctico hayan sido resueltas. El medio de instrucción en las instituciones educativas de Bengala Oriental será, en la medida de lo posible, el bengalí, o la lengua materna de la mayoría de los estudiantes de dichas instituciones.”
Parece una proposición razonable, ¿verdad? Pues bien, para muchos bengalíes fue como una traición. No pensaban conformarse con menos que con ver a su idioma como uno de los idiomas nacionales del país. Uno piensa que los políticos del Pakistán Occidental hubieran debido ceder. ¿A fin de cuentas que más daba un idioma oficial más? Pues sí que daba, porque al día siguiente los sindhis, los punjabis y los baluchis habrían pedido lo mismo. Realmente, lo más sabio habría sido dejar el inglés como único idioma nacional.
Lo anterior hubiera sido una consideración práctico-política para rechazar el bengalí como idioma nacional. Pero había otra teñida de ideología: el bengalí no era lo suficientemente islámico. Para empezar, no utilizaba un alfabeto derivado del árabe, sino uno emparentado con el del hindi. Su vocabulario científico y literario provenía del sánscrito, no del persa o del árabe. Llevados estos argumentos al extremo, podía incluso aducirse que un buen musulmán siempre preferiría el urdu, más próximo al árabe, que el bengali.
Muhammad Shahidullah, un afamado lingüista bengali, hizo unas declaraciones en diciembre de 1948, que marcaron un paso más en el conflicto. “Es verdad que hay hindúes y musulmanes. Pero lo que les trasciende es que en esencia son bengalíes. Esto es una realidad. La naturaleza con su propia mano ha impreso la marca del bengali de tal manera en nuestra apariencia y lenguaje que ya no es posible esconderla.” Es decir Pakistán se habría creado para dar una patria a los musulmanes indios y ahora venía Shahidullah y decía que ser bengalí importaba más identitariamente que ser musulmán.
Cuando algo se politiza, las tonterías que se pueden decir son infinitas. En marzo de 1949 se había constituido el Comité de los Principios Básicos, cuyo objetivo era definir los principios que deberían integrar la futura Constitución de Pakistán. El Comité recomendó, ¡faltaría más!, que el urdu fuese el idioma nacional. Pero también formuló recomendaciones más originales para “islamizar” el bengalí. La primera, y más obvia, que se escribiese con alfabeto árabe. La segunda que se le purgase de términos sánscritos, que serían reemplazados por otros urdu, árabes o persas.
En octubre de 1951 el Primer Ministro Liaquat Ali Khan fue asesinado. Le sustituyó Khwaja Nazimuddin, quien había sido Ministro Principal de Pakistán Oriental. Nazimuddin procedía de una familia de terratenientes bengalíes y, curiosamente, hablaba mejor el urdu que el bengalí. Con una educación cosmopolita y un talante aristocrático no era la persona más adecuada para entender la importancia del populismo y del provincialismo. Sincero y honesto, muy musulmán, le faltaban, sin embargo, capacidad de decisión y energía. Seguramente habría sido un Ministro de Cultura muy competente en un país occidental, pero ser Primer Ministro en el Pakistán de los 50 requería otro género de redaños. A poco de alcanzar el poder, Nazimuddin declaró ante la sesión que celebró en Dhaka el 26 de enero de 1952 la gobernante Liga Musulmana: “El urdu será el lenguaje estatal de Pakistán”.
La Liga Awami, creada en 1949 como una alternativa bengalí a la Liga Musulmana, vio en las declaraciones de Nazimuddin la ocasión para hacer un poco de ruido. Nuevamente el leit-motiv fue la cuestión lingüística. Había muchos otros motivos de descontento, pero habían descubierto que la cuestión lingüística era una herramienta muy eficaz para movilizar a la gente. La Liga Awami consiguió además el apoyo de las organizaciones comunistas y de los estudiantes.
Durante el mes de febrero hubo marchas y protestas. El 20 de febrero se promulgó una orden que prohibía las manifestaciones en Dhaka. La reacción fue convocar una huelga para el día siguiente. Los estudiantes celebraron ese mismo día una reunión en el campus de la universidad en desafío de la orden y para pedir la oficialidad del bengali. La policía y las fuerzas paramilitares reaccionaron con una fuerza excesiva. Murieron cinco estudiantes. El movimiento por la lengua tenía así sus primeros mártires.
Es difícil dar una idea de la simbología que tuvieron estos mártires y los mitos que se tejieron en torno a ellos. Para dar una idea del lugar que ocupan en el imaginario bangladeshi, trascribo parte de un texto sobre los mártires que he encontrado en un blog dedicado a temas bangladeshies (www.mukto-mona.net). El fragmento se refiere a uno de ellos, Rafiq, que estaba en vísperas de casarse y había salido a comprar cosas para la boda: “Rafiq, debido a su amor por el idioma bengalí, en lugar de ir a casa, se unió a la protesta del Movimiento por el Idioma Bengalí organizada por los estudiantes de la Universidad de Dhaka, dejando las compras con su sobrino. Su amor por su lengua materna superaba a su pasión por su amor de infancia Panu, a la que nunca regresó como prometido…”El nacionalismo y los temas identitarios son capaces de producir textos de una cursilería que ni el más almibarado de los poetas románticos es capaz de emular.
El 21 de febrero de 1953 hubo manifestaciones en todo el Pakistán Oriental para conmemorar el primer aniversario del “Día de los Mártires, como fue llamado. La mayor parte de las oficinas y establecimientos de enseñanza cerraron. Los manifestantes se pusieron crespones negros. Más de 100.000 se reunieron en Dhaka.
En buena medida los disturbios en el Pakistán Oriental y la incapacidad de Nazimuddin para ponerles freno llevó al Gobernador General de Pakistán a cesarle en abril de 1953. Lo reemplazó con otro bengalí conservador y de familia terrateniente, Muhammad Ali Bogra, quien en el momento de su designación era el Embajador de Pakistán en Estados Unidos.
Bogra tenía mejor olfato político que Nazimuddin. Hizo de la elaboración de la Constitución su prioridad. En mayo de 1954 dio un paso sustancial al anunciar que el bengalí sería idioma oficial del país junto con el urdu. La Asamblea Constituyente reconoció la decisión el 7 de mayo con el apoyo de la Liga Musulmana.
¿Apaciguó aquello los ánimos? Más bien todo lo contrario. Otros grupos étnicos se manifestaron para pedir que sus idiomas también fueran oficializados. Los defensores del urdu salieron a la calle para protestar contra la decisión de Bogra. Y al final ni tan siquiera los partidarios del bengali quedaron contentos, porque sus opositores consiguieron que la decisión apenas fuese puesta en vigor.
He leído a quien afirma que en todo caso la decisión de Bogra llegó demasiado tarde. Creo que incluso si se hubiera adoptado en 1947, las dos mitades de Pakistán habrían terminado separándose. La cuestión del idioma, aun siendo importante, encubría brechas mucho más profundas entre los dos Pakistanes. En el fondo el problema no era tanto el idioma como determinar si era posible un reparto armonioso del poder o ver cuál de las dos mitades dirigiría el país.
Termino aquí la entrada, en el momento en el que los partidarios del bengali consiguieron de alguna manera su objetivo. La Constitución de 1956 reconocería efectivamente tanto al bengalí como al urdu como idiomas oficiales de Pakistán.A pesar de eso, quince años después se rompería el país. Prefiero pararme aquí porque los últimos quince años del Pakistán unido merecen una entrada más larga y no limitada solamente a la cuestión del idioma.

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