Revista Cultura y Ocio

Muerte súbita, álvaro enrigue

Publicado el 13 agosto 2014 por Ana Ana Fidalgo
MUERTE SÚBITA, ÁLVARO ENRIGUEDUELO DE TITANES
Muerte súbita, 2013
El tenis es un juego elegante con despliegue de actividad física, lo que lo hace más atractivo a los espectadores que el ajedrez, el golf o el billar (por poner algún ejemplo de otros juegos considerados refinados). Es el más intelectual de los deportes de duelo, donde dos adversarios pugnan por demostrar fuerza, resistencia e inteligencia. Si, además, los contrincantes son dos figuras de la talla de Quevedo y Caravaggio y el juez de silla es Álvaro Enrigue, el partido se promete apetecible y estimulante.

Y no defrauda. El lector se siente como un espectador provocado por la expectación del duelo. El hecho de que el narrador manifieste inseguridad (No sé de qué trata este libro), el hecho de que sus ideas se inmiscuyan en la historia de una forma un tanto anacrónica (la trama nos conduce a través de los siglos XVI y XVII), con una desfachatez atrevida y estimulante, no es más que un juego retórico dialéctico de los que tanto y tan bien abusó Quevedo, una interpositio en forma de captatio benevolentiae mediante la cual manifiesta que, en realidad, lo que le fastidia es que los malos jueguen con ventaja. No deja de participar este narrador entrometido del mismo despliegue lúdico de los duelistas, como árbitro del partido de la realidad histórica donde se enfrentan unas autoridades opuestas: justicia y poder, dos fuerzas que sirven siempre a amos enfrentados, igual que los rivales de un buen partido de tenis. Porque en la Historia no hay némesis para la maldad, no hay catarsis para la hybris, y en este punto es donde el narrador manifiesta su rendición, su incapacidad para superar con la ficción la supremacía incontestable de aquella.El narrador quiere manifestar que esta novela no es una novela. No lo es: es un partido de tenis donde la pelota va y viene como los sucesos del devenir histórico que cada golpe ilumina, desde Ana Bolena hasta Hernán Cortés, pasando por los papas contrarreformistas del Concilio de Trento, todos emparentados por el dibujo caprichoso del juego, que igual que la Historia no obedece a criterio alguno de justicia poética. Por eso los malos juegan con ventaja y vencen en esta lid. MUERTE SÚBITA, ÁLVARO ENRIGUE
Caravaggio es un genio juvenil, parrandero y asesino, Quevedo un insólito jovenzuelo borracho que comienza el partido perdiendo moralmente y lo termina machacado por la insolencia con que ganan los que detentan el poder (aunque no la justicia).  “La novela es la única defensa que se tiene contra la historia; produce otra explicación del mundo”. Son palabras de Álvaro Enrigue. Quizás entonces esta nos sirva para superar la aflicción por la ausencia de justicia en los desenlaces de la vida.



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