Parece que, finalmente, se celebrará el Noroeste Pop-Rock, una de las citas imprescindibles del verano coruñés y, sin lugar a dudas, la que mejor entronca con el espíritu de la gente joven de la ciudad. Esta semana el alcalde coruñés, Javier Losada, anunció la suspensión del festival con motivo del mermado presupuesto manejado por el ayuntamiento para la celebración de las fiestas de la ciudad en el mes de agosto. Automáticamente, se alzaron numerosas voces en favor del festival, entre ellas las de los hosteleros de Riazor y la de los usuarios o fans del festival, que abrieron una página en facebook que rápidamente ganó seguidores. Ante las reacciones ciudadanas en contra de la medida anunciada, el ayuntamiento decidió rectificar, anunciando que el Noroeste Pop-Rock se celebraría, aunque con escaso presupuesto y adoptando medidas excepcionales que permitiesen ahorrar costes.
Este anuncio - contra-anuncio del ayuntamiento coruñés da mucho que pensar. Por un lado, esta corporación municipal parece empeñada en dañar el NW Pop-Rock: el año pasado la participación de El Consorcio y Raphael (aunque este último cosechó un éxito impresionante) generó una larga, enconada y agria polémica, por no ser éste el ámbito más adecuado al tipo de concierto ofrecido por los citados artistas. Este año la disputa por el cartel se convirtió en la decisión de suspender el festival, que nuevamente levantó ampollas y llevó a la movilización ciudadana. La verdad es que si protestásemos con el mismo ansia y rapidez por otro tipo de medidas, igual de drásticas pero bastante más importantes, que adoptan los políticos en España nos iría muchísimo mejor. Pero supongo que este tipo de reacciones no del todo racionales son intrínsecas al ser humano. Es verdad que hay muchas opciones posibles antes de suprimir el NW Pop-Rock: un cartel más económico, reaprovechamiento de escenarios, otros lugares de celebración..., y que todo apunta a que desde la concejalía se optó por lo más sencillo para ellos (rápido y sin tener que darle muchas vueltas a la cabeza).
Este tipo de actuaciones lo que demuestran es que las arcas de las instituciones públicas (en este caso los ayuntamientos, que son los gobiernos que menos impuestos recaudan) andan muy pero que muy justitas, y que en muchos lugares los gestores están haciendo piruetas para que no se descuadren las cuentas. También denota que se están tomando medidas precipitadas, poco elaboradas, discutidas y casi nada meditadas, y si de cara a la celebración de las fiestas ésto tiene una relevancia -seamos sinceros- escasita, en otros aspectos una mala decisión puede tener consecuencias mucho peores. Si la decisión que había tomado el ayuntamiento fuese la mejor también lo habría sido la explicación dada por el alcalde y, tal vez, no se habría encontrado con una oposición tan férrea. ¿Necesita la ciudad medio centro cívico o destinar tres vez el dinero actual a los comedores para mayores? No creo que "medio centro cívico" solucione nada, si aún fuera uno... Por otro lado, ¿son tan dramáticas las previsiones de futuro como para tener que destinar el triple de dinero a lo comedores públicos? Si es así, deberíamos saberlo. Es obvio que, en los tiempos que corren, la administración pública se ve obligada a ahorrar, pero este ahorro, ¿debe venir todo de una única fuente o puede proceder de pequeños sacrificios desde distintas concejalías, consejerías, ministerios...? Por otro lado, ¿cómo pueden explicar los políticos determinados recortes cuando se gastan cantidades ingentes, que a menudo ignoramos, en carpas, cócteles y presentaciones? ¿cómo se entiende que a un "sarao" entre autoridades se destine el mismo presupuesto que se concede a un proyecto de investigación en humanidades a desarrollarse en tres años?
Es hora de que haya una mayor transparencia en las cuentas públicas, de que los políticos se comprometan a hacer lo mejor para los ciudadanos y de que nosotros nos decidamos a ejercer nuestras obligaciones con un mayor compromiso porque está claro que si queremos podemos.