Revista Arte

No estamos solos II

Por Deperez5
En una entrada de este blog correspondiente al mes de noviembre, bajo el título "No estamos solos", publicamos una nota de Juan Carlos Botero aparecida en el diario colombiano El Espectador.
La nota de Botero nos pareció relevante y significativa porque revierte el invariable elogio genuflexo y acrítico que practican los grandes diarios de Occidente en sus coberturas del arte contemporáneo.
Días después, la revista Arcadia lanzó un virulento ataque contra el columnista que había tenido el atrevimiento de señalar la epidemia de fraude y estupidez amparada bajo el nombre de Duchamp, ataque que Botero responde de esta manera:
La revista Arcadia, desatinada e intolerante

por Juan Carlos Botero / El Espectador / Colombia
En su último número, la revista Arcadia dispara su editorial en contra de mi posición acerca del arte contemporáneo. No es extraño.
A varios autores de mi generación este medio nos desprecia, critica o silencia desde hace años. Lástima. Creímos que esta revista iba a ser, a diferencia de otras, más amplia y tolerante. Esa oportunidad se perdió con Arcadia hace rato.
Son muchas sus críticas, empezando con ésta: según Arcadia, yo desprecio “de golpe y porrazo” cinco décadas de arte contemporáneo. ¿Es cierto? Veamos. Los últimos 50 años incluye a artistas como Picasso, Chagall, Freud, Bacon y muchos más, junto con el arte más importante de EE.UU. luego de la II Guerra Mundial. ¿Desprecio a estos maestros? ¿No he escrito suficientes veces, en diferentes medios y momentos, a favor de casi todos ellos? ¿Lo tengo que repetir en cada artículo para evitar una acusación tan burda? Es irónico. Porque cuando la revista lanza esos juicios, de golpe y porrazo, incurre en la misma generalización que ella critica. Y en mi caso es obviamente falsa.
Mi desprecio es más específico: rechazo el arte conceptual que ahora está tan de moda. Me parece una estafa, y no soy el único. Varios de los críticos más serios de nuestro tiempo lo califican como absurdo. Así también piensa mi padre, y la revista dice que a Botero, “por sus 80 años”, le perdona la opinión, pero que yo coincida con esta tesis “en un ciego acto de amor filial” es “inadmisible”. Ahí se equivoca Arcadia: mis opiniones no dependen de mis lazos familiares, sino de mis convicciones. “Escribo bien, pero pienso mal”, agrega. Lo que faltaba. Que ahora un medio decida quién piensa bien y quién no, y cuáles ideas son admisibles y cuáles no. A esa revista le falta una buena dosis de tolerancia. Y de modestia.
También de criterios. Es un pesar que Arcadia defienda tanta basura que se está haciendo en las artes. Nuestro tiempo padece una grave ceguera cuando figuras influyentes en los medios dicen que Gustav Klimt o Andy Warhol son superiores a Da Vinci, o cuando otras comparan a Richard Serra con Miguel Ángel. Hay que ser muy ignorante para comparar a Miguel Ángel con cualquier otro escultor, y más con uno que hace grandes planchas de metal oxidado.
No todo arte le gusta a todo el mundo. Pero ésta no es una cuestión de gustos, sino de ética. Porque lo que está de por medio es un engaño, una estafa carísima que muchas veces celebran con risotadas sus mismos creadores. Richard Prince, con sus fotos tomadas de otras fotos y sus chistes pintados en telas, es el primero en decir que él vive de la estupidez de ricos incautos.
Antes el arte lo definían papas y monarcas. Luego, historiadores y curadores de museos. Hoy lo definen millonarios que ven el arte como una mercancía. Lástima que Arcadia, uno de los pocos medios culturales del país, caiga en esa trampa y avale juicios absurdos motivados por el dinero. Pero si esa es la posición de su directora, entonces que la revista siga aplaudiendo los tiburones en formol de Hirst, los conejos muertos de Cattelan, los globos de Koons, las materias fecales de Manzoni y mil tonterías semejantes. No me preocupa. Esas piezas serán tan efímeras en la historia del arte como la influencia de Arcadia en la literatura colombiana.

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