Hay momentos que son desencuentros, imperseptible para la mayoría de los mortales; mortales para quienes quedaron al menos por un segundo en medio de la nada, tan pero tan solos como un barco en un desierto...
Hay un momento, un puto momento,
en el que a tu boca no le corresponde la mía,
y el mundo acelera el paso,
y los relojes pierden -uno a unos- a los tics
y los tacs se encuentran todos juntos
en medio de una inmensa e incomprensible soledad
de esas que ni el Gabo fue capaz de imaginar.