Revista Cine

'Niños feroces'

Publicado el 03 noviembre 2011 por Miguelmalaga


La presentación de anoche era del máximo interés para mí. Todavía no he leído nada de Lorenzo Silva, el autor de "La flaqueza del bolchevique" (la película estaba bastante bien). Su nueva novela se adscribe a la tendencia de los últimos años de revisar la historia europea del siglo XX y posar la mirada en aquellos cuyos nombres no salen en los libros de historia. En el caso de la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial, en los soldados y civiles que padecieron la catástrofe y luego tuvieron que callar, pues la desgracia era tan inmensa que afectaba a todos.
Silva nombró a los nuevos historiadores bélicos, como Antony Beevor o John Toland y a las influencias literarias que inspiran su escritura: Franz Kafka, Walter Benjamin, Marcel Proust, Ernesto Sábato o Jorge Semprún, todos profundos conocedores de los abismos del alma humana. La creación toma los más variados caminos para salir a flote. En el caso de esta novela fue una esquela en un periódico la que sorprendió tanto al novelista que fue la piedra de toque de una investigación exhaustiva. Se trataba de la nota necrológica de un ex combatiente, de un español que se sentía tan orgulloso de haber defendido Berlín con el uniforme de las SS que quiso que hubiera noticia de ello en el anuncio de su muerte.
Y es que España estuvo mucho más implicada en la Segunda Guerra Mundial de lo que comúnmente se cree. Además de que nuestro territorio fue un campo de pruebas magnífico, durante la Guerra Civil, para el conflicto que se avecinaba, la ayuda prestada por Hitler y Mussolini a Franco debía ser pagada de algún modo. Franco, con su parsimonia habitual no daba jamás ni un sí ni un no definitivos. Sólo pedía tiempo, hasta saber por donde soplaría definitivamente el viento. Cuando los alemanes invadieron Rusia, dejó que se organizara una división de voluntarios españoles que combatirían en el seno del ejército alemán. Una curiosa forma de neutralidad la española, pero el caudillo tuvo suerte, después de todo y salió bien librado de su peligroso juego.
La novela de Silva tiene mucho que ver con estos acontecimientos. Yo no la he leído aún, pero parece ser, por lo que él contaba, que no tiene la estructura de las narraciones históricas al uso. Hay una mezcla de tiempos, entre el pasado y el presente y de personajes. Cuando la lea, que espero que sea pronto, podré hablar con más propiedad de su contenido. Ahora puedo hacerlo de sus influencias, que no terminan en las ya nombradas. Dionisio Ridruejo representa la decepción de muchos falangistas españoles frente a un Franco que, lejos de establecer en nuestro país una revolución social falangista, se aferró a la jefatura del Estado casi como si de un monarca se tratara y personalizó la ideología del régimen en sí mismo. Es curioso, y es algo que yo desconocía, que hubo españoles que en el año 1944 cruzaron los Pirineos, contra los deseos del jefe del Estado, para unirse al ejército alemán y dar rienda suelta a su anticomunismo visceral.
Silva nombró a otros protagonistas de la historia, como Günter Grass, premio Nobel de literatura, que en su libro "Pelando la cebolla" reveló que había pertenecido a las SS, sin ser consciente de donde se metía. Pecados de juventud. ¿Cuál es el virus que contagió esa locura a tantos millones de alemanes? La respuesta hay que buscarla en la guerra anterior, en una Primera Guerra Mundial que sacrificó inútilmente a una generación de europeos e inoculó un odio que se desató de nuevo dos décadas después.
Pero ¿Qué clase de fanatismo motivó que algunos españoles, a los que los delirios alemanes sobre la raza aria deberían quedarle muy lejos, se alistaran en las SS y terminaran defendiendo Berlín? Esa fue la pregunta que le hice al autor. Supo contestármela con la pasión y el conocimiento de quien ha investigado mucho sobre el tema. Algunos de nuestros compatriotas fueron alistados en fábricas alemanas que sufrían todos los días los brutales bombardeos de la aviación aliada y preferían ir al frente a sufrir ese infierno de fuego diario. Otros encontraron un refugio a su deseo de combatir al comunismo y se dejaron seducir por Leon Degrelle. Y algunos, me imagino, serían meros aventureros que deseaban vivir la experiencia de la guerra total. Lo cierto es que, en el acto final de la contienda en Europa, un puñado de españoles lucharon codo con codo junto a niños y ancianos para defender las ruinas humeantes de Berlín. La novela de Silva, seguramente nos dará algunas claves de esta historia olvidada.


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