Revista América Latina

Ni Pinochos de madera ni de metal.

Por Isa @ISA_Universidad

Posmodernidad.

-La sociedad del espectáculo y sus directores. Acciones para salvaguardar la estética contemporánea.

Por: Luis Enrique Pérez Acosta

 Con cada suceso histórico (cuando digo suceso histórico me refiero a cada una de las faces por las que ha transitado la historia de la humanidad, Prehistoria, Antigüedad, Medioevo, Renacimiento, Modernidad, Posmodernidad, aunque algunas no convivieran con la estética como ciencia pero si como apreciación) el hombre ha intentado crear procesos estéticos que condicionen su existencia, siempre a partir de sus propios conceptos, de su única forma indiscutible de ver las cosas, inmutable e inédita, sobre todo ¨inédita¨. Estableció convenciones que trazan la dinámica de vida de las sociedades contemporáneas, bueno cada convención fue contemporánea con su época.

Pero lo que nunca esperó el ser humano, fue el transito de una convención personal abarcadora y dogmatica a una sociedad vencida por sus propias convenciones, dominada por un supuesto esteticismo de la vida, marcado por pensadores estancados en el concepto de lo bello, una sociedad nihilisada por los mass media configurada a partir de gustos creados por productos ficticios, innecesarios, y aculturales. Hoy en día es más fácil hablar de una cultura globalizada, occidentalista y hegemónica  que de culturas en su sentido más amplio de la palabra, culturas individuales, históricas, marcadas por un contexto físico temporal, trazadas por la línea del tiempo a partir de los hombres que la vivieron, fomentaron, e hicieron folclore.

Transgredir el proceso histórico de una cultura cualquiera y eliminarla de su curso natural hoy en día no es un crimen, es neoliberalismo globalizador, una corriente demoniaca que ha convertido el curso de la vida posmoderna en un pantano de ligerezas, en una catarsis transgresora que llena la vida cotidiana de fútiles medios de difusión masiva, de aparatos desechables por naturaleza propia, de objetos cuya única función es la de hacernos más dependientes y menos racionales, pero que a la vez no limpia de ataduras históricas, culturales, que nos identifican para hacernos más libres y menos individuales, todo sobre la base de una cultura global, neoliberal, marcada por la diferencia de pensamientos, de rasas, de sexos, pero siempre respondiendo al mismo interés, la clase dominante.

Aquí es donde quería llegar, ¿de que clase dominante hablamos? De la burguesía, de la aristocracia, del proletariado, de los burócratas o de la monarquía. No, yo creo que es importante saber que no tiene tanto significado conocer la clase dominante sino el sistema de relaciones que existen hoy en día entre estas y sus subordinados. Como diría Guy Debor en su teoría estamos viviendo dentro de una ¨sociedad del espectáculo¨ cuyo espacio escénico es el día a día, el mundo, dominado por los medios de difusión masiva, que van desde el internet hasta la TV y viceversa. Un espectáculo que es transmitido constantemente, jugando con lo que pude ser y lo que no, o sea marcado por un interés mediático y sub-versionado, siempre a partir de lo que es permisible por estas clases dominantes. Una maquinaria de intereses que no es para nada liberal, sino estructurada dentro de un marco de convenciones que nunca deben dañarse a si mismas o si no el juego deja de ser entretenido para ellos y debe terminarse.

Esta sociedad del espectáculo en la que nos encontramos, no sabe distinguir lo bueno de lo malo, porque cada concepto moral le es dictado, por medios más represivos o no, más liberales o no, pero siempre en consonancia con esa estructura preestablecida, respondiendo a ese dictador anónimo que puede ser desde una transnacional petrolera hasta un hacker ¨bien intencionado¨.

Que ironía del destino, los medios construidos para dominar las masas populares hoy dictan el modo de vida incluso de sus creadores, y el creador se transforma en creado a imagen y semejanza. Esta sociedad del espectáculo que vive dentro de una realidad ficcionada donde cada individuo es individual dentro de la maquinaria, que nos hace¨ iguales y diferentes¨. Verdad que todo parece un juego de palabras, pero lo más triste no es lo repetitivo que parezca mi lenguaje e incluso lo pobre de argumentos que aparenta ser, sino lo real que puede ser dentro de tanta ficción.

Dentro de tanta fantasía el contexto humano se define por los sucesos que van dando sentido a esta ilusión, siempre concreta y magnífica, yo soy mi ley y el mundo es mi aldea, pereciera que adolecemos de una libertad absoluta, casi mortal para aquellos que les aburre la monotonía de ideas, como a mi. De que estética podemos hablar entonces, de la estética de lo feo, de lo vulgar, de lo abstracto, de lo sublime, de lo bajo, que categorías definen esta sociedad plagada de un sin fin de libertades, que se olvida que ya no trabajamos por el sustento económico solamente, sino que tenemos que luchar por utilizar nuestro tiempo en defender esa cultura, esa estética, ese placer de lo nacional, esa historia que nos hace diferentes como personas y como pueblo, defender la individualidad nos hace diferentes ¿por qué no?

  El igualitarismo es un proceso deconstructivo de la personalidad que te enmarca dentro de un  proceso especifico, limitado porque sino sería insustentable, increíble, porque la igualdad no es un hecho humano es algo irracional e ilógico que parte de la más ¨pura conciencia colectiva¨ utópica. Por que no mejor luchar por la aceptación de la diferencia para lograr esa mejor convivencia donde cada uno de esos procesos estéticos que todos conformamos en nuestros subconsciente sea también importante.

No dejarnos reflejar en esa sociedad del espectáculo es un derecho humano, no ser cómplice de esos mancomunados magnates que se burlan de nosotros es un deber, entender que esa libertad que ellos nos proponen no es más que una trampa, un caramelo, una isla de la diversión, un país de los juguetes, que como a Pinocho quiere convertirnos en asnos, permitamos que el desarrollo florezca pero para mantenernos libres, no para esclavizarnos y llenarnos de ataduras. Dejemos que Collodi sea también un guía dentro de tanta fantasía, poniéndonos los pies en la tierra para que seamos hombres de verdad y menos humanoides dependientes de la magia de la tecnología.

Considero que debemos recuperar la autodeterminación del arte que como ciencia ya ha sido liberado, para que sea el guía de creaciones cada vez más humanas, y responda al ritual de la vida como un todo. El arte debe ser quien cree la estética contemporánea y marque el principio y el fin de su propia existencia, para que nadie diga que el arte ha muerto, solo que se transforma como mismo lo hace su creador constantemente.

 (Güicho´11)


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