Ni con signos ni con palabras, con mi hijo nos entendemos a la vieja usanza. Él, a grito pelado, y yo, ofreciéndole todas las alternativas posibles e imposibles hasta que doy con la que correcta. Nuestras conversaciones parecen concursos de la televisión en los que el premio es siempre un beso.
El nene tiene 18 meses cumplidos y sólo dice ‘ma, ma, má’, lo que en su idioma significa absolutamente todo. Pero el tío entiende perfectamente lo que le digo y sabe que prefiere un melocotón y no un quesito, y que su madre le ha dicho que recoja su león para jugar y no la grúa. Así que creo que no habla porque no le apetece, digo yo. Tampoco dice sí o no, pero ha inventado su particular sistema: un sí es una sonrisa y un no es un ademán con la mano, que le queda muy finolis y no sé de dónde habrá sacado.
Hemos probado hasta con los signos. Ya conté en un post anterior que empezamos allá por enero a aplicar el sistema de signos para bebés convencidos de sus beneficios para la comunicación y creyendo que agilizaríamos sus primeras palabras. Pero no ha sido así. Los signos no nos han funcionado por dos razones: no hemos sido muy perseverantes, y él no quiere participar. Siendo sincera, empezamos con mucho empuje y ganas pero al mes o así, al ver que no habíamos obtenido ningún resultado y que no signaba ni siquiera su palabra favorita, ‘galleta’, nos fuimos desinflando y nos entraron las dudas.
Pero, y aunque sé que podríamos haber insistido más, él no ha querido signar. Porque hay muchos signos que seguimos haciendo (quema, comer, frío, dormir o pato, por ejemplo) sin resultado. Y ya ha pasado un tiempo prudencial como para que haya hecho una especie de gesto con la mano. Una vez nos pareció que signó (o lo hizo, me he quedado con la duda) pero no lo ha vuelto a repetir. ¿Tan mal lo hemos hecho o es que mi hijo es la excepción que confirma la regla y el sistema funciona con todos menos con el mío?
Yo sigo empeñada en enseñarle al menos que haga sí o no con la cabeza, pero se me ríe como si le contara un chiste y a los diez segundos se cansa de la lección. Le pasa como con los cuentos o las canciones, que no se concentra durante mucho tiempo en aprender nuevas cosas. Está claro que su campo es el motriz: le da al balón muy bien, hasta regatea para el poco tiempo que lleva andando, y le encanta subir y bajar escalones y bordillos, lo ve como un reto.
En la revisión de los 18 meses nos recomendaron que cuando nos pida algo no se lo demos hasta que empiece a hacer el esfuerzo de hablar. Sus palabras exactas fueron: “ante el vicio de pedir, la virtud de no dar”. Pero ese sistema no me convence, más que nada porque acaba llorando y nosotros, frustrados. ¿Será una fase? ¿Explotará a hablar este verano? ¿Se reconciliará algún día con las lecciones?
¿Os ha funcionado el sistema de los signos o os habéis quedado a medio camino?
Hoy me voy de vacaciones una semana y estaré un poco alejada de blog. Volveré el 21 de julio con energías renovadas y con alguna sorpresa :-) ¡Felices vacaciones!