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Por José de la Peña
Sandopen
Este es el otro gran tema que me surgió para pensar tras la lectura del libro de Nicholas Carr (El gran interruptor). Describe el experimento de un economista Thomas Schelling en 1972 a propósito de la persistencia de la segregación racial en el país, a pesar de que sabía que la mayoría de los estadounidenses no era racista.
Para ello dibujó una cuadrícula en un papel, a modo de un tablero de ajedrez y colocó al azar piezas blancas y negras que representaban familias de ese color. Introdujo una pequeña regla, pese a que era una comunidad integrada y los vecinos no eran racistas, si su vecindario era en más del 50% de otro color preferían moverse a otra vivienda.
Era un sesgo pequeño, piensen en ustedes mismos, con sinceridad, y pónganse en medio de una comunidad árabe, india, china, gitana o de otro tipo que considere muy diversa a la suya, tal vez se movieran mucho antes de llegar a ese 50%. En la práctica la mayor parte de los padres suelen cambiar a sus hijos de colegio público si el nivel de extranjeros en incluso menor del 50%. No es, por tanto un sesgo que podamos calificar de muy racista.
Bueno, volviendo al experimento, ¿que ocurrió cuando se dejó moverse a las piezas con este pequeño sesgo?¿lo adivinan?. Pues que quedó un tablero la mitad blanca y la mitad negra, totalmente segregado. Ese pequeño sesgo había producido un efecto muy pronunciado. La conclusión de Schelling fue que "los pequeños incentivos, diferencias casi imperceptibles, pueden derivar en resultados extremadamente polarizados".
La pregunta ahora sería ¿Internet amplifica o atenúa estos efectos?.
Las expectativas son que Internet va a aportar más armonía, más diversidad porque va a dar voz a los que no la tienen en un mundo en que la difusión de las ideas era caro (libros, medios de comunicación, etc. no estaban al alcance de todos). Sin embargo, el experimento de Schelling nos hace dudar porque en la vida real hay "rozamiento", no es fácil vender una casa y encontrar otra, hipotecas, mudanzas, etc o cambiar de colegio y eso nos expone a más diversidad y no se llega a esa segregación completa que daba el experimento.
Sin embargo, on-line todo está a un click de facilidad. Si una persona no te gusta como piensa, no la sigues, o la bloqueas, es sencillo y rápido. Carr opina que a golpe de click podríamos estar avanzando hacia una sociedad fracturada.
Como tenemos una capacidad limitada de personas con las que podemos comunicarnos, esa "racionalidad constreñida" nos lleva a tener que poner algún tipo de filtros que nos permitan distinguir entre todas las posibles. Esa ligera tendencia nuestra hacia la similitud, por encima de la disimilitud es algo difícil, si no imposible de erradicar, ya que es parte de la naturaleza humana y nos lleva a crear comunidades on-line aun mas polarizadas que las de la vida real.
Imagínate que eres vegetariano, pro-taurino, nazi, creyente en ovnis o ecologista, etc., en tu vida real tienes dificultades para conocer algunas decenas o centenas que piensan como tú y, sin embargo, conoces y te relacionas con muchos otros que toman tus ideas a broma o no las comparten, estás expuesto a más diversidad a la fuerza. En Internet puedes conocer miles como tú sin esfuerzo, de todos los países y culturas y es fácil eliminar los diversos.
Así tienes más fuerza aparente para apoyar tus ideas y para la acción, pero ya no puedes salir de ellas, la diversidad desaparece y con ella tu capacidad de juzgar adecuadamente el mundo. Es lo que ha pasado siempre con los grupos más cerrados: terroristas, sectas, que solo veían el mundo con los ojos del grupo y sus opiniones, y solo profundizaban en ello ante el horror y la incomprensión del exterior que no entendía su fanatismo incremental, su falta de adecuación a lo que pasaba de verdad.
