Post sobre el trabajo de Anna Di Prospero, Maia Flore, María Sánchez, Irene Cruz y Karina Beltrán. Publicado originalmente en ABSOLUT NETWORK el día 28 d abril de 2014.
Cada vez más utilizamos las imágenes para expresarnos y para relacionarnos entre nosotros. El lenguaje visual está ganando terreno en nuestras prácticas cotidianas y se está convirtiendo en forma de comunicación prevalente. Las posibilidades técnicas que tenemos a nuestro alcance para crear, reproducir y transmitir imágenes a través de medios audiovisuales y soportes multimedia, cada vez más asequibles y amigables, nos están convirtiendo en productores y consumidores compulsivos de fotografías y videogramas. Cada vez más, aprendemos lo que conocemos a través de las imágenes.
Para describir este fenómeno, el filosofo y sociólogo italiano Giovanni Sartori acuño en 1997 el término homo videns. Según su fascinante teoría, la humanidad habría entrado en una nueva era, en la cual el lenguaje perceptivo por imágenes habría substituido el lenguaje conceptual fundado esencialmente en la palabra. Este predominio de la imagen sobre la palabra estaría llevando a cabo una verdadera mutación genética del ser humano. Dicha mutación nos estaría convirtiendo progresivamente, del antiguo homo sapiens, producto de una secular cultura escrita, en un nuevo homo videns, producto de una cultura esencialmente visual.
Según la teoría de Sartori, los hombres y las mujeres que vivimos en el siglo XXI formaríamos parte de una nueva especie, típica de una nueva edad histórica, la del homo videns. En este post propongo que nos apropiemos de esta definición, que la robemos, y que la utilicemos como clave interpretativa de nuestro tiempo; dilatando su alcance semántico y simbólico hasta incluso romper sus límites originales. Lo que vamos a hacer, por lo tanto, es liberar esta definición de su connotación estrictamente científica y declinarla al femenino, para que podamos hablar no sólo de “homo videns” sino también de “mulier videns”.
Partiendo de esta revisión del concepto de homo videns de Sartori, lo que se expone a continuación es un diálogo visual entre cinco mulieres videntis: cinco miradas fotográficas femeninas del siglo XXI, que están interpretando el mundo actual desde una perspectiva muy personal. Cinco artistas, de edades diferentes y con trayectorias diferentes, que están desarrollando en estos años un discurso visual de gran calidad, con resultados estéticos y poéticos, en mi opinión, excelentes. Buena visión.
Anna Di Prospero
Nacida en Roma en 1987, Anna Di Prospero es la fotógrafa revelación del panorama artístico italiano de los últimos años. Se trata de una fotógrafa de gran talento con una sólida formación, desarrollada en el IED de Roma y en la School of Visual Arts de New York. Mujer de su tiempo, debe parte de su éxito también a un uso experto de las redes sociales. Con 19 años empezó a publicar sus fotografías en su perfil en Flickr. Al cabo de un año, el periódico italiano Repubblica.it publicó una photogallery online con algunas de sus fotografías. A partir de entonces, Anna empezó a recibir propuestas de galerías y a ganar premios y reconocimientos nacionales e internacionales. Su poética se centra esencialmente en el género artístico del autorretrato, que trabaja de diferentes maneras en las distintas series que lleva realizando desde mediados de los años 2000. En sus fotografías, su figura se relaciona con personas, tanto familiares como desconocidos, y con edificios y estructuras arquitectónicas. Muy conocidas son las series Self-portrait, que lleva realizando como work in progress desde el año 2007 y en las cuales el autorretrato está concebido como una puesta en escena intimista, donde la reconocibilidad de su rostro se hace casi siempre inaprensible. En la serie Urban self-portrait (2010-2012) su cuerpo interactúa con edificios emblemáticos como el Auditorium Parco della Musica de Renzo Piano (Roma); el Museo Guggenheim de Frank Gehry (Bilbao); las Viviendas Sociales en Carabanchel de Temperaturas Extremas Arquitectos SLP (Madrid) o el Jewish Museum de Daniel Libeskind (Berlín) entre otros. Las dos fotografías que presentamos aquí son del año 2011. Se trata de dos tomas con una fuerte connotación autobiográfica, puesto que en ellas la artista se autorretrata con dos mujeres fundamentales de su vida: su madre y su abuela.
Anna Di Prospero, Self-portrait with my mother, 2011.
Anna Di Prospero, Self-portrait with my grandmother Alfreda, 2011.
