Esta semana, la quesería La Lechera de Burdeos ha organizado una nueva cata-maridaje de quesos y vinos. La idea ni es original ni es nueva, lo que no quiere decir que no fuera placentera y muy recomendable. En la pequeña aula que tienen en la rebotica de la tienda, dispusieron unas hojas-manteles donde nos fueron presentando y fuimos degustando hasta diez quesos de orígenes, texturas, olores y sabores diversos y seis vinos que nos ayudarían a disfrutar las distintas versiones de cada uno de los lácteos.Antes de nada, la enóloga de la casa nos hizo una breve introducción al mundo del queso, forma, materia prima, intensidad, olor o sabor. Una vez concluida la pequeña charla nos empezaron a presentar los quesos siguiendo un orden preestablecido. Maridando éstos, con unos vinos y otros productos que potenciaran y jugaran con el sabor de los quesos. En la primera copa nos sirvieron un Waltraud de 2010, de Torres (Penedés). Un vino hecho con uva riesling donde dominaban los aromas a azahar y jazmín. Con este vino presentaron dos quesos cremosos. Un Bûche de Pussigny, un francés de Sainte Maure de Touraine, de intensidad media hecho a base de leche de siete clases diferentes de cabra. La recomendación fue maridarlo con plátano. El segundo y siguiendo con el Waltraud, vino uno de leche cruda de vaca, el Comttesse de Vichy, queso redondo, de pasta blanda, con corteza enmohecida, rodeado por un cinturón de abeto en su presentación original y de aspereza más fuerte. Originario de la región francesa de Auvernia.
Cambio de vino y cambio de queso. Seguimos en la D. O. Penedés, pero de la casa Gramona, nos sorprendieron con otro vino blanco, Gessamí (Jazmín) de 2010, un coupage, donde destaca la variedad Muscat de Alejandría sobre la Sauvignon Blanc y la Muscat de Frontignan. Los quesos maridados fueron un Charolais de leche cruda de cabra y procedente de Borgoña, que curiosamente toma su nombre de una raza bovina. Este fue el que menos me gustó a mí, que no quiere decir que no fuera bueno. El cuarto de los quesos era un viejo conocido. El Tète de Moine (cabeza de monje), un queso suizo de leche de vaca, forma redonda, extremadamente oloroso y sabor suave. Lo presentaron cortado con la girolle, un utensilio que ralla el queso en sentido circular, dándole forma de flor. Al comerlo se deshace en la boca dejando un sabor espectacular.
Suenan los clarines y hay cambio de tercio. Con, para algunos el vino más flojo, un pinot noir de Borgoña. El Hautes-Côtes de Nuits. Seguíamos combinando quesos con vinos y frutos secos, frutas, gominolas, dátiles.La guinda vino con dos compotas ecológicas, una jalea de lima y otra de kumquat. Es turno de los quesos británicos. El Red Leicester, de elaboración parecida el cheddar, tiene un color anaranjado debido a un tinte natural. También probamos quesos españoles, que además del manchego o el cabrales, tenemos otros quesos y maravillosos, por cierto. Tomamos el Mahón de Baleares.
Para no extenderme mucho más diré que además de estos vinos, tomamos otro Borgoña pinot noir de la misma casa, Albert Bichot, que gustó más. Secret de Famille. Un merlot de Torres, del Penedes, Atrium de 2009 y como postre, un vino dulce del Sudoeste francés. Maydie Tannat Vintage. Los quesos restantes no fueron a la zaga de los primeros. Un Camembert de Normandie, nada parecido a los de las tiendas convencionales. Cremoso y sin ese aroma a amoniaco que tienen algunos de sus primos industriales. Otro inglés, el Shropshire blue, heredero directo del Stilton. Y como colofón, el afamado Comté Réserve francés y el Cántabro Picón del que ya os hablé. Un queso obtenido de la leche de oveja lacha, vaca Tudanca, Pardo-Alpina y Frisona, y cabra Pirenáica y Cabra de los Picos de Europa.
Junto a los organizadores estábamos trece desconocidos que fuimos aprendiendo juntos algo nuevo sobre el fabuloso y complejo mundo de los quesos. Una iniciación inconclusa pero que ha sembrado, al menos en mí, un gusanillo que me pide que lo alimente a base de conocimiento y queso, por supuesto. Fue una maravillosa oportunidad para catar quesos de autor difíciles de encontrar en el mercado y vinos franceses diferentes a los españoles a los que estamos tan acostumbrados.
Nos comentaron que iban a seguir con las catas y más adelante maridarían estos u otros quesos con vinos espumosos o cervezas. Dos buenas ocasiones para seguir el camino del queso y desde aquí les propongo a los de la Lechera de Burdeos, organizar una especie de club de quesos similar a los clubs de vinos que hay, como ayuda inestimable para el desarrollo de una cultura entorno a este producto tan cercano y del que, como un iceberg solo vemos la punta.
Las catas que están entorno a los veinte euros las hacen los jueves a las 8:30 en la Lechera de Burdeos, en la Plaza de Julián Romera 6 (lateral). Para reservar se puede llamar el teléfono 968 21 05 00.