Confieso que leí un par de libros de Terry Pratchett por morbo, por saber como se lo montaba el autor para hacer una saga y un mundo de fantasía épica en clave irónica. Llegué a este mundo fantástico con expectativas bajas y quizá por ello me sorprendió en positivo. Las novelas en clave fantasía irónica de Mundodisco son un placer y un divertimento. No te hacen soñar, pero te hace reír, algo que tiene mucho mérito.
El color de la magia (1983) fue la primera de las novelas de esta saga que tiene, ¡40 títulos! Dios mío, pero ¿acaso no duerme Ferry Pratchett? ¿Hay alguna churrería cerca de su casa? En cualquier caso, este tipo, que como Homer Simpson trabajó en una central nuclear antes que sus libros le permitieran dejar tan apasionante labor, ha sabido reinventar un género cuyos cánones a veces son muy férreos. Y lo hizo por la vía de la parodia. Los libros de la saga Mundodisco pueden encontrarse en librerías y en Internet, como ebooks en epub, mobi, pdf y kindle en Amazon, la web de Casa del Libro y en Barnes and Noble.
Si el también británico J. R. R. Tolkien insulfó a algo que no tenía vida un aliento épico en El Señor de los Anillos, Pratchett tiró la casa abajo o más bien la allanó, puesto que el mundo inventado es un amplio territorio de tierras llanas sostenidas por cuatro elefantes cuyas patas se apoyan en un tortuga estelar, la Gran A’Tuin. Así, en Mundodisco existen magos de tercera fila más preocupados por llenar el buche que por los misterios de su escuela, ladrones tontos muy tontos y guerreros más preocupados en la extorsión que en sus supuestos ideales. ¿Una multitud de Don Quijotes en un mundo de hadas? Algo así. A mí me parece una lectura perfecta de verano, refrescante, divertida y amena.
Para hacerse una idea, lo mejor será dejar un breve extracto perteneciente a la novela Ronda de Noche.
«(La Guardia se dirige a la universidad invisible, justo cuando Ridcully estaba en la bañera.)Los agentes de la Guardia se giraron y se lo quedaron mirando. Un enorme pegote de espuma, que hasta el momento había estado desempeñando un servicio excelente a los mínimos de la decencia, se deslizó lentamente hasta el suelo.—¿Que pasa? -dijo en tono cortante-. ¿Es que nunca habíais visto un mago o que? Un agente de la Guardia se puso firme e hizo el saludo reglamentario.—Capitán Zanahoria, señor. Nunca, ejem, habíamos vistotanto de un mago, señor. Ridcully le dedicó esa mirada lenta e inexpresiva de quienes sufren deficiencia grave de coger las cosas al vuelo.—¿De qué está hablando, Stibbons? -preguntó con la comisura de la boca.—Va usted, ejem, insuficientemente vestido, señor.—¿Como? Llevo puesto el sombrero, ¿verdad?—Sí, señor...—Sombrero = mago, mago = sombrero. Todo lo demás son fruslerías. Además, estoy seguro de que somos todos hombres de mundo -añadió Ridcully, mirando a su alrededor. Por primera vez se fijó en otros detalles de los guardias-. Y enanos de mundo... ah... veo que también trolls de mundo... y... mujeres de mundo también, parece ser... ejem... -El archicanciller guardó un momento de silencio y luego dijo-: ¿Stibbons?—¿Si, señor?—¿Serías tan amable de subir corriendo a mis aposentos y traerme mi túnica?—Claro, señor.—Y entretanto, te ruego que me hagas el favor de prestarme tu sombrero...—Pero si ya lleva usted puesto el suyo, señor -dijo Ponder.—Así es, así es -dijo Ridcully despacio y con cautela a través de su sonrisa rígida-. Y ahora, señor Stibbons, además, ahoramismo, quiero queusted, de hecho, me preste amí, su sombrero, por favor.—Oh -dijo Ponder-. Esto... sí... »