Durante mi retiro de Yoga, mis padres me mandaron una carta, pronunciando su preocupación con mi forma de vivir la vida. Me recordaron de mis logros (dos carreras, experiencia de vivir en el extranjero, seis idiomas, experiencia en grandes empresas) y expresaron su confusión que a los 33 años todavía insisto en buscar mi camino. Podría conseguir un trabajo fijo en una empresa tradicional, casarme con una persona del sexo opuesto, comprar una casa, visitar durante las vacaciones. Así como lo hicieron ellos. Están preocupados que esté desperdiciando mi potencial y perdiendo tiempo.
Mi primera reacción fue incredulidad. No podía entender que me mandaran esta carta al inicio de mi retiro de yoga, como si quisieran amargarme mis vacaciones. Mi segunda reacción fue un impulso fuerte de justificarme, de explicar, de batallar esta imagen proyectada sobre mi. Como la niña que fui (y la que seré siempre para ellos), quise rectificar donde pensaba ver decepción.
No les respondí directamente. Guardé la carta para otro día. Necesitaba tiempo para meditar, para reflexionar, para analizar qué partes podía aceptar y qué partes no me correspondían.
¿Cuáles son mis expectativas?
Mis padres tienen expectativas muy claras sobre qué significa tener éxito y llevar una vida con propósito. Por su experiencia de vida, por haber trabajado siempre en la misma empresa, por conocer una vida de estabilidad aparente perpetua, ellos proyectan estas expectativas a sus hijos. Mi divorcio, mi decisión de dejar la multinacional cuando me sentí estancada, mi decisión de volver a España por amor… les cuesta entender estas decisiones, porque están fuera de su propia zona de conforto.
Esto nos significa que no me quieran. Muy al contrario, me quieren muchísimo y se preocupan por mi. Esta fue la lección más importante de la carta. Mis padres se preocupan tanto por mi que me lo ponen por escrito, explicando sus miedos y sus expectativas y dándome así la oportunidad de conectar con ellos nuevamente, a través de las diferencias.
No me voy a justificar. Mis expectativas son diferentes. He aprendido mucho al trabajar en diferentes empresas, grandes y pequeñas. Esta experiencia me ayudarán a avanzar mi propia empresa de té japonés para convertirlo en una marca potente en el mercado nacional de té. Me gusta tener diferentes proyectos, porque me permite seguir innovando y creando. No me arrepiento de mi divorcio, porque me ha abierto la posibilidad de crear una relación más profunda con mi pareja de ahora.
Mis expectativas son diferentes, ni peores ni mejores. He aprendido que mi reto no será justificarme, sino seguir mi camino. Mis padres quieren que esté feliz, así que haré un mayor esfuerzo para transmitirlos esta sensación, en su propio idioma. La carta que me llegó al inicio de mi retiro de yoga será el inicio de una conversa más amplia, de la cual ambos lados aprenderemos a apreciarnos por nuestras diferencias. No pretendo que me entiendan, sino que sientan que no tienen por qué preocuparse por su niña. Ha crecido.