Revista En Femenino
Creo que las chicas felices son las más bellas. Y creo que reírse es la mejor
manera de quemar calorías. Creo en los besos, en besar mucho. Creo en ser fuerte
cuando todo parece ir mal”, decía Audrey Hepburn. "Ser feliz”.
Una máxima tan manida como, en ocasiones, difícil de conseguir. Y de definir
porque, probablemente, pocas cosas existan tan subjetivas como este estado de
ánimo al que, de forma universal, todos aspiramos. Conseguir un equilibrio emocional que genere un estado de bienestar general es un mundano
(y divino) objetivo que, en ocasiones, puede verse truncado por pequeños gestos
fáciles de corregir: marcarse objetivos ambiciosos fuera de tu límite de
control, una eterna aspiración a una perfección inexistente o juzgar de forma
excesiva capítulos de nuestra vida menos afortunados son acciones que pueden
complicar tu vida.
“Las personas felices lo son
no porque tengan más que los demás, sino porque su atención está puesta en lo
importante”, sentencia con contundencia la psicóloga Patricia Ramírez, autora del libro Entrénate para la
vida, quien define la felicidad como “un estado general de
bienestar. Ser feliz no implica no sufrir, pero sí que la valoración que tú
hagas a pesar de esos baches sea positiva. Tu atención tiene que estar puesta en
lo que suma y te produce bienestar”, añade. Hablamos con ella y con
Miguel y José Ruiz, autores de los libros de
autoayuda Los cuatro acuerdos y el Quinto acuerdo, para desvelar las pistas que nos ayuden a manejar situciones adversas, hacernos
la vida más fácil y conseguir eso que llaman felicidad y que
Seneca insistía en que precisamente consistía en “no tener que
pensar en ella”. Sigue leyendo y be happy!
Tú marcas tus objetivos. A la hora de fijar tus propias
metas es fundamental que tengas en cuenta la máxima en la que incide
Patricia Ramírez. “Establecer objetivos en función de lo
controlable, no de lo que depende de otros. Esto depende de tu capacidad,
actitud y de tus recursos personales”, afirma. Controlables, pero ambiciosos,
porque tal y como recalcan la psicóloga y Miguel y José
Ruiz, los objetivos ambiciosos no son contraproducentes, siempre y
cuando “seamos conscientes de que estamos preparados para alcanzarlos”. ¿El
punto medio? Metas ambiciosas que nos saquen de nuestra zona de confort, pero no
excesivamente exigentes como para generar frustración.
No te embarques en demasiados frentes. Y es que “la
sensación de tener muchos frentes abiertos incrementa el nivel de ansiedad y
frustración”, señala Ramírez. "La clave está en saber cerrar carpetas, tanto las
que están bajo nuestro control como las que tratan problemas que no podemos
manejar. Y hacerlo siempre siguiendo esta máxima: Si puedo solucionar el
problema, actúo. Si el problema no depende de ti, “tienes que trabajar el
pensamiento y dejar de malgastar energía en algo que no está bajo tu control”,
añade la experta.
No te tortures. Si hay capítulos de tu vida que te
atormentan porque algo ha salido mal es fundamental no castigarse a uno mismo
porque precisamente lo que realmente nos atormenta es nuestra propia forma de
juzgar esos episodios. “Conseguimos pasar página cuando nos damos cuenta de que
estamos escribiendo la historia de nuestra vida y que ésta se conforma de
capítulos, algunos felices, algunos infelices, y que no siempre se consigue
cerrar esos capítulos. La solución es despegarnos de nuestros propios juicios”,
sentencian los autores del libro Los Cinco Acuerdos.
Audrey Hepburn decía:
“Pienso en rosa. Creo que reírse es la mejor manera de quemar calorías. Creo en
los besos, en besar mucho. Creo en ser fuerte cuando todo parece ir mal. Y creo
que las chicas felices son las más bellas".
Ponte en duda. Pero no a ti, a tus conocimientos, porque
“más del 80% de nuestro conocimiento está basado en mentiras, y son estas
mentiras las que crean todas esas limitaciones en nuestra vida. Por lo tanto, es
bueno ser escéptico con uno mismo y poner en duda todo aquello que sabemos para
así tomar mejores decisiones”, nos cuentan Miguel y
José Ruiz.
Busca tus pequeños placeres. Los expertos son tajantes: “Las
personas felices aprecian detalles, esos ratitos del día a los que dan valor,
los mismos ratos que pasan inadvertidos para otras muchas personas”, afirma
Patricia Ramírez. Por eso, es fundamental buscarlos y valorarlos para
incrementar el nivel de bienestar y ayudar a que tu balance al final del día sea
mucho más positivo. Un café, el paseo de vuelta a casa tras el trabajo, ver una
película antes de irte a la cama… Continúa tú la lista y ¡sé feliz!
Brigitte Bardot “He tenido éxito
en la vida. Ahora, intento hacer de mi vida un éxito”, afirmaba la
actriz.
No eres perfecta. Pero ni tú, ni nadie. “La perfección no
existe, solo la tendencia a mejorar. Cada vez que vemos algo casi perfecto,
tendemos a querer hacerlo mejor. Pero tenemos que aprender a diferenciar el
límite entre lo que está realmente bien y lo que es perfecto. Además, la calidad
que va desde lo realmente bien a lo perfecto no suele ser perceptible por los
demás. La mayoría de las veces sólo tú eres capaz de darte cuenta”, nos cuenta
Ramírez. Y va más allá para aliviar ese aspiración a un nivel
de perfeccionamiento que solo conseguirá mermar nuestra autoestima. “La relación
entre el tiempo que inviertes en hacerlo perfecto en relación al resultado de
haberlo dejado realmente bien no se justifica. Te lleva a perder tiempo en algo
que no es perceptible para la mayoría y disminuye mucho tu nivel de
productividad”.
