
Todavía resuena en mi cabeza su música cada vez que pienso en esta serie, con sus chunchun chun chunchun y sus pipi piribíiii. Qué grande era Motivos Personales. Sí, grande.
Recalco lo de grande no porque tema que algún listillo venga a decirme lo contrario. No creo que nadie se quiera exponer a un linchamiento público de todos los fans que tiene esta serie. Lo recalco para que quede bien claro que he dicho “grande”. Ni “buena”, ni “estupenda” ni “maravillosa”. He dicho “grande”.
Y es que a ver, aunque la recordemos con mucho cariño, Motivos Personales era una serie más bien mala que, de hecho, ha envejecido de forma un tanto rancia. ¡Quieto parao! Antes de que me linches, te recordaré que he dicho que la serie era “grande”. Y mira, subo la apuesta. Motivos Personales era muy grande.

Paralelamente, teníamos a la familia Acosta, dueños de los laboratorios en los que trabajaba el marido de la protagonista. Mientras ella intenta averiguar quién es el asesino, esta familia intentaba salvar la empresa en medio de una auténtica guerra por el poder.
Es decir, Motivos personales era una mezcla de thriller y misterio con culebrón del bueno. Llena de giros, de sorpresas y de momentos muy locos. Fueron dos temporadas de infarto que nos tuvieron a muchos pegaditos al televisor semana tras semana hasta llegar a un final que, debo admitir, ha sido el más épico y redondo que ha visto este país.
¿Era buena Motivos personales? A ver, no. Lo que era era una mamarrachada demencial. La madre de todas las mamarrachadas. Empire, Revenge, Dallas y How To Get Away With Murder juntas y bien revueltas. Si Shonda Rhimes fuese una señora de Cuenca, habría producido esta serie. Pero oye, que no sea buena en estándares de calidad que nos permitan compararla a Juego de Tronos no significa nada. Como mamarrachada, ¡era genial! ¿Qué digo genial? Era lo mejor de lo mejor.
Empezando por la música y acabando por las caras de intensidad de la Bosh. Las muchas muertes, las mentiras, los engaños, los personajes locos, los muchos asesinos... Droga de la buena made in Spain.

La serie tuvo muchos aciertos. No será buena, pero sí es muy grande y va siendo hora de que la pongamos en valor. Era una mamarrachada, pero de las buenas, de las que quitan el sueño a la mismísima Olivia Pope. Y es que, queridos, en España también sabemos hacer las cosas bien y desde hace ya bastante tiempo.
Y lo mejor de todo es que no perdemos la esperanza. Tal vez algún día Telecinco se anime a abrir el maletero del coche de Ginés García Millán y nos regale una tercera temporada (#T5RenuevaMotivosPersonales). O tal vez Boomerang consiga repetir el éxito de Los misterios de Laura y consiga vender los derechos para una adaptación en EEUU. ¿Quién sabe? ¡Soñemos! Si algo nos han enseñado las Pretty Little Liars es que el mamarrachismo no tiene límites.