Hoy os voy a confesar un secreto. Yo nací princesa. Me crié en un castillo lleno de algodones. Con una madrastra, y de las buenas. Me llevaron a un cole de pago donde aprendí inglés y conocí a otros de mi especie. También aprendí francés, ballet, pintura y solfeo. Todo a la vez. Mis notas siempre fueron excelentes, menos en deporte, enclenque de mí. Los profes me adoraban y no tuve problemas en entrar en la universidad que quise. Por la puerta grande. Conocí a mi príncipe azul a los 18 y aún seguimos juntos. Una princesa de verdad, de la de los cuentos.
Pero no tengo alma de princesa. No me van los zapatitos de cristal. Ni las carrozas. Me mola ir en mi furgo con las bambas y con la prole gritando en los asientos de atrás. En la cocina voy a pelo, sin delantal, porque me gusta mancharme. Soy de las que disfrutan comiendo con las manos y no me importa limpiar cacas (nunca una cosa detrás de la otra). Las quedadas sociales me hacen sudar, yo prefiero invitar a casa a los buenos amigos, a los que no les importa que acune al niño mientras me ayudan a cortar la carne, o si me levanto 80 veces o si les recibo en zapatillas. Soy un culo inquieto, una curranta, y me sube la bilirrubina cuando tengo una entrega. Disfruto buscando cosas en Internet, organizando cualquier tipo de evento y haciendo listas. Me ponen los Excels, las Presentaciones en Power Point y los estudios de mercado…¡cómo me excitan los estudios de mercado! Soy analítica y también soy creativa. No me gusta dar órdenes, prefiero que la gente me escuche y crea en lo que hace. Me gusta liderar proyectos, pero también tener a jefes que merezcan la pena ser escuchados. No me van los castillos con tropecientas habitaciones, sueño con un loft donde compartir mis ideas y escuchar las de los demás. Me gusta buscarme la vida. Y soy de las que aprendo haciendo. Mi pasión: los nuevos negocios, los nuevos mercados, las tendencias en marketing.
Pero vivimos inmersos en esta puñetera crisis donde parece que sólo hay sitio para príncipes y princesas. Para los que están cómodos como están, para quienes no quieren cambiar el mundo. Y yo ya no quiero ser princesa. Quiero empantanarme. Quiero que me caigan proyectos a mansalva, volver a pasar noches en vela acabando presentaciones. Reunirme con los clientes. Redactar planes de empresa y llevarlos a cabo. Elaborar presupuestos y lidiar con los proveedores. Viajar y estudiar otros mercados, desvivirme por mi trabajo, y llegar a casa con la satisfacción de que he hecho algo productivo y disfrutar como una loca del poco tiempo que me quedará para mis niños.
Así que si hay alguien ahí, escuchando, por lo que más quiera, que me adopte en su mundo laboral, que me muero por volver a currar como antes, como una bestia. Que mi reino lo cedo, que yo no quiero ser princesa.