El brillante debut en el largometraje de Aneesh Chaganty me recuerda al de M. Night Shyamalan con El sexto sentido (1999), pero mientras que ambos comparten un indiscutible mérito formal, sólo el segundo obtuvo un merecido reconocimiento de crítica y público (que no del gremio, que le nominó para seis Oscar pero no le concedió ninguno). Y también es cierto que la clave que sostiene cada uno de los filmes es muy diferente: mientras que Shyamalan armaba un gran engaño manipulando ciertas premisas que damos por ciertas para la imagen cinematográfica, Chaganty se limita a un cambio mínimo pero audaz al sustituir la instancia narradora "humana" por dispositivos tecnológicos que cumplen la misma función. El resultado es un filme que renuncia al estilo directo narrativo y opta por una tercera persona que en realidad no es una persona ni un narrador, sino ordenadores, portátiles, móviles, cámaras de vigilancia, emisiones de televisión..., cachivaches que se encargan de llevarnos a todos los lugares que requiere la historia y de presentar los elementos necesarios para que reconstruyamos el relato sin dificultades (aunque es verdad que hay que estar un poco más atentos de lo habitual). La cámara ya no es testimonio directo de los sucesos del relato, sino que accede a ellos a través de todos esos aparatos y, a partir de ahí, ofrece una narración que poco se diferencia en efectos e hitos dramáticos de las rodadas al estilo clásico. Es curioso como, gracias a un buen trabajo de guión y de dirección, apenas se notan diferencias de estilo, selección de detalles, focalización y falsas pistas entre una narración "humana" y otra tecnológica; un síntoma de hasta qué punto su acumulación e importancia las convierten sin esfuerzo en instancia narradoras, incluso en creadoras de realidad.
Searching (2018) es un filme con un formato muy del signo de los tiempos, aunque hay que decir que el episodio Conexión perdida (T6E16) de Modern Family (2009-2020) se merece el mérito de haber descubierto tres años antes las posibilidades de esta especie de narración interpuesta. En lo argumental, la historia que plantea Searching la hemos visto muchas veces, incluso con los mismos altibajos dramáticos y de suspense; pero el hecho de reconstruirla por medio de pantallas, de ofrecer pistas a través de nuestros rastros en redes sociales, hace que parezca nueva, y desde luego a las audiencias millenials les atraerá indudablemente esta nueva forma de desplegar el relato. Es una excentricidad que mantiene su encanto como reto formal (los saltos entre dispositivos, resolver cómo usar pantallas sin recurrir a la filmación directa de la acción en determinados momentos), pero sabiendo que no tiene demasiado recorrido: la originalidad reside en su escasez, porque lo contrario le restaría interés, una limitación técnica autoimpuesta difícilmente justificable en tantos filmes diferentes.
La película arranca con un prólogo modélico en el que el formato parece ser un recurso gratuito que se usará solo para poner a los espectadores en antecedentes; a medida que se despliega el relato nos damos cuenta de que no, de que únicamente accederemos a la historia a través de pantallas y apps de toda clase. Es más, Chaganty tiene en cuenta el contexto tecnológico y las primeras pantallas corresponden a la interfaz vintage de Windows 98 (y su famoso tapiz con un prado), para luego ir saltando a las plataformas que fueron llegando con el paso de los años (Youtube, Messenger, Facebook, Facetime...). No es sólo un alarde de ambientación, sino un avance de las instancias narradoras que serán determinantes a lo largo del filme. Después, lo de siempre: planteamiento, nudo, complicación, falsos clímax, nueva complicación y resolución sorprendente. Searching no exhibe un guión maestro --yo lo equiparo en originalidad y contundencia a Perdida (2014) de David Fincher-- pero se deja ver.
Además de entretener, su formato da que pensar sobre el poder que tienen las pantallas para suplantar la vida real: filtrarla, completarla, expandirla y, por supuesto, falsearla y manipularla. No es desde luego el propósito de Chaganty, que se conforma con completar una buena historia de la mejor forma posible, pero es un efecto colateral que, en mi caso, revaloriza la impresión final. Un filme muy recomendable para todas las audiencias.