Revista Opinión

Ocio y masas (II)

Publicado el 15 abril 2016 por Elperdiu
Otro de los aspectos clave del libro de Fútbol, cine y democracia es el  del cine; un cine que también, como nos recuerda José María Báez, participó de la transformación de la ciudad. 

Entre 1923 y 1936 se inauguraron en la ciudad 132 salas de cine. Un cine que desde el principio luchó por ser reflejó la realidad, (como pasó con la muerte de Joselito, recuerda el autor). Y aunque al principio estaba por debajo del teatro, por ejemplo en el espacio dedicado en la prensa, poco a poco fue comiéndole terreno. Eran locales, reflexiona Baez, más democráticos, sin palcos, sin escenarios, con bares donde todo el mundo se mezclaba. Además, al estar ubicados en la zona centro en un momento en el que la ciudad crecía, mezclaba a la población en la misma zona, en un escenario interclasista que se estaba dando en todo occidente. Gran parte del cine que se hacía en la época eran en realidad zarzuelas -la mitad de todas las que se rodaron en 1923-, y tenía su razón de ser: el publico era básicamente emigrante llegado de las zonas rurales a la capital (ocho de cada diez nuevos madrileños eran inmigrantes en aquella época). 

El libro recorre también las polémicas, por ejemplo a cuenta del sistema sonoro, para muchos una moda sin mucho futuro, o el predominio de las incipientes majors para vender paquetes y ejercer así una posición clara de dominio frente a las salas.  Estaba también el tema del idioma,  con un rechazo al subtítulo porque no toda la población estaba alfabetizada. Fue la Republica y no la dictadura, la que obligó al doblaje a través de una Orden ministerial de 1934 Pero el cine fue, nos señala con acierto Baez,  mucho más: fue un vehículo para difundir un modo de vida moderno. Extranjero y moderno. Ese modelo americano, con mujeres que fumaban, que vestían de otra manera, que trabajaban y que tenían libertad. Aquella España. 

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