
Jugamos a los sincronismos con Federico León y Yo escribo, vos dibujás, la nueva obra que trajo al prestigioso Kunstenfestivaldesarts de Bruselas
¿Sabes? Aún sigo pensando en los sincronismos y en cómo el bus 358 que no cogí para volver a casa después de la función es también el que no encontré a primera hora de hoy para ir a una reunión, cuando además nunca suelo coger esa línea. Me pregunto si de verdad existe el bus 358 o quizás sea una alucinación o un sueño como esa sala a la que nos condujeron ayer cuando comenzaba la obra. Me divirtió entrar en ese espacio diáfano y oscuro, sin butacas, y que nos dejaran merodear por las mesas. ¿Te fijaste? Eran juegos, casi todos de mesa, con pequeñas pelotas que había que encestar: una prolongación de la canasta grande. ¿Quién no se ha imaginado lanzando una bola de algo sobre el tiempo a esa papelera que te saluda cada mañana en tu cuarto de estudiante? Lo mejor es la sensación de después. La ovación del mundo y las paredes que se vienen abajo. Todo encaja.
Un gran maestro disputa partidas simultáneas de ajedrez. De repente, sus contrincantes hacen un movimiento y al coger la pieza se la introducen en la boca. Se la comen literalmente. En otro lugar, una mujer mayor que custodia un frigorífico medio vacío juega a hacer pompas. Una pelota de baloncesto se cruza. Por detrás, aparece alguien en patinete. Más arriba, hay un balcón de cristal, denominado "cabina de silencio". En ella, alguien dibuja espirales. Mientras, nuestra tarea de observación se ve interrumpida por la entrega abrupta de lo que parecen ser unos apuntes. Parecen universitarios, por el contenido. Un texto científico subrayado y con dibujos en los márgenes que denotan las divagaciones de quien los estudió. Hay varias entregas.
Me doy cuenta de que todas esas imágenes fragmentarias me conectan con momentos de juventud escondidos en la memoria, cuando se jugaba y se estudiaba y se vivía y todo se mezclaba en sueños, como ahora. Y como en ellos, el frenesí de estímulos puede dar lugar a otro sueño distinto o su final. Pero aquí nos ponemos en fila y cruzamos a una sala iluminada, con mucha madera. Todo está dispuesto como si fuera el lugar preparado para una conferencia. Un volumen de apuntes encuadernados nos espera en el asiento. Los hojeo y de pronto aparecen unas citas de Carl Jung bajo el epígrafe La trama de sentido. Están traducidas al francés:"Nada en la naturaleza ni es ni puede ser accidental o insignificante; todo desempeña una función precisa y existe de una manera determinada. Todos los fenómenos que he visto de manera aislada estas conectados entre sí". Y más adelante: "En definitiva, todos los acontecimientos están conectados entre sí (...) Todo forma parte de una gran obra".
Alguien que dice ser astróloga ocupa el escenario. Trata de explicarnos lo que hemos visto pero yo sólo me quedo con la historia de un sueño que tuvo. Trabajaba en algún cabaret o algo parecido. Cierro los ojos y trato de imaginarla. Cuando los vuelvo a abrir allí está ella, en mitad del número, y yo me encuentroentre los espectadores. Nos vamos de allí abruptamente y atravesamos el espacio diáfano de antes, que ahora está desierto. Tratamos de quedarnos para recuperar algo de lo vivido. Al final, ganar la calle es despertarse de un sueño.
Luego me enteraré que los textos que nos repartieron antes de entrar eran en realidad adaptaciones libres de estudios sobre la vocación humana escritos por el pensador y escritor Bernardo Nante. Es curioso. Mientras tomábamos aquel vino huérfano busqué su nombre en el teléfono y me di cuenta que además tenía publicada una monografía sobre Carl G. Jung: El libro rojo. El Liber Novus (Siruela, 2011).
Recuerdo que me dijiste que a Federico León siempre le ha obsesionado la íntima coherencia que parece guardar lo aleatorio, todo ese camino azaroso compuesto de retales que termina en los lugares más recónditos de la memoria y que el autor los concita, sin saber muy bien cómo ni por qué, en el acto creador. El sincronismo te conecta de una manera muy íntima con el mundo. Todo cobra sentido porque, por fin, sientes que el destino te hace una caricia.
¿Te acuerdas del poema de Jorge Luis Borges?
"El porvenir es tan irrevocable
como el rígido ayer. No hay una cosa
que no sea una letra silenciosa
de la eterna escritura indescifrable
cuyo libro es el tiempo. Quien se aleja
de su casa ya ha vuelto. Nuestra vida
es la senda futura y recorrida"
¿Sabes? Creo que llamaré a Isane para que vaya a verla. Ya la conoces. El teatro le arranca siempre esa sonrisa traviesa e inteligente tan suya, como quien se apresta a desvelar un misterio. He visto a pocas personas disfrutar así cuando entran a una sala con un escenario y las luces de apagan. Seguro que intenta hacerse con todos esos papelotes que nos dieron y los leerá con fruición, como si fuera uno de esos miles de informes que lee en el trabajo. Pero le diré que cuando termine no intente coger el bus 358. Lo mejor es volver andando.
Sigue leyendo en Nuestro Tiempo...Fotos: © Bea Borgers

Publicado por Felipe Santos

Felipe Santos (Barcelona, 1970) es periodista. Escribe sobre música, teatro y literatura para varias publicaciones culturales. Gran parte de sus colaboraciones pueden encontrarse en el blog "El último remolino". Ver todas las entradas de Felipe Santos