Francisco Ceballos-Espinoza
El 28 de marzo de 1941, la afamada escritora Virginia Woolf caminaba hasta la orilla del rio Ouse, cerca de su casa inglesa de Sussex, con los bolsillos de su abrigo llenos de piedras. Ésta vez, no quería volver a casa con la ropa simplemente mojada. No era la primera ocasión en la que intentaba acabar con su vida. No fallaría. Estaba todo dispuesto. Llegó su hora y así se despidió de su marido, Leonard Woolf.“Querido:
Estoy segura de que me vuelvo loca de nuevo. Creo que no puedo pasar por otra de esas espantosas temporadas. Esta vez no voy a recuperarme. Empiezo a oír voces y no puedo concentrarme. Así que estoy haciendo lo que me parece mejor. Me has dado la mayor felicidad posible. Has sido en todos los aspectos todo lo que se puede ser. No creo que dos personas puedan haber sido más felices hasta que esta terrible enfermedad apareció. No puedo luchar más. Sé que estoy destrozando tu vida, que sin mí podrías trabajar. Y sé que lo harás. Verás que ni siquiera puedo escribir esto adecuadamente. No puedo leer. Lo que quiero decir es que te debo toda la felicidad de mi vida. Has sido totalmente paciente conmigo e increíblemente bueno. Quiero decirte que… Todo el mundo lo sabe. Si alguien pudiera haberme salvado, habrías sido tú. No me queda nada excepto la certeza de tu bondad. No puedo seguir destrozando tu vida por más tiempo.
No creo que dos personas pudieran haber sido más felices de lo que lo hemos sido nosotros.
V.”
Se calcula, las estadísticas no son muy precisas en este sentido, que notas como la que escribió Virginia Wolf están presentes, dependiendo del país, entre 5 y 40 de cada 100 casos de suicidio. Son aquellas últimas líneas escritas por un sujeto que ha tomado la determinación de quitarse la vida. Durante las mismas expresa, por lo general, los hechos que motivaron su decisión, imparte instrucciones y/o transmite pensamientos y deseos hacia otra persona significativa en su vida. Generalmente, en soporte de papel, pero las nuevas tecnologías empiezan a estar presentes en forma de escritos en redes sociales.
Las notas de suicidio se han mostrado como una de las vías más adecuadas para estudiar las causas de un acto presente mayormente en zonas urbanas y que supone la pérdida en el mundo de una de una persona cada 40 segundos. Por cada mujer que se suicida, entre siete u ocho hombres lo hacen. Es una de las primeras tres causas de defunción entre la población comprendida entre los 15 y los 44 años y la segunda en el grupo de 10 a 24 años. La OMS estima que para el año 2020, el suicidio representará el 2,4% de las muertes que ocurran en el planeta.
Un drama del que muy pocos quieren hablar y un tabú para los medios de comunicación pero cuya solución no es el silencio. “Hablar de otras cosas, para que no se piense en el suicido, no siempre es la mejor opción. Debemos explorar la real magnitud de sus pensamientos y estar alerta a cualquier verbalización, explícita o no, que nos indique una posible ideación suicida”, explica para Onemagazine Francisco Ceballos-Espinoza, uno de los responsables del estudio que sobre estas notas está realizando el Instituto de Criminología de la PDI (Policía de Investigaciones de Chile).
El significado de la última nota.
Tratar de dar visibilidad, sentido y significado a este acto encierra el porqué de estas últimas líneas. Líneas que en su forma suele encontrarse en un estilo directo, de denuncia y reclamo. Eso es al menos uno de los resultados preliminares que arroja el estudio que se está realizando en Chile a través del uso de una serie de software de análisis que ha acercado a la PDI al perfil psicolingüístico del suicida. “Aunque el sentido común nos lleve a pensar que se trata de notas de despedida, no siempre lo son”, remarca Ceballos-Espinoza.
La temática de las notas suicidas.
No existe una temática común a todas las notas encontradas por los investigadores. Pero hay una serie de temas que se repiten en los análisis llevados a cabo. Los más usuales son la petición de perdón por el acto cometido, la distribución de los bienes, la despedida de los familiares y seres queridos, la justificación del acontecimiento, culpabilizar a un tercero por la determinación adoptada, transmitir deseos, consejos o la última voluntad, brindar agradecimientos a los cercanos, transmitir palabras de amor -aunque también de odio- hacia determinadas personas o pedir consideraciones especiales para el funeral. “Por supuesto, cada temática abordada en la nota va a depender principalmente del contexto en que se genere el suicidio, de la edad del suicida y del sexo del autor”, profundiza Ceballos-Espinoza.
