"No se puede llamar feliz a quien no participa en las cuestiones públicas, nadie es libre si no conoce por experiencia lo que es la libertad pública y nadie es libre ni feliz si no tiene ningún poder, es decir, ninguna participación en el poder público".
Hannah Arend.
Por eso creo que todos tenemos un papel fundamental en todo lo que sucede a nuestro alrededor, que no somos simples espectadores como pretenden hacernos creer quienes ostentan el poder. Yo quiero ser libre y feliz, quiero participar en las decisiones, que no se tomen a espaldas mías, que haya claridad y transparencia en el acontecer público y un control mínimo de lo privado para que no degenere como ha venido haciendo en los últimos años. Alguien de la vida pública ha tenido la osadía de decir lo siguiente: "Si hoy hiciera una encuesta, el 80% de los españoles no ha oído hablar de lo que fue Franco o de la Guerra Civil, afortunadamente".
Y desafortunadamente tiene en mucha parte razón, ya que muchos jóvenes españoles apenas han oído hablar de Franco y la dictadura, porque en las escuelas esta terrible etapa de la historia se pasa de puntillas y, por lo habitual, con una equidistancia disfrazada de rigor que impide a los alumnos distinguir con nitidez quiénes destruyeron y quiénes defendieron las instituciones democráticas.
Una afirmación en la que se ha hecho gala de una desmesurada ignorancia nos viene a corroborar que son más peligrosos los ignorantes que los malos, que la estupidez humana nos puede sumir en el má profundo de los pozos y que hoy más que nunca hacen falta mentes pensantes que disipen ese velo de oscurantismo que cubre a esa parte de la sociedad derechona y retrógrada que aunque tiene mucho dinero, no puede comprar las conciencias de las gentes de bien.