Revista Coaching

No eres víctima de tu vida

Por Maria Mikhailova @mashamikhailova

La historia de Laura

¿Te imaginas una vida de resignación? Una vida donde aceptas lo que viene, donde todo te recuerda lo poco que vales, donde ves a otros cumplir sus sueños, sus objetivos, les ves crecer, triunfar, hacer con su vida aquello que desean... mientras que la tuya transcurre en silencio, de manera apenas perceptible, extraña, ausente.

Así era Laura. Una chica que nació por error. Sus padres no contaban con que viniera al mundo.

Cuando Laura estaba a punto de nacer, tuvieron que acelerar el parto porque la enfermera no iba a quedarse más allá de su turno y tenía prisa por ir a casa.

Nació forzada, sin ganas de salir, con el cordón umbilical dándole varias vueltas a su pequeña cabeza.

Vio a su padre en un rincón, lejano y ausente. A su madre, cansada y desganada. Nadie aplaudió su llegada a este mundo.

Laura era una bebé y no supo cómo actuar. Lloraba como la mayoría de bebés recién nacidos. Poco después de nacer le detectaron hepatitis y recluyeron a Laura y a su madre en el hospital durante 10 días.

Diez días de encierro donde Laura convivió con una madre que estaba triste y ausente, que deseaba salir de aquel lugar. Era final del invierno y ya empezaban a brotar algunas flores y se estaban gestando los capullos en las ramas de los árboles, la primavera estaba a punto de estallar.

Pero Laura y su madre vivían encerradas.

¿Cómo se sentía Laura? Se había resignado. No podía hacer otra cosa. No supuso alegría para su familia más directa, nació demasiado pronto y traería problemas a sus padres.

Laura creció. Jugaba con sus muñecas, construía casas con sillas, inventaba juegos con cucharas y tenedores. Era muy creativa y siempre tenía algo de lo que ocuparse. A veces permanecía horas callada y ensimismada en sus juegos. Otras veces reclamaba la atención y hacía mucho ruido.

Pero aprendió una gran lección: no tendría la vida que deseaba. Porque no la merecía seguramente. O porque simplemente no le tocó.

Su madre nunca estuvo cerca ni le dio el amor que buscaba. Tampoco su padre. Viviría conformándose con lo que le tocase.

Cuando se puso a estudiar, fue una chica buena. Sacaba sobresalientes y notables y creía que así conseguiría el amor de su familia. Pero sus buenas notas no impresionaban a nadie.

En la adolescencia fue una chica también ejemplar. Mientras sus compañeras empezaban a fumar y salir con chicos, ella nunca salía, siempre estudiaba y cuidaba de sus hermanas pequeñas y de la casa.

Se resignaba. Era así su vida: resignación y tristeza. Cada vez se volvía más callada, más triste. Vivía con miedo permanente. Siempre preocupada por su familia, por que algo pudiera pasarles.

En la edad adulta se enamoró de alguien que no le correspondía ni podía darle todo su amor pero no pasaba nada: ¡volvió a resignarse a ser el segundo plato, si lo había sido toda su vida, si era lo más normal!

Se resignó a empleos poco cualificados para su historial académico. Se resignó a puestos de trabajo de nula responsabilidad y sueldos mínimos. Se resignó a parejas que nunca la tomaban en serio, que nunca estaban de verdad para ella. Se resignó a no salir cuando había que cuidar del hogar y la familia. Se resignó a no tener dinero, a no ser ella misma, a no perseguir sus sueños. También se resignó a sentirse muy poco atractiva y a gastar muy poco en sí misma. A hacer viajes de 3 días y conformarse con lo mínimo. Se convenció de que sus sueños no importaban, que la vida era eso: aceptar sin más.

Puede que la historia de Laura suene triste. ¿Pero cuántas Lauras conoces tú? ¿Quizás sea una amiga, compañera, hermana, conocida o incluso tú misma?

¿En qué te has resignado? ¿Dónde te has conformado? ¿Qué has aceptado que no debías?

¿Una pareja que no te ama? ¿Un jefe que te habla mal? ¿Una madre que te riñe y te menosprecia? ¿Un hijo que te levanta la voz? ¿Un trabajo que te quita salud? ¿Una profesión que va en contra de tus verdaderos valores?

