Octubre… y parece que fue ayer

Empieza octubre, es lunes… y empieza ya definitivamente el curso escolar, sin saber si el curso acabará como sería normal o se hundirá el edificio antes y acabaremos en un barracón prefabricado. La imagen no es nueva: sucedió cuando estudiaba Bachillerato. Y en aquellos barracones provisionales estuvimos dos años hasta que se construyó un nuevo edificio, pasando de unos a otros en improvisados tablones cuando llovía y la distancia entre ellos se hacía impracticable y llegando a clase dando zancadas y con la suela de los zapatos llena de barro. Empezamos tarde el curso, como si nos hubieran robado septiembre. Y ahora, la sensación se parece demasiado a aquella. Parece que fue ayer.

Poco o nada queda por ver después de tanto recorte, que está mostrando la verdadera esencia, ya escudriñada, de unos políticos mentirosos antes de las elecciones con promesas basadas en fuegos de artificio y traidores a sus votantes y a sí mismos una vez alcanzada su ansiada mayoría absoluta. Algún día, los sociólogos del futuro investigarán las causas de que una realidad solo apta para individuos sin escrúpulos con el estómago contengo del fraude fiscal impida a este Gobierno acabar con el fraude fiscal: 70.000 millones de euros anuales que se escapan por las grietas de un amasijo de tuberías político-financiero para los que no hay fontaneros que lo arreglen. Este volumen equivale al 23% del PIB y es similar a todo el presupuesto sanitario. Así que de atajarlo, podríamos pagar una deuda aunque no sea nuestra, recuperar la confianza de los mercados y salir de la crisis y reiniciar el sistema. Pero no hay voluntad. Ni siquiera viene nadie del futuro a decirnos que hay una luz, que acabaremos el curso al menos donde lo hemos empezado ni para asegurarnos que algún defraudador está devolviendo lo que robó, además de la multa.