Muchas veces creemos - o nos hacen creer - que preparar pastas caseras es una tarea tediosa, digna de nuestras abuelas o bisabuelas que se levantaban a las 5 de la mañana para cocinar hasta el mediodía, honrando así a todo su linaje. No voy a discutir lo práctico que resulta pasar por la fábrica de pastas para elegir una variante nueva entre todos los modelitos que fabrican, o lo simple que es caer en la tentación de llevarte a casa esa cajita sellada de ravioles, capeletis o ñoquis de la góndola de fríos del supermercado... Sin embargo, te garantizo que preparar unos deliciosos, suaves y livianos ñoquis de ricota y queso no te llevará mucho más tiempo que lo que tarda el delivery en entregarte un plato que pediste por teléfono o lo que te lleva preparar cualquier otra receta cotidiana.
Hoy te propongo poner manos a la masa (más bien a la ricota) y sorprender a propios y ajenos con un plato digno de reunión familiar o visita de amigos.
Para los ñoquis:Esta receta rinde unos 4 platos bien servidos. Tené en cuenta esto cuando te dispongas a prepararlos, porque no es lo mismo que coman dos adultos sobrios y moderados a un batallón de adolescentes hambrientos después de un partido de fútbol, o toda la mesa larga de la reunión familiar...
Mezclá 500 gramos de ricota magra de muy buena calidad (de ello dependerá el producto final) con 1 huevo de granja. Añadí 1 taza de queso rallado (el de tu preferencia o el que encuentres en tu heladera), sal, pimienta y nuez moscada a tu gusto. De a poco, incorporá 2 tazas de harina 000 (puede que lleve un poquito más; te vas a dar cuenta a medida que los prepares). Integrá todo muy bien, primero, con una cuchara de madera y, después, con las manos hasta que la masa no se te pegue en los dedos. ¡Ojo. Qué no se vuelva un mazacote porque adiós receta liviana!
Espolvoreá la mesa o mesada de trabajo con una lluviecita de harina y andá tomando porciones de masa. Con las manos formá rollitos y, con cuchillo, cortá los ñoquis de unos 2 cm. de largo. Pueden quedar así - con esa forma de cuadradito - o podés pasar cada uno de esos pequeños trocitos de masa por ese utensilio de cocina que permite darles el formato tan característico y divertido a los ñoquis (si no tenés el "enrulador de ñoquis" podés usar un tenedor). En esta parte del proceso de creación del almuerzo o cena, podés pedir ayuda a tus hijos, sobrinos, vecinitos, primitos, maridos o novios porque a todo el mundo le gusta enrular ñoquis (y si conocés a alguien que no disfrute de ese ejercicio, sospechá de su capacidad lúdica...).
La formita acanalada de los ñoquis que los vuelve inconfundibles (sí, hay muchas personas que no les hacen ese diseño y, no por eso, dejan de ser ñoquis) tiene su razón de ser. Según cuenta la leyenda gastronómica, allí, en esos casi imperceptibles plieguecitos acanalados, la salsa se deposita con mayor intensidad, combinándose con los sabores de la pasta para enriquecerla...
Mientras esperás que comience a hervir la olla alta que usarás para cocinar los ñoquis, prepará la salsa.
Para la salsa de espinacas: Picá 1 cebolla (de mediana para grande) y rehogala en una cucharada de aceite neutro. Condimentá con sal, pimienta y orégano. Cuando comience a verse transparente, añadí una taza de espinaca previamente hervida. Dejá cocinar unos minutos y agregá 2 tazas de leche. Poné el fuego bajo y dejá que se vaya formando una salsita, evitando que la leche hierva (¿Se puede hacer con crema de leche? Por supuesto, pero la salsa será menos liviana que la de mi propuesta original).
Cuando el agua de la cocción de los ñoquis pida a borbotones que incluyas a los pequeñines, ponelos a cocinar (sin sal, sin aceite, sin nada) hasta que la muchachada se agolpe haciendo la plancha en la superficie. En ese momento, los colás.
Antes de darles el baño de salsa a tus flamantes ñoquis de ricota, agregá 2 cucharadas de fécula de maíz disueltas en agua o leche a tu salsa para ayudarla a espesar. Una vez que lo lograste, siempre revolviendo para que no se formen grumos, zambullí los ñoquis en la preparación. Incorporá con algunos movimientos envolventes para que cada uno reciba una digna y abundante cuota de salsa, apagá el fuego y tapá tu cacerola para que los sabores se acentúen, complementen y amalgamen. Pasados unos minutos, serví y preparate para que los comensales te dediquen cantitos de cancha y te pidan otra vuelta.
Ricos. Riquísimos. Sanos. Sanísimos y deliciosos. Una interesante y fácil manera de incorporar ricota y espinacas en el menú. Probá esta receta y después contame qué te parecieron. ¡¡Bon appétit!!