Como muchos, eché de menos la presencia de Ismael Martínez Biurrun en "Mañana todavía", aquella antología de cuentos dedicada a plasmar distintas versiones y momentos del apocalipsis. De ahí mi alegría al ver publicada tres años después esta colección de novelas cortas que, por la publicidad y los comentarios, olía a género apocalíptico. Y sí, de las tres narraciones, dos pertenecen a ese subgénero; la tercera es una historia de alienígenas contada desde el particular e imaginativo punto de vista del autor. En realidad, en las tres se narran invasiones, tal como anuncia el título, de una sola persona o del planeta entero. En cuanto a la calidad, en mi opinión con pulso desigual.
Confieso que padezco un desajuste con la narrativa de Ismael Martínez Biurrun. Eso que los demás consideran postitivamente su punto diferencial, la presencia del narrador por encima de los personajes, a mí me parece negativo. No porque lo haga mal, sino porque creo que abusa de ese estilo. La diferencia de calidad entre estas tres historias se debe, sobre otros detalles, a la diferente medida con la que el autor se entromete en la mente de los personajes.
"El color de la Tierra" me parece que cuenta con un argumento más potente y, sobre todo, mejor hilado. A diferencia de lo que ocurre en la historia anterior, en esta sí se enlazan perfectamente los dos órdenes que le dan vida, el drama interior del protagonista y el apocalipsis, una invasión exterior que en realidad viene del fondo de la Tierra. Recurriendo al medio cinematográfico, si la invasión del anterior relato olía a Shyamalan, esta despide un fuerte aroma a Cronenberg. La locura global es inquietante, interesante y finaliza en clave de novela negra. Pero lo que me conquista es, precisamente, que se trata de la historia en la que menos aparece el narrador. Los personajes, aun resultando antipáticos (una constante curiosa en la obra del autor), se explican y se declaran en sus actos, no hay una voz que nos meta en su cabeza continuamente, y las figuras retóricas me parecen bien medidas, con presencia sólo en los momentos pertinentes.
"Nebulosa" es la historia con la que finaliza el libro, y la sitúo a medio camino entre las dos precedentes. El argumento me parece el más original de los tres, una milenaria pero insignificante guerra cósmica que culmina en el enfrentamiento de dos seres igualmente insignificantes, pero el devenir de la historia no me atrapa. Es el relato de un asesino en serie que se transforma en otra cosa. A muchos les despistará su conclusión, pero a mi parecer, ese enfrentamiento al borde de la gamberrada hace que la valoración final sea más positiva. Como, sopesando pros y contras, lo es la de Invasiones en conjunto, una colección disfrutable a pesar de su irregularidad.
El abismo verde, de Manuel Moyano

Mañana cruzaremos el Ganges, de Ekaitz Ortega

Los príncipes de madera, de Daniel Pérez Navarro

Hay ciencia ficción, terror, ensayística ficción, comedia contenida y una intención prospectiva muy reconocible en algunos de los cuentos, pero son principalmente la amistad, el amor, la decepción, la tristeza, la heroicidad y, en suma, el elemento humano el principal sustrato de los diferentes cuentos. Díez, como gran conocedor de este género literario, sabe que el escenario, el elemento fantástico y la mirada diferente que la cf pone a disposición del lector no son mas que herramientas que nos permiten vernos a nosotros mismos desde una perspectiva novedosa, distinta.
En esta antología no hay obras maestras, pero tampoco malos cuentos. La diversidad de contenidos le confiere amenidad. Hay sitio, además, para el abordaje clásico, con su giro final sorpresivo, y para un tratamiento más literario. Y hay referentes reconocibles (yo me he topado con Dick, Vonnegut, Dish, Silverberg e incluso Kafka, y sin embargo sigo buscando a Ballard). Quizás, por clasicismo, los dos relatos que más se amolden a lo que un lector tipo espera sean "Tren", con su carga social, y "Queda un espacio vacío", con su emotividad, y puede que sorprenda "Los abominables sucesos de la casa Figueroa", que con más de 20 años, debido a su satírico juego con los géneros, tiene una lectura actualísima. Pero yo me quedo con la esplendorosa metanarración "Busco belleza entre las ruinas" y con la maravillosa melancolía implícita en "La naturaleza del héroe", cuentos de una belleza final impactante.
La conclusión sobre esta pequeña pero completa antología es que Julián Díez se podía haber dedicado a la ficción con tanto tino como lo hizo a la no ficción, aunque se decidiera por lo segundo. Me apena pensar en lo perdido, aunque en la misma medida en que agradezco lo ganado.