Yo he conocido a muchas chicas como Laura y me duele mucho que no hagan nada. Por fortuna algunas de ellas decidieron despertar. Comenzaron un proceso de crecimiento personal muy bello y están labrándose un camino mejor.

Son mujeres valientes que todavía no lo saben. Apostaron por sí mismas y aunque tienen mucho miedo, avanzan.

Porque dentro de cada Laura hay una guerrera, hay una reina, hay una amante. Porque todas podemos y debemos brillar con nuestra luz propia. Porque es nuestro destino.

Una vez en una entrevista me preguntaron por qué hablo tanto de brillar. ¿No sería quizás prepotente pensar en el brillo?

Mi respuesta fue: ¡para nada! Brillar es maravilloso, es destapar tu potencial, es mostrarte al mundo con tus talentos, es empezar a amarte de verdad. Porque si todos llevamos dentro esa chispa de luz: ¿acaso debemos ocultarla?

Resignación vs. Merecimiento

¿Cómo sería la vida de Laura si no hubiese nacido con el estigma de la resignación? ¿Si le pusieran un collar del merecimiento?

Laura estaría llena de amor, de confianza y fuerza. Escucharía su corazón. Viviría cada segundo al máximo. Soñaría en grande sin miedo a no conseguirlo. Se sentiría grande y poderosa, fuerte y capaz de conseguir cualquier cosa que se hubiese propuesto. No dejaría nunca que nadie le hiciera daño ni la menospreciara: fuera esto familia, amigos, novios o trabajos.

Buscaría dedicarse a lo que de verdad quiere. Lucharía por sus sueños. Se caería y se levantaría. Viajaría sin miedo al futuro. Amaría sin miedo al qué dirán. Emprendería su propio camino aunque esto pudiera parecer peligroso para muchos. No escucharía a los que la desalientan en este viaje. Seguiría su propio corazón.

Y cuando alguien, envidioso de sus triunfos, tratara de hacerle daño, de rebajarla, simplemente perdonaría a esa persona y le desearía ser feliz. Porque Laura es una mujer merecedora, libre y está llena de amor y el rencor no va con ella. Se ama y se acepta a sí misma.

Laura es consciente, sabe perdonar y brilla con luz propia.

¿Te gustaría ser esa Laura renovada? A mí, sí. De hecho, la historia que te he relatado es la historia de mi vida. Soy esa Laura que se resignó al nacer y despertó un día. Hoy soy otra mujer. A veces me preguntó por qué esperé tanto tiempo. Pero ahora entiendo que todo tenía sentido así.

Ojalá tú también encuentres esa fuerza en ti para dejar de resignarte, sea en el área que sea. Que te enfades si hace falta. Que grites. Que rompas. Que no permitas que otros te hagan daño o, peor aún, tú misma te hagas daño creyéndote menos que los demás.

Eres grande, poderosa, llevas en ti la luz divina y multitud de talentos. Has nacido para brillar.

No, no eres víctima de tu vida

Si ahora te sientes poco merecedora, cambia tu collar de resignación por el collar del merecimiento. Medita cada día repitiéndote frases amorosas, afirmaciones de poder. Crea un nuevo estado.

Realizando Un curso de milagros, al que puedes acceder aquí, son lecciones gratuitas en vídeo que voy subiendo cada cierto tiempo y que son mi aprendizaje espiritual del momento, hay una lección en especial de la que me he enamorado: "No soy víctima de la vida".

Cuando lo aplicas a cada situación de tu vida, por dolorosa que sea, por conflictiva que parezca... de repente recuperas tu poder interior.

Para mí esa es la clave de vivir con merecimiento: no eres víctima de nada ni de nadie. Eres un ser libre y puedes vivir como tal si te lo permites.

Me encantaría que te convirtieras en la otra Laura, la que se ama a sí misma y elige su camino.

Descubre tu estado mental predominante

Según el Coaching Estratégico existen 3 estados mentales que te presento a continuación. Tienes que ser muy honesta contigo, porque a menudo no somos conscientes de que caemos en el estado de víctima con mucha frecuencia.

Estado mental de Víctima

Ésta es por desgracia la actitud más común. Las víctimas se sienten impotentes. Quieren cambiar, incluso saben que pueden hacerlo, tal vez alguna vez lo consiguieron, pero siempre tienen una excusa preparada. La culpa está muy presente en su vida. Y los culpables pueden ser todos: desde uno mismo ("ya, pero es que yo soy así...") hasta las personas que tienen cerca, el gobierno, las empresas o el mismísimo Dios.

