Revista Política
El vecino ibérico ha celebrado este domingo pasado elecciones generales con un entusiasmo cívico perfectamente descriptible. Una abstención récord del 41% y la desmovilización de la izquierda (fuerte derrota del PS, hundimiento del Bloco y estancamiento del PCP), ponen en bandeja de plata a la derecha lusitana (el llamado PSD y el CDS-PP) el gobierno del país.
Se trataba de decidir quien administraría los setenta y ocho mil millones de euros del rescate europeo, y al final tal dudoso honor corresponderá a los más fulleros. La derecha lusa saboteó en el Parlamento las medidas neoliberales estrictas que proponía el Gobierno Sócrates -que en definitiva serán las que ahora aplicarán ellos y seguramente con mayor brutalidad-, dejando a éste contra las cuerdas y obligado a convocar unas elecciones que tenía perdidas de antemano. Una jugada suciamente oportunista que una vez más, rinde beneficios electorales a un partido de derechas.
La situación económica de Portugal, una vez dilapidada por sucesivos gobiernos de izquierda y de derecha la herencia de los Revolución de los Claveles, es ya angustiosa y apunta a una quiebra social completa. La ruina de los pequeños propietarios agrícolas del norte y de las cooperativas del centro y el sur del país puede desencadenar en Portugal, en un futuro no lejano, un proceso revolucionario novedoso en Europa. Y es el que el campo portugués, que apenas ha recibido las migajas de los ingentes fondos europeos que durante casi tres décadas han llovido sobre Portugal, se encuentra de nuevo en una situación extrema, como casi todo el país por otra parte. En realidad, solo Lisboa, destinataria casi exclusiva de esos fondos, y las ciudades costeras más importantes, mantienen cierta dinámica económica gracias al turismo y algunas pequeñas industrias locales. Habrá que seguir de cerca la evolución de Portugal, porque seguro que dará mucho que hablar en los próximos meses, una vez el nuevo Gobierno de derechas haya metido a fondo el cuchillo de las "reformas" en la carne de las clases trabajadoras y populares portuguesas.
Distinto es el caso de Perú, el otro país que ha celebrado elecciones este fin de semana. Los peruanos han tenido que elegir entre Guatemala y Guatepeor: entre un chusquero golpista populista y la hija de un criminal y corrupto expresidente.
Ollanta Humala es -otro más- un muñeco inicialmente fabricado en el taller de títeres de la "Venezuela bolivariana". Tosco, primitivo y populachero, Humala se ha revelado sin embargo lo suficientemente listo como para tomar distancias respecto a un Chavez en declive y proclamar que ahora su modelo es Lula. Frente a él ha tenido a un especímen de la cuadra de Alberto Fujimori, que era quien realmente se presentaba a las elecciones tras la máscara de su hija Keiko. Fujimori, modelo de gobernante autoritario y corrupto, dio nombre a la técnica del autogolpe de Estado, el fujimorazo, esa figura nada retórica ensayada sin ir más lejos en España por el Gobierno Aznar a raíz del 11-M de 2004.
Finalmente ganó Humala porque los sectores de la "derecha ilustrada" peruana, espantados con la posibilidad de que regresara El Chino al palacio presidencial, se volcaron con él. Tras la "moderación" que ha imperado en la campaña electoral de Humala no es difícil percibir la mano de la burguesía limeña -con Vargas Llosa como portavoz-, que al parecer ha conseguido limar las garras del tigre y de paso enseñarle a hablar en público sin producir sonrojo en sus oyentes mínimamente cultos. Veremos que da de sí este gorila en trance de domesticación y aburguesamiento.
El caso es que por razones en principio aparentemente distantes, Portugal y Perú parecen caminar con buen paso hacia el abismo. El panorama internacional recuerda cada vez más al comienzo del viejo himno anarquista:
"Negras tormentas agitan los aires
nubes oscuras nos impider ver....".
En la imagen que ilustra el post, una pancarta colgada en un parque portugués llama a la huelga general.