+ info: Anna Di Prospero
Maia Flore
Considero la francesa Maia Flore (1988) una de las jóvenes fotógrafas actualmente más interesantes. Su trabajo se caracteriza por una gran imaginación, acompañada por un dominio excelente de la técnica y una cuidada puesta en escena, que en la mayoría de las ocasiones protagoniza ella misma. Poco conocida en España, participó en la edición 2013 de GETXOPHOTO con la serie Sleep Elevations (2010-2013). Su trabajo me dejó totalmente fascinado desde el primer momento por la frescura e intensidad de su poética. La sencillez y el orden dominan sus composiciones, que son capaces de evocar atmósferas de indescifrable misterio. Su estética claramente surrealista nos invita a flotar, como en una especie de estado de ebriedad entre el sueño y el recuerdo, el miedo y el deseo. Cuenta ella misma que su primer acercamiento a la fotografía fue absolutamente negativo. Al principio la odiaba, pero poco a poco fue aprendiendo a utilizar la cámara de manera profesional. Además de la fotografía, trabaja también las video proyecciones y la escultura. Una disciplina, esta última, que influencia de manera evidente muchas de sus fotografías, como se puede apreciar tanto en las fotografías que presentamos aquí, pertenecientes a la serie Adventures (2013), como en la serie anterior Morning Sculptures (2011-2012). Actualmente vive entre Francia e Islandia, donde, entre otras cosas, se dedica a crear imágenes para el grupo de música folk electrónica Minor Sailor, del que forma parte junto a Jeremy Joseph.
Maia Flore, Serie Adventures, 2013.
Maia Flore, Serie Adventures, 2013.
+ info: Maia Flore
María Sánchez
Lo que siempre me llamado la atención del trabajo de María Sánchez (Ávila, 1977) es la profundidad de su poética de la desaparición, desarrollada a través de una economía de recursos visuales extrema, casi austera. Toda su obra se caracteriza por una gran coherencia. Como afirma ella misma, de lo que trata su trabajo es, esencialmente, de plasmar la invisibilidad y la ausencia. Tanto sus fotografías como sus videos, instalaciones o performance evocan una voluntad de fusionarse con el universo, a través de una especie de disolución simbólica de la figura humana. A veces sus fotografías son autorretratos en situaciones íntimas. Otras veces su corporeidad se exaspera hasta el punto de convertirse en un mero objeto de la composición. Las dos fotografías que presentamos aquí pertenecen a la serie Bocetos para el Invierno (2011-2012): una serie que, en su conjunto, conforma lo que María llama un «diario emocional». Es decir: un diario redactado por imágenes a partir de sus propios estados anímicos y de su deseo de explorar las potencialidades expresivas y poéticas de los objetos de la vida cotidiana. La serie guarda una relación evidente con la pintura de interiores del siglo XVII y especialmente con el género del bodegón. Se trata de situaciones construidas a la manera de la naturaleza muerta, dentro de un espacio escénico muy estrecho, casi claustrofóbico que restringe el campo visible, creando un universo de referencia casi ascético. El cuerpo que vemos representado en las dos fotografías que se presentan aquí, en realidad, no es otra cosa que un objeto más del bodegón. El formato circular de las fotografías enfatiza un cierto poder espiritual de las imágenes, introduciendo el elemento retórico de la rima visual; evidente en un caso en la forma de la taza y en el otro en la postura de la mano, en la forma de la mandarina y en los círculos de los motivos geométricos y vegetales estampados sobre la sabana. Las dos fotografías, a bien mirar, son en realidad dos vanitas. Dos memento mori que nos hablan de la precariedad y fragilidad de la existencia humana.
María Sánchez, Serie Bocetos para el invierno, 2011-2012. Cortesía: María Sánchez.
María Sánchez, Serie Bocetos para el invierno, 2011-2012. Cortesía: María Sánchez.
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Irene Cruz
Al igual que Anna Di Prospero y Maia Flore, Irene Cruz (Madrid, 1987) pertenece a la así llamada Generación Y (la de los nacidos en las décadas de los ochenta y noventa). Se trata de una fotógrafa que llevo meses siguiendo. Actualmente reside en Berlín y desarrolla su labora artística principalmente entre Alemania y España. Su trabajo está teniendo una visibilidad creciente en Internet, gracias al interés de blogs y revistas online especializadas en fotografía y a la gran respuesta del público, que difunde y comparte con entusiasmo sus tomas a través de las redes sociales. Sin embargo, su fotografía se está exponiendo con frecuencia también en el mundo offline. Recientemente tuvimos la oportunidad de ver obras suyas en Madrid, tanto en ferias, como Casa//Arte, Room Art Fair, JäälPhoto o Art Madrid, como en algunas exposiciones colectivas. El pasado mes de febrero montó también una instalación fotográfica indie en ARCO, llamada #BlumenARCO.
