La situación era bochornosa, ni siquiera esperó a que pudiera secarse y recogiera sus cosas.
El día había amanecido soleado, hermoso, sin embargo, yendo en el coche, la brisa del invierno entraba por la ventana y la hacía temblar.Al llegar a la casa, su abuela y su tía la esperaban en la puerta. Ambas mujeres expresaban con idéntico gesto su rabia: apretaban los labios y cruzaban sus brazos bajo los pechos, por lo que Viviana estalló en una risa de mofa que no hizo sino complicar más las cosas.Darse un baño en la playa del faro o, simplemente, pasear por las dunas, eran libertades inconcebibles. De nuevo él, impotente, controlando sus ganas de pegarle, la empujó contra la pared, y le gritó:
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