Las víctimas además se protegen, pues temen actuar, se quedan en su zona de confort y se conforman con lo que tienen, aunque en el fondo eso no les satisface. Y así es como nunca pasan a la acción, no avanzan, se quedan donde están. La queja es su arma de destrucción preferida. Pueden pasarse horas quejándose y lamentándose de su vida, llegando a sentir compasión por sí mismos... pero no hacen nada o muy poco para salir de ahí.

Digamos que no se da la mínima posibilidad de probar algo diferente, pues ya va con la excusa por delante.

Esta actitud es por desgracia muy común y la mayoría de personas insatisfechas suelen tener esa mentalidad de víctima que les impide actuar y perseguir aquello que desean.

Estado mental de Avestruz

Esas personas son menos frecuentes pero tampoco suelen conseguir lo que se proponen. Un optimista exagerado es alguien que en apariencia es muy positivo, se ilusiona con facilidad, tiene aparentemente muchas ganas de cambiar y progresar. Va a todas las charlas y talleres de desarrollo personal, lee muchísimos libros de auto-ayuda, está dispuesto a cambiar... pero cuando llega el momento de la verdad, tampoco hace nada.

Se trata de personas que viven en el futuro, a diferencia de las víctimas, ancladas en el pasado. Su optimismo es excesivo y poco realista, y al final tampoco salen de su zona de confort, pues se sienten abrumadas por dudas, miedos, procrastinan y lo peor de todo: esperan resultados distintos, haciendo lo mismo.

Yo fui durante muchos años esa optimista inconsciente, leía muchísimo, aprendía nuevas técnicas, pero mi vida no cambiaba: seguía siendo infeliz en mi trabajo y relaciones personales, muchas de ellas tóxicas, incapaz de cambiar nada de la situación, pues me paralizaba el miedo al cambio.

Estado mental de Guerrera

Este último estado mental es el que realmente funciona si deseamos implementar mejoras y cambios en nuestra vida. Para una sesión de coaching por ejemplo es vital que el cliente consiga desarrollar esta actitud. Los guerreros avanzan, aunque sea a pasos pequeños, salen de su zona de confort y además ven en problemas oportunidades de crecimiento.

En lugar de culpar a otros o ilusionarse sin más, pasan a la acción, aman sus problemas, pues saben que si los superan, se superan a sí mismos y crecen en todos los sentidos. Son los buscadores de soluciones, pues se hacen responsables de lo que les sucede, adueñándose de su problema.

Mientras las víctimas y los optimistas en exceso necesitan la motivación para avanzar, los guerreros se mueven por un compromiso consigo mismos, los demás y su propósito. La motivación puede aparecer y desaparecer, habrá días malos, nos pasa a todos. El compromiso, si es de verdad, prevalece, incluso en los momentos difíciles.

El otro día, reflexionando sobre por qué unas personas consiguen mejorar su vida y otros no, me di cuenta de algo muy simple: el que no cambia es porque en realidad no quiere, porque no es realmente consciente de lo mal que está, porque en el fondo, sea optimista o víctima, su situación actual tiene algún beneficio oculto, como me pasaba a mí hace años.

Si quieres cambiar, siempre puedes hacerlo. Es así de fácil y así de difícil. ¿Cómo nos explicamos entonces que incluso las personas con mayores dificultades físicas o claros obstáculos, como por ejemplo atletas minusválidos o con alguna discapacidad, logran lo que muchos, estando en perfectas condiciones físicas, no logramos?

Como lo dice un amigo y blogger, emprendedor y psicólogo, pese a su discapacidad visual, "las verdaderas barreras no son físicas, sino las que nos imponemos nosotros mismos con la mente".

Yo te invito a analizarte y descubrir en cuál de esos 3 estados mentales o actitudes ante la vida te encuentras. Tal vez así logres entender por qué no consigues avanzar o qué te frena realmente para conseguir lo que deseas. Los problemas y el dolor son algo inevitable en nuestra vida, pero el sufrimiento es una elección. Tú eliges cómo vas a vivir tus problemas y tu vida, desde qué actitud te vas a enfrentar a ellos.


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