El proyecto consistía en 24 fotografías 10×15 cm. colgadas sin permiso en una pared de la feria en IFEMA. Las fotografías, pertenecientes a la serie Blumen (2013) y podían ser cogidas libremente por los espectadores. Lo único que se les pedía a cambio era que se subiera una imagen de la foto escogida, con un comentario, en cualquiera de las redes sociales utilizadas habitualmente, con el hashtag #BlumenARCO. De esta manera, la que se presentaba en apariencia como una exhibición de fotografías se convertía en un proceso participativo viral a través de las redes sociales. Empezando a circular por el web, las imágenes acababan teniendo una vita otra como meta-imágenes digitales de las imágenes fotográficas originalmente colgadas en la pared. Lo que destacaría principalmente del trabajo de Irene Cruz es, por un lado, su dominio de la técnica y su gran atención al nivel estético de sus fotografías y, por otro lado, su esfuerzo constante para superar los logros de su estilo personal y para desarrollar conscientemente un lenguaje poético visual autónomo. La serie Blumen ha sido recopilada en el libro fotográfico homónimo, publicado a comienzo de este año. En la introducción del libro, Eduardo Rodríguez Merchán escribe: «La fotografía como el resto de las bellas artes es un cincel (o quizá también un martillo) con el que el artista moldea el mundo para que la imagen que resulta “hable”, “diga cosas”, “proponga” y “conmueva”. Y las fotografías de Irene conmueven por su inasible belleza, por su inmensa sencillez y al mismo tiempo y de forma paradójica por las infinitas propuestas visuales que destilan, por la gran cantidad de sugerencias que nos hacen». Las fotos que presentamos aquí son anteriores a la serie Blumen y pertenecen respetivamente a la serie Stimmung (2013) y Seele (Inner Tales) (2011).
Irene Cruz, Serie Stimmung (Stimmung, the emotional landscape), 2013. Cortesía: Irene Cruz.
Irene Cruz, Serie Seele (Inner Tales), 2011. Cortesía: Irene Cruz.
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Karina Beltrán
Sigo desde hace tiempo el trabajo de Karina Beltrán (Tenerife, 1968), de quien soy un gran admirador. Su inicial formación pictórica sigue influyendo en su mirada fotográfica y a menudo se hace patente en su dibujos, pinturas y obras híbridas en las que las técnicas se confunden en un diálogo plástico constante y complejo. Es éste el caso de una de sus últimas series, Polaroids (2010-2012), en la que entran en juego el dibujo, la fotografía desde el iPhone y la artesanía de la confección a través del hilo de coser y la aguja. Entre las cinco artistas que presentamos aquí, es la que tiene la trayectoria más sólida y consolidada. En 2012 presentó sus creaciones reciente en una gran exposición personal que le dedicó el Centro Atlántico de Arte Moderno (CAAM) de las Palmas de Gran Canaria. Comisariada por Omar-Pascual Castillo, director del CAAM, la muestra se titulaba Karina Beltrán. Escenarios, Constelaciones, Polaroids. En el catálogo que se editó en aquella ocasión, David Barro escribió: «Karina Beltrán no busca lo espectacular, al contrario. Lo sencillo ordena su universo. Pero si es verdad que la imagen se toma en un instante, también lo es que cobra forma tras ser perseguida lentamente, como pausa o espera. De ahí su densidad, algo propio de quien pinta trabajando el defecto de la imagen. Las imágenes de Karina Beltrán demandan nuestra complicidad para acercarnos a ellas. Como quien busca detrás del sueño». Las dos fotografías que presentamos aquí pertenecen a la serie Hide and Seek (2010) y fueron realizadas durante su estancia en Londres. Se trata de dos imágenes típicas de su personal mirada poética. Una mirada ligera y al mismo tiempo profunda, que consigue llevar a la superficie de lo visible la potencia y la belleza de emociones que proceden de las vivencias más íntimas y recónditas.
Karina Beltrán, Hide and Seek (El escondite) 18. 2010. Cortesía: Karina Beltrán.
Karina Beltrán, Hide and Seek (El escondite) 7. 2010. Cortesía: Karina Beltrán.
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