Según los estudios realizados, se pueden extraer rasgos generales de las notas atendiendo a la edad del suicida. Los jóvenes escriben notas suicidas más largas, con una mayor carga afectiva (mas sentimientos positivos, pero también una carga importante de afectos negativos y reproches hacia su entorno más cercano). Los adultos mayores escriben notas más breves y concretas, verbalizando las motivaciones de su determinación (vinculadas principalmente a alguna enfermedad o la pérdida de autonomía con la percepción de ser “una carga para los demás”).
Respecto al sexo, las mujeres escriben por lo general notas con un número importante de expresiones afectivas y con un mayor uso de referencias hacia la familia y los hijos, mientras que los hombres escriben notas suicidas con un mayor uso de expresiones autoreferentes.
La evolución de las notas de suicidio.
Aunque la nota suicida, esencialmente se presenta en soporte de papel, a través de los años, los investigadores han detectado un aumento en el uso de soportes tecnológicos, tales como la publicación de mensajes suicidas en la web, a través de plataformas como Facebook, Twitter, Instagram y Snapchat. Por otro lado el uso del teléfono móvil para enviar mensajes de texto o WhatsApp previo a la muerte constituye otro de los elementos con que el suicida se está comunicando con antelación a su muerte.
“Publicar una nota suicida en redes sociales o incluso transmitir el propio acto suicida a través de internet es una práctica, lamentablemente, cada vez de mayor recurrencia. Esto, junto con elementos culturales propios de la modernidad, tiene relación con el impacto que el sujeto espera se genere a partir de su muerte”, menciona desde el entorno de la investigación.
Los destinatarios de la última nota.
A través del estudio de las notas se puede extraer también un patrón sobre a quiénes suelen ir dirigidas. “Por lo general, los destinatarios de recurrencia se ubican dentro de círculo familiar más próximo y dentro de este el cónyuge o pareja constituye el receptor de la mayoría de los últimos mensajes, seguida por los hijos y la madre del suicida”, apunta Ceballos-Espinoza.
Las notas suicidas desde el punto de vista de la grafología
Las notas suicidas también han sido objeto de estudio desde el área de la grafología, si bien sus conclusiones no son tan claras. El licenciado en derecho y grafólogo, Juan Luis Allende del Campo, tiene catalogados hasta veintisiete signos que pueden ser indicativos de esa ‘tendencia’ suicida. Cinco de esos signos lo son de decaimiento moral o de exceso de ambición, cuatro de orgullo fuera de lugar, ocho de tendencias masoquistas y auto-punitivas y los nueve restantes lo son de sufrimiento íntimo. “Obviamente cuantos más signos aparezcan en un escrito más probabilidad existen de que se halle presente una patología que pueda llevar a una persona a quitarse la vida. Pero resultaría imposible ser determinista”, indica este eminente profesor en grafología.
Así mismo, Allende del Campo indica algunos ejemplos de rasgos que predisponen, pero no implican, que una persona sea autolesiva:
El punto final al rubricar es tendencia a cortar de manera tajante situaciones tirantes. Esa predisposición puede acabar en suicidio en los momentos en que la situación parezca abocar a un callejón sin salida. Lo tenían Hitler y Himmler. Pero aclara, a su vez que “es un absurdo hablar, como he leído en ocasiones, del punto del suicida”.
Un signo de ambición desmesurada, como es la firma trepadora, muy ascendente, puede abocar también a esta solución drástica cuando esas ambiciones se derrumben del todo y la visión personal del éxito sea una visión en túnel. Pero, recalca de nuevo, que el hecho de tener “ese tipo de firma no implica esa solución final”.
Cuando la nota queda en un mal recuerdo.
Muchas de estas notas de suicidio quedan en un mal recuerdo porque el acto no acaba llevándose a cabo o se interrumpe antes de la muerte. Se calcula que por cada muerte por suicidio hay 25 intentos fallidos, cifra que aumenta respecto a adolescentes para quienes las estimaciones sugieren frecuencias de hasta 100 a 200 intentos de suicidio por cada uno consumado, a diferencia de los adultos para quienes se considera que hay cuatro intentos por cada uno consumado. En todos ellos, las mujeres triplican los intentos que realizan los hombres, quienes suelen utilizar métodos más letales.