De hecho sacar a alguien de un entorno así era equivalente a sacarlo de una adicción. Yo lo estoy viviendo de lejos observando a una amiga a la que trato menos pero a la que sigo en Facebook y en la que cada vez más se cumple esa máxima de Churchill de que "un fanático es el que no quiere cambiar de opinión, pero tampoco quier cambiar de tema"
Y si alguien quiere introducir diversidad o un pensamiento contrario a la mayoría en ese tipo de grupos le reto a que lo intente, durará dos minutos, el grupo le expulsará con palabras y hechos (bloqueos, etc.) pues allí es para hablar y opinar como el resto, no para debatir. Como indica Carr los psicólogos han demostrado que "cuanto más habla la gente o comparte información con otras personas que tienen puntos de vista similares, más extremistas acaban siendo sus puntos de vista".
En el experimento de la Universidad de Chicago denominado Infotopía el profesor Cass Sunstein concluyó que "cuando se reúne gente que comparte una mentalidad similar tiende a acentuarse su parcialidad y tienden a difundir falsedades"
Esto aplica a la política y a las empresas también.
Por eso se suelen volver "iluminados" los presidentes del Gobierno tras el segundo mandato, porque cada vez tienen menos diversidad alrededor y menos personas que les diga que no, tienen muchos "Yes Man" en sus equipos, más que cuando llegaron al poder y dejan de leer la realidad correctamente.
También las empresas que no cultivan esa diversidad toman decisiones erróneas, menos creativas y adaptadas al mundo, se "desconectan" e inventan la realidad más que leerla. Esto lo explicó muy bien el otro día el filósofo Daniel Innerarity en una charla a la que tuve la suerte de asistir en Bilbao hablando de sociedades inteligentes y sociedades estúpidas.
Él decía que para resolver un problema de la sociedad prefería la decisión tomada por un grupo de personas no tan inteligentes pero diversas en puntos de vista y experiencias, que las de un grupo de expertos pero de visiones similares. Tal vez por esto hay tantas comisiones y grupos de expertos cuyos resultados son mediocres pese al impresionante currículum de sus miembros.
Así que cuando tome decisiones mire a su equipo o al comité, si no se siente incómodo con ninguno de los presentes es que hay poca diversidad y casi seguro que tomarán decisiones erróneas o irrelevantes para el problema.
Pero llegados a este punto alguien que no esté de acuerdo con lo dicho hasta aquí podría alegar que nada nos da más libertad que buscar nosotros mismos en Google o que añadir lo amigos que nos de la gana en Facebook, de un signo u otro.
Sin embargo, esa idea me rondaba la cabeza hasta que el otro día en el TEDxMadrid vi un vídeo de TED que no había visto y en el que mostraba lo que los algoritmos (decisiones de los ingenieros y matemáticos de las empresas de servicios de Internet) estaban haciendo con nosotros y por nosotros. El vídeo es de Eli Pariser y se titula "Beware online "filter bubbles" y con él os dejo esta segunda reflexión alrededor del libro de Carr y las inquietudes que me ha suscitado.
Lo más preocupante de todo, si lo leemos en términos democráticos, un valor que casi todos apreciamos mucho, es lo siguiente, tal y como se expresa en el libro: "Internet tiende a dividir a las personas con diferentes puntos de vista y magnificar sus diferencias. Como sugieren Brynjolfsson y Van Alstyne, ello a la larga puede suponer una amenaza para el espíritu de compromiso y para la creación de consensos que constituyen el alma del gobierno democrático"
Un corolario de lo anterior, si fuera cierto, es que cuanto más tiempo pasemos online y hagamos más cosas, la acumulación de nuestros clicks dará forma a nuestra economía, nuestra cultura y nuestra sociedad, tal vez más fragmentada y con más dificultades de entenderse.
Queda abierta esta polémica y este debate que considero de gran importancia. Ya se está pasando la etapa de "jugar" con nuestros nuevos juguetes tecnológicos y pensar en qué sociedad estamos creando con ellos y ese pensamiento ha de ser colectivo, los nuevos "juguetes" nos lo permiten.
Publicado por José de la Peña en 17:18
Sábado 1 de octubre de 2011
Urbanita, intelectualmente curioso, interesado por la ciencia, por la historia de la tecnología y por su relación con la economía. Buscador de nuevas ideas para entender mejor los cambios.
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Fuente: Sandopen:
Imagen: Cultural diversity