Give thanks. Es otra de las claves de la felicidad:
ser agradecidos. “Las personas agradecidas son habitualmente personas
benevolentes. Están atentas a lo que les ofrece la vida y a las personas. El
agradecimiento es una forma de poner valor a todo aquello que disfrutas”,
sentencia la psicóloga. Además, Miguel y José Ruiz van más allá. “Porque el ser
agradecidos nos hace tan felices que nuestra respuesta inmediata es ser
generosos”.
¿Si quieres, puedes? En ocasiones, frases tan obvias que
tenemos asumidas como reales pueden causarnos más de un inconveniente en la
consecución de nuestro mundano (y divino) objetivo: ser felices. Y es que no
siempre que se quiere, se puede. La diferencia está en saber de qué depende eso
que deseas hacer. “Si lo que quieres depende de tu talento y de tus recursos
personales, sí, porque en este caso la diferencia entre el que va por ello y el
que baja los brazos es solo de actitud. Sin embargo, si lo que quieres es un
objetivo en el que intervienen la suerte, el talento que no tienes o terceras
personas, esta afirmación puede resultar frustrante”, nos cuenta la autora del
libro Entrénate para la vida.
Exprésate. “Si no estás feliz, lo primero es expresarlo,
pero lo segundo es actuar. No vacíes la mochila solo con palabras, busca un
cambio y actúa”, afirma Ramírez en un intento de esbozar la fórmula perfecta de
la felicidad. Y es que, compartir problemas y emociones es una buena forma de
lograr el bienestar, porque te puedes sentir comprendida y porque puedes ampliar
tu visión sobre posibles soluciones. Eso sí, la psicóloga pone una premisa como
máxima. “No confundas expresar emociones con victimismo. Que digas cómo te
sientes no implica que busques excusas para salir del bache”.
Cuidado con las críticas. “Para que no nos afecten es
necesario ser escéptico y escuchar. Siendo escéptico no tomamos las cosas
personalmente y, por tanto, no hacemos suposiciones”, afirman Manuel y José
Ruiz. A lo que Patricia Ramírez añade. “Debemos aportarles la
credibilidad justa, ya que cualquier opinión no es más que eso, una opinión, con
la subjetividad correspondiente”. Además, resulta fundamental analizar de quién
proviene. “Si la realiza alguien de confianza y de forma constructiva, es
aconsejable escucharla, incluso pedir más información sobre la misma. Si
proviene de alguien que quiere hacerte daño, ignora”, concluye.
Sé fuerte. Tal y como apuntan Miguel y José Ruiz, “en muchas
ocasiones los retos parecen ser tan grandes que nos causa temor llevarlos a cabo
y, por tanto, tratamos de evitarlos”. Sin embargo, la clave para ser más feliz
está en “tener el valor suficiente y la disciplina para enfrentarlos, sin tener
en cuenta el resultado que vamos a tener”.
“La verdadera felicidad es imposible sin la soledad . Necesito soledad en mi
vida como necesito comida, bebida y la risa de los niños”, sentenció
Sophia Loren cuando hablaba de la búsqueda del equilibrio
emocional.
Si algo te hace infeliz… Debes tener en cuenta que no
siempre todas las cosas que te hacen infeliz pueden desaparecer de de tu vida.
Si puedes erradicarlas, hazlo. “Si se trata de algo de lo que podemos
desprendernos porque no lo necesitamos para nuestra vida, cuanto antes decidas
no convivir con ello, mejor”, señala Ramírez. Sin embargo, igual de importante
es reconocer que hay cosas que no nos hacen felices pero que forman parte de
nuestras responsabilidades y que no podemos eliminar. “No todo lo que uno hace
durante el día produce bienestar”, apunta.
La actriz Bette Davis afirmaba: "Nunca serás más feliz de lo que esperas. Para cambiar tu felicidad,
cambia tu expectativa."
¡Organízate! Saber priorizar en tu día a día es fundamental
para ser feliz. Y la mejor forma de ordenar tu escala de prioridades es,
precisamente, teniendo claros tus valores. “Los valores marcan tu modus vivendi,
son las reglas y principios bajo los que te ordenas. Cuando te los saltas te
sientes terriblemente mal”, nos cuenta Ramírez. Por eso, si eres una persona
familiar, procura que todo lo que tiene que ver con tu familia y tu pareja sea
prioritario. “Te sentirás mucho mejor si atiendes a tus necesidades personales y
familiares. Mejorará tu humor y la forma en que te enfrentarás al trabajo
pendiente será creativa y sosegada”, añade.
Sé sincera contigo misma. Puede resultar algo obvio, pero es
una premisa fundamental para ser feliz. “Es muy importante tener confianza en
uno mismo, ya que de esta manera la decisión de cómo y cuándo comunicarmos se
hace sin temor y con sinceridad, siendo impecables con nuestra palabra”, afirman
Miguel y José Ruiz. Y precisamente esta afirmación va estrechamente relacionada
con la imagen que proyectamos. “Es lo que deseamos que los demás vean”, afirma
Ramírez. “El requisito fundamental para dar una imagen con la que nos sintamos
cómodos es tener claro cómo quieres comportarte y cómo quieres sentirte. Y ser
coherente con tu escala de valores".