Estudios comparativos entre mensajes póstumos provenientes de suicidios consumados y notas de despedida escritas en intentos de suicidio han arrojado como resultado una mayor verbalización del deseo de morir y un mayor uso de verbos en tiempo futuro y de referencias a los demás en las notas de suicidio consumados. “Aunque esto pudiese resultar paradójico, el suicida tiñe su muerte con elementos fantasiosos, de ahí que sus notas suicidas presenten uso verbales en tiempo futuro, pues en la muerte el suicida ve la posibilidad de reunirse con seres queridos y de cuidar a los familiares desde el más allá”, explica Ceballos-Espinoza.
Lo que nos dice el suicida.
A través del estudio de las notas de suicidio pueden extraerse líneas temáticas que sirvan de eje para políticas de prevención de este tipo de situaciones. No cabe duda que el suicidio es un proceso dinámico donde intervienen un número indeterminado de variables, pero Ceballos-Espinoza asegura: “Hemos encontrado notas suicidas cuya extensión han ocupado un cuaderno completo, notas suicidas que se han escrito en distintos tiempos, en diferentes meses e incluso años. El relato que hemos encontrado en esas notas, sin duda nos permite formular la hipótesis del suicidio como proceso, y por lo mismo desarrollar estrategias de prevención frente a un desenlace fatal”. El comisario del PDI apunta hacia un caso que recuerda, el de un joven estudiante universitario que vivía lejos de sus padres y que al fracasar en sus estudios, sostuvo un engaño por varios años recibiendo el dinero de sus padres. “En su nota suicida, bastante extensa, relata su historia y verbaliza claramente como iba postergando el acto suicida a partir de distintos eventos dentro de su historia, como el nacimiento de su sobrino, del cual se había comprometido a ser el padrino, o de otros sucesos como eran los partidos de la selección de futbol durante ese año. Acontecimientos como éstos, iba demorando el acto suicida. Hasta que finalmente, tras un par de años, se quitó la vida. Esta historia, sin duda, nos hace pensar que pudo haberse intervenido en este proceso. Fueron dos años donde, existiendo la intención suicida por parte de este joven, su entorno no fue capaz de leer las señales que presentaba y por lo mismo no tuvo la contención suficiente para cambiar su destino”.
A este respecto, existen una serie de precauciones básicas que pueden ser claves tales como reducir el acceso a los medios para suicidarse (pesticidas, medicamentos, armas de fuego, etc.); preocuparse del tratamiento de las personas con trastornos mentales, y en particular a quienes padecen depresión, alcoholismo o esquizofrenia o aquellos con dolor crónico que entiendan el suicidio como una forma de aliviar su dolor, circunstancia ésta última habitual en la tercera edad; hacer un seguimiento de los pacientes que han cometido intentos de suicidio; un tratamiento responsable por parte de los medios de comunicación del tema; prestar atención si la persona es o ha sido víctima de violencia, acoso, humillación o abuso; o atender la evolución de aquel que haya sufrido un despido en un trabajo, un divorcio o un daño en su reputación.
Efecto contagio
Uno de los motivos que puede justificar el encendido de las alarmas y un seguimiento preventivo tiene que ver con la existencia de algún suicida en la familia, circunstancia que aumenta considerablemente, siendo mayor cuanto más apego familiar existiese, el riesgo de que un sujeto se quite la vida. Es lo que se conoce como efecto contagio de esta práctica y que también se ciñe a contextos como el de un colegio o una cárcel, escenarios en los que el suicidio de un compañero aumenta significativamente las probabilidades de que otro considere o intente quitarse la vida.
Este mismo efecto copycat se puede detectar cuando una persona célebre comete un acto de esta magnitud. Notorio es sobre la población adolescente, que puede tender a imitar lo que ha hecho uno de sus referentes. En este terreno entra en juego el papel de los medios de comunicación, incluso las redes sociales, y la forma de abordar lo sucedido.
Los mensajes de alarma
“Es importante saber que es extremadamente escaso el número de suicidios que se producen sin señales presuicidas. Resulta relevante que el entorno sea capaz de leer esas señales”, alerta Ceballos-Espinoza. Precisamente, esta idea es la que articula su estudio.
