"Lo que me pasa con las antologías de los Beatles es que en ninguna están las canciones que más me gustan. Más o menos por eso, yo nunca he querido hacer una antología en España. En otros países, sí". Estas palabras me las dijo Benjamín Prado, mientras caminábamos por el centro de Lima, hace unos meses. La noche anterior, habíamos conversado un poco en La Noche de Barranco, donde presentó No me cuentes tu vida, su primera antología editada en el Perú, por obra y gracia de los muchachos de la editorial Mesa Redonda. Desde esa noche, he vuelto una y otra vez a este libro extraordinario, que recoge buena parte de la producción poética de Prado, más unos pocos poemas inéditos como bonus track. Sobre la calidad de la poesía de Benjamín Prado creo que ya he dicho lo esencial en otra entrada, pero insistiré de todos modos en que se trata de una obra de primera línea, engañosa por lo bien que deja sentir, de a pocos, la solapada gravedad que guardan sus versos, con giros poéticos que tienen tanto de violento como de cálido, y a veces hasta de tierno. Una obra de gran calibre, que nos da a entender muy bien que la mano que empuña la pluma es, sin lugar a dudas, la de un Poeta de esos que pueden llevar la mayúscula por delante y con orgullo. La temática es variada, y a lo largo de las páginas, cada una de las líneas que se van encadenando sobre el papel juega a dibujar un paisaje, evocar una nostalgia o plantearse una duda, poniéndonos a nosotros, los lectores, la almohada bajo el mentón y la pistola en la cabeza (que es una de esas cosas que puede hacer la buena poesía). Cuando abres un libro de Prado pasa lo que pasa con los buenos libros: que te ves forzado a encarar tu propia mirada con un puñal en la mano, y sin embargo no dejas de sentir placer en semejante posición. En cuanto al poemario como tal, pues está muy bien, y pone sobre la mesa algunos manjares que nos dejan hacernos una muy buena idea de la envergadura total del autor. Sacaría a relucir algunos títulos de los poemas que más me han gustado, pero la verdad es que terminaría por copiar casi todo el índice del libro; en todo caso, incluye, como ya decía, unos cuantos inéditos, entre los que se incluye uno bellísimo, que hace las veces de declaración de amor a su mujer y de homenaje a Ángel González (María y el fantasma). Ya lo ven: una selección muy bien pensada. Y, si eso no es lo mejor de lo mejor (si es que debemos hacer caso de las dudas del autor respecto a las antologías en general), pues el poemario funciona mucho mejor aún, porque es una invitación de oro para seguir explorando el universo de su creación poética. No me cuentes tu vida, pues, es un libro que merece un lugar en los estantes de todo aquel que se precie de ser un buen lector de poesía. Además (y este es un dato que siempre se agradece), no es un libro caro. Yo le tengo en deuda la memoria de muchas noches y madrugadas en las que me he podido refugiar en el placer que encierran sus páginas; al resto, le dejo la tarea de comprobar lo que digo, y ya verán que no me equivoco. Aunque no dé listas, dejo uno de los poemas incluídos en el libro. Para el deleite de la peña, con una copa en alto, como debe ser.
No me cuentes tu vida
No me cuentes tu vida No me des la mitad de lo que ya no quieres.No olvides que el dolor es lo que un golperecuerda de nosotrosy si lo tocas, puede despertarse,pensar de nuevo en ti.No me hables del pasado-si quieres encontrar respuestas, correen dirección contraria a las preguntas-ni me arrastres a un tiempoen el que aún no sepaquién eres, pero ya no seas mía.¿De qué sirve arrojar peces muertos al río?¿Por qué pintar dianas encima de la herida?¿Para qué conocerte, si te puedo aprender?Acuérdate: -No existe mayor presoque el que duda entre dos puertas abiertas.-Quienes lo saben todo de aquellos a los que aman,sólo los aman... a pesar de todo.-Lo que no busca nadie, deja de estar perdido. No me cuentes tu viday entonces será solo para ti y para mí.