Si algo le sobraba era tiempo. Apenas nada más que hacer que rumiar el asco.
Desde que la internaran en la habitación, decididos a hacer de ella alguien de quien no debieran avergonzarse ante sus vecinos, su único objetivo fue salir de allí y alejarse de ellos.
Los intentos de su familia por reducir su rebeldía eran inútiles. Cualquier argumento que pudieran esgrimir resonaba hueco en su corazón, nada la unía a los suyos.
Mientras la casa permanecía en un silencio luctuoso, afuera, en la calle, los sonidos de la vida reactivaban su rabia.
Nadie parecía acordarse de ella. Solo Feliciano, que rondaba la acera día tras día, pendiente de los movimientos que adivinaba a través de las persianas bajadas. Empatando casi sin
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