Investigaciones realizadas en población de suicidas, principalmente a través de la Autopsia Psicológica, permiten establecer ciertos elementos comunes en la historia previa del sujeto antes del suicidio tales como: comentarios pesimistas acerca del futuro, desesperanza, expresión de sentimientos de soledad, sentimientos de incapacidad o inutilidad, abatimiento, verbalizaciones suicidas o irritabilidad no habitual. De todo ello puede hacerse un seguimiento en la actualidad a través de las propias redes sociales del individuo.
“Es necesario, además, estar atentos a cambios conductuales tales como cambios de la conducta alimentaria, irritabilidad, problemas para dormir. O directamente atendiendo a que se puedan realizar preparativos indirectos para la muerte tales como repartir sus bienes, regalar especies de valor o con cierto apego afectivo, dejar todos los asuntos en orden, despedirse de sus seres queridos, cerrar asuntos pendientes como deudas, problemas, compromisos, visitar lugares con cierta carga afectiva o concurrir a lugares extrañamente inhabituales” explica el Psicólogo Criminalista Ceballos-Espinoza
Otras señales que nos pueden poner en alerta son que la persona hable más de lo normal sobre el suicidio o la muerte en general, o que use expresiones como “irse”, “emprender un viaje” o “marcharse”. También puede ser habitual hablar con frecuencia sobre sentimientos de desesperanza o culpabilidad, dejar de hacer actividades que antes eran placenteras, alejarse de los amigos o familiares, empezar a demostrar conductas autodestructivas como beber alcohol, consumir drogas o autolesionarse, y en general cambios en el carácter y en la conducta, como demostrar una calma repentina después de un período de ansiedad.
Mitos relacionados con el suicidio.
Existen muchos mitos alrededor del suicidio. Restarle importancia a las amenazas suicidas constituye un grave error. Pensar aquello de ‘el que lo dice, no lo hace’ o ‘el que se mata, no avisa que lo va a hacer’ forma parte de las creencias falsas que giran en torno al suicidio.
Uno de los mitos que más peso tiene es aquel que regula que se suceden un mayor número de suicidios durante la primavera, o que el invierno se encuentra vinculado a estados depresivos que finalmente terminan en tal desenlace. “La temporalidad del suicidio es un elemento que ha sido bastante estudiado y lo cierto es que no hay resultados concluyentes al respecto y no es posible sostener tales afirmaciones”, comenta Ceballos-Espinoza. Sí parece haber cierto cuórum en torno a la relación entre los cambios drásticos de estación y estos hechos. Por otro lado, algunas investigaciones han reportado un mayor número de suicidios en temporada de festividades navideñas o en épocas de conocido estrés como el inicio del año escolar, cierre de año académico, laboral, etc...
El homicidio oculto tras el suicidio.
“Aunque no es posible hablar de una regla única, así como tampoco de una certeza científica, se espera encontrar ciertas diferencias entre una nota suicida real y una nota simulada. Esto también ha sido documentado, y lo cierto es que, pareciera que no podemos engañar a nuestro cerebro y, desde ahí, que no podamos construir una nota suicida con todas las características que presenta una nota suicida verdadera. Estudios en esta línea han arrojado una frecuencia significativamente mayor en las notas originales relativas a la pérdida y/o rechazo, expresada en la preocupación por una persona perdida, identificación y sentimientos ambivalentes hacia la misma, en tanto que, las notas simuladas parecen demostrar una menor preocupación por los demás y se centran mayormente en el suicidio y sus razones, utilizando un mayor número de negaciones que las presentes en las notas reales”, detalla Ceballos- Espinoza al respecto.
Por otra parte, el estudio de notas suicidas en el ámbito forense ha sido de gran ayuda para la investigación de muertes indeterminadas en las que no es posible establecer un claro origen médico legal de la muerte: natural, accidental, suicidio u homicidio. Por ejemplo en las muertes por caídas desde altura, sin la presencia de testigos, envenenamientos, accidentes automovilísticos, hallazgos de cadáver de larga data sin fracturas atribuibles a la acción de terceras personas, etc. En estos casos poder pesquisar un discurso suicida previo a la muerte en cartas, redes sociales, en conversaciones previas y demás producciones del sujeto, ejerce de clarificadora ayuda. Esto permite sustentar determinadas hipótesis frente a una muerte en particular.