Revista Religión

No me hables de verde

Por Dean
No me hables de verde
Sembrar un árbol, tener un hijo, escribir un libro; o regar tu jardín durante años, criar dos hijos, leer hasta llegar a pensar que ya casi todo está escrito, no son más que tópicos, frases bonitas, metáforas de la vida, situaciones y sobre todo palabras sobre valoradas. Lo social es hoy una de ellas, pues tanto los de la extrema derecha como los de la izquierda la emplean para sus maquiavélicos planes. Cuando te atreves a encender la tele te encuentras la palabreja por todos los canales y programas faranduleros; desde el presidente de gobierno aseverando que sus medidas no van a tener un coste social hasta los líderes sindicales erigiéndose como defensores de las cuestiones sociales o la princesa del pueblo cuyo epíteto habla por sí sólo, como si el pueblo se beneficiara con sus actuaciones circenses o como si en sus intereses la prioridad fuera social y no individual. La religión es otra de esas sobrevaloradas. Mis hijos han recibido clases de religión en el colegio año tras año, no ha habido más remedio; pero esto no es más que una pérdida de tiempo, ya que en su casa ven como sus padres ni siquiera mencionan esa palabra ni mucho menos lo que lleva implícito. Si en los hogares la religiosidad brilla por su ausencia, es más que obvio que se criarán unos hijos sin prejuicios de este tipo, de igual manera que si no se tienen aficiones futboleras o y se respira un ambiente de librepensamiento, esa será la herencia, o lo contrario, que -lamentablemente- es lo que sucede en la realidad. La esperanza, esa otra gran sobrevalorada, va íntimamente ligada a la religiosidad. Ahora se ha declarado oficialmente el verde como el color del año 2013, y no es casualidad. Ante la ineptitud de nuestros gobernantes no queda otra alternativa que acudir al favor del altísimo, o lo que es igual, a los designios de la diosa fortuna, no perder la esperanza y por enésima vez esperar los brotes verdes que ya están a la vuelta de la esquina como por arte de magia; no hay que hacer nada, o lo que es peor, tomar medidas aunque sean erróneas que de todas maneras dios vendrá a socorrernos y nos pondrá a salvo. El sistema educativo debate cada cierto tiempo la validez o no de los contenidos, de los métodos y las estrategias; así mismo los cambia cada cierto tiempo asumiendo que de esta forma el nivel de la educación irá hacia arriba, como por arte de magia. No importa que no haya presupuesto, lo importante es que haya un buen método y si este lo encomendamos a dios, tenemos la esperanza de que  será la solución a todos nuestros males. Qué cansinos se han vuelto los temas sociales y religiosos; qué desastre de educación; pero sobre todo, qué ausencia más grande de pensadores y de pensamiento; qué poco piensa la gente y qué poco se enseña a la gente a pensar. Al final está trinfando la barbarie como si hubiésemos retrocedido en el tiempo y hubiésemos deshecho todo el camino andado; como si todos los cimientos de la civilización hubieran sido tirados abajo por un puñado de inescrupulosos y no nos quedara más remedio que  mirar las ruinas con tristeza y conservar como útimo recurso la religión y la esperanza. Así que no me hables de verde ni de lo que este color puede representar, háblame de que -por fin- te has detenido a pensar aunque sea por un momento; tan solo eso, y que ya no eres otro camarón de esos que tan fácilmente se dejan llevar por la corriente. No me hables de verde  

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