Cada 18 de julio celebramos el día de Nelson Mandela, y queremos rendirle homenaje por ser una figura muy relevante en la lucha contra el racismo, y en la defensa de los derechos humanos y de la convivencia pacífica. Mandela nunca abandonó el ideal de una sociedad libre y democrática, donde las personas convivieran en paz y armonía, con las mismas oportunidades para todos. Estas ideas le llevaron a la cárcel 27 años, por rebelión. Pero la represión y la persecución no consiguieron que abandonara sus principios.
Su tesón y coherencia le convirtieron en una leyenda viva, ya que dedicó su existencia a la lucha por una sociedad más justa. Gobernó y siempre se mantuvo fiel a sus creencias.
Nelson Mandela no tuvo una vida fácil. Nació en una tribu xhosa, en Sudáfrica, destinado a casarse y dirigir su comunidad. Sin embargo, no se conformó con su destino. Estudió derecho, momento en el que empezó a involucrarse en la política anticolonialista, entrando a formar parte del Congreso Nacional Africano. Su objetivo era combatir las prácticas xenófobas en su país, devolviendo sus derechos a los ciudadanos de origen africano. En 1948 el Partido Nacional llegó al poder votado sólo por blancos, grupo minoritario pero privilegiado en Sudáfrica, que instauró un sistema de segregación racial, el Aparheid.
Desobediencia civil contra el racismo y el Aparheid
Mandela ganó protagonismo durante la campaña que desafiaba este sistema discriminatorio en 1954. Desde dentro del Congreso Nacional Africano promovía la desobediencia civil frente a las injusticias ejercidas por el Estado. Fue arrestado varias veces por actividad rebelde, hasta que fue juzgado por conspiración para derrocar al Gobierno, cuando resultó sentenciado a cadena perpetua.
En ese momento el régimen del Aparheid encerró a muchas personas por motivos políticos. Por ello, las cárceles se convirtieron en algunos casos en espacios de intercambios de ideas y aprendizaje. La comunidad internacional expresó su apoyó a Mandela durante años, tratando de que se le excarcelara, hasta que en 1990 le pusieron en libertad, a la edad de 72 años.
A pesar de su edad, Mandela salió lleno de energía para retomar su objetivo último: poder constituir un Estado donde blancos y negros convivieran de manera pacífica, con los mismos derechos y en armonía. En sus primeras declaraciones, afirmó que no quería establecer un sistema revanchista, que menoscabara los derechos de los blancos.
De amenaza para el Estado a Presidente de Sudáfrica
Madiba, (que significa abuelo venerable), como le conocían en Sudáfrica, pasó de ser un peligro para el Estado, a ser presidente de Sudáfrica. Esto ocurrió cuando fue elegido en 1994, esta vez sí, en sufragio universal, tras abolir el Aparheid. Su gobierno fue conciliador, invitando a miembros de otros partidos a su gabinete. Creó una comisión de verdad y reconciliación que investigara la violación de los derechos humanos durante el pasado y trabajó con decisión contra el racismo. Combatió la pobreza y aseguró la asistencia médica para todos, dentro de un gobierno que transcurría una continua búsqueda de puntos de unión para todos los ciudadanos.
Su mandato duró sólo 5 años, pero dejó una huella imborrable en Sudáfrica, por la que se le otorgaron más de 250 menciones honoríficas, entre ellas, el premio Nobel de la Paz.
Imagen: Ted Eytan _ Estatua de Nelson Mandela en la embajada sudafricana en Washington