Con la muerte de Johnny Hallyday (París, 1943) este martes a los 74 años se va una leyenda del rock europeo en general y del francés en particular.
Icono para los amantes del género como nuestro Loquillo, el músico francés, el Elvis Presley francés (por así decirlo, aunque sea reduccionista), desmintió el pasado mes de marzo los rumores que apuntaban que padecía un puto cáncer. Pero ha terminado sucumbiendo ante un cáncer de pulmón.
"La afluencia de mentiras que circulan sobre mi estado de salud me ofende profundamente", escribía entonces el músico, al tiempo que admitía estar siendo tratado contra unas "células cancerosas" detectadas recientemente.
Y aún añadía: "Las noticias alarmistas difundidas por algunos medios de comunicación y las redes sociales son erróneas, incómodas e indignas. La modestia y la discreción deben permanecer en este tipo de palabras, aunque no sea más que por respeto a los míos".
"Estoy tratado por excelentes profesionales en los que tengo una total confianza. Mis días no están hoy en peligro. Es una lucha que llevo con orgullo con mi esposa y mis parientes. Nos vemos en el escenario", remachaba entonces.
Ahora, lamentablemente, ocho meses después, conocemos la noticia de su fallecimiento, en unos días en los que anunciaba en las redes sociales el lanzamiento de su enésimo, incontable disco.
D.E.P. Johnny, cruza el paraíso de nuestra mano, por un instante, hacia la eternidad: "Nada permanece, todo se desvanece, sé que no puedo quejarme, trataré de no engañarme, siempre cuestión de tiempo llegar al precipicio, yo bajando a los infiernos y tu cruzando el paraíso".
Su obra es inabarcable y lamentablemente bastante desconocida al sur de los Pirineos, a pesar de haber vendido 110 millones de discos durante los últimos cincuenta años. A pesar de sus problemas de salud, preparada un nuevo álbum y, por supuesto, su regreso a los escenarios.