Eso es, como ya apuntó Sergio Leone en ese título de traducción escalopéndrica, y refrendó Mark Knopfler con sus punteos no menos descalabrantes. The West, the wild wild west, The Far West, las pelis del Oeste, las de indios y vaqueros de toda la vida, el género más pura y genuinamente cinematográfico. De eso va hoy esto.
¿Por qué? Porque en esta renacida página de cine creo que viene muy a cuento volver al género que lo originó todo, y además, porque se lo merece, porque me lo pidió un amigo y porque si no estás de acuerdo con todo esto, podemos solucionarlo en plano americano.
Efectivamente, el western es el género que nace con el cine, el que se transmite ligado al celuloide, y el que construye un lenguaje propio a través de las películas. Toda su iconografía, sus paisajes, su jerga, sus ritos, su mitología, en definitiva: su mundo inventado, se crea porque así lo idea el cine. Y, a su vez, el cine comienza a ser el gran vehículo de entretenimiento que triunfa entre la gente, porque cuenta historias del oeste. Pero ¿por qué han gustado siempre las películas del oeste? ¿Por qué tantas generaciones de niños en diferentes países han tenido como compañeros de infancia unos revólveres, un sombrero de cow boy, y una estrella de sheriff? (hasta que se impuso la majadería de lo políticamente correcto).
Yo no sé muy bien donde reside su atractivo. Supongo que es una combinación de elementos, como casi todo en la vida. Las pelis del oeste nos hablan de la conquista de un mundo nuevo, del encuentro entre gentes distintas, de nuevos comienzos, de redenciones, de reglas diferentes e inventadas, de aventura, de oportunidades, del espíritu rebelde e independiente que todos queremos sacar, del enfrentamiento del hombre frente a las normas, en definitiva, del romanticismo.
Del romanticismo, sí, eso he dicho. Pero del romanticismo bien entendido, no del pastelón que nos venden hoy por romanticismo (de eso hablaremos en otro momento). Me refiero al romanticismo que envuelve a ese hombre que se enfrenta solo ante las adversidades ( High Noon), el que se sacrifica por gente o por ideas que ni siquiera le importaban ( Shane), el que se adapta ( Jeremiah Johnson), el que se lo juega todo a una carta ( Unforgiven), o el que lo tiene ya todo perdido ( Wild Bunch).
Las pelis del oeste no son meras películas de "tiros y puñaladas". Nos hablan de historias humanas, de problemas de personas, de gente que duda, que se enfrenta a miedos universales, que arriesgan y toman decisiones (a veces correctas y a veces equivocadas; a veces incluso inevitables), y gente que asume el resultado de sus acciones, algo de lo que hoy parece que nuestra sociedad se ha olvidado. Sí, también los políticos.
Es verdad que las películas del oeste parece que han pasado de moda, que han sido denostadas muchas veces, y calificadas como cine "viejuno". Supongo que porque es cierto que maneja unos códigos de narración que a las nuevas generaciones de los videoclips de tres minutos y las redes sociales de diseño robótico, les quedan lejanos. Pero creo que se equivocan. Hay que aprender también a ver historias que mastican los tiempos, que dejan asumir las narraciones y procesarlas, que permiten respirar y paladear lo que narran. Tal vez si se leyese más, sería más fácil.
Pero bueno, no es mi intención reprender a nadie, sólo lo planteo porque creo que quienes no lo hacen se pierden algo que les haría disfrutar del gran cine clásico, no sólo del oeste.
Ahora parece que hay un nuevo renacer del cine del oeste, incluso entre el nuevo vehículo de culto que son las series, con la estrella de HBO, WestWorld. Pero siempre ha existido ese continuo renacer del western, con el hiperrealismo de Leone en los sesenta, la violencia salvaje de Peckimpah en los setenta, el lirismo naturista y reivindicativo de Costner en los ochenta, la maestría de Eastwood toda su carrera, culminada en los noventa con la obra que le encumbró definitivamente como director que es Sin Perdón, o las adaptaciones más o menos disimuladas que han venido haciendo directores del calibre de los Coen, como su remake de True Grit (Valor de Ley), o esas que, si bien ambientadas en la actualidad, no dejan de ser westerns modernos, como la propia No es País para Viejos (atentos a Comanchería).
En definitiva, reivindico el western como género absoluto, clásico, actual y perpetuo compañero de todos los que amamos y seguiremos amando el cine con mayúsculas, porque, como todo lo clásico, es el alfa y el omega de este sueño que tanto nos gusta.
Y por ello, siempre nos acompañó y lo seguirá haciendo sin duda, porque cuando todo se vuelve turbio, ¿qué mejor que una buena peli del oeste?
Si eres ajeno al género, aquí tienes una selección de quince grandes títulos con los que puedes empezar:
1.- La Diligencia (Stagecoach 1939) John Ford
2.- Duelo al Sol (Duel in the Sun 1946) King Vidor
3.- Pasión de los Fuertes ( My Darling Clementine 1946) John Ford
4.- Río Rojo (Red River 1948) Howard Hawks
5.- Sólo ante el Peligro (High Noon 1952) Fred Zinnemann
6.- Raíces Profundas (Shane 1953) George Stevens
..7.- Centauros del Desierto (The Searchers 1956) John Ford
8.- Horizontes de Grandeza (The Big Country 1958) William Wyler
9.- El Hombre que mató a Liberty Balance (The Man who shot Liberty Balance 1962) John Ford
10.- Por un puñado de dólares (Per un Pugno di Dollari 1964) Sergio Leone
11.- Grupo Salvaje (The Wild Bunch 1969) Sam Peckinpah
12.- Dos Hombres y un Destino ( Butch Cassidy and the Sundance Kid 1969) George Roy Hill
13.- Las Aventuras de Jeremiah Johnson (Jeremiah Johnson 1972) Sydney Pollack
14.- Bailando con Lobos (Dances with Wolves 1990) Kevin Costner
15.- Sin Perdón (Unforgiven 1992) Clint Eastwood
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