A pesar de todo ello, me intento convencer de que no pasa nada, hoy, como diría el maestro Serrat, puede ser un gran día, así que me lo planteo así. En realidad mi cuerpo se niega un poco a ser optimista, me pide volver a la cama y me habla desde dentro: Ana, vamos a ver, ¿pero tú que tienes que hacer hoy que requiera que madrugues?, acuéstate y luego ya veremos. Pero no le hago caso, me voy a la cocina a prepararme el desayuno, seguro que un buen café me ayudará a despertar y a ver las cosas de otro modo.
Llego a la cocina y los que me acompañan en casa tienen ya puesta a Ana Pastor y más tarde a Susanna Griso. Intento centrarme en el olor del café, en la evasión que ello me provocaba siempre, pero ahora me es imposible dejar de oír la entrevista al empresario de turno o al político que justifican los recortes. Y pienso en los enfermos que están teniendo problemas para ser tratados de sus enfermedades (los conozco muy de cerca), en los equipos médicos que logran sacar el trabajo tirando de su vocación y ganas de ayudar y siendo creativos a la hora de tener acceso a recursos necesarios, sobreviviendo gracias a donaciones de otros pacientes y arreglando las puertas de las consultas ellos mismos con celofán (sí, hay equipos médicos que se encargan de unidades especializadas, muy especializadas, es decir, que están los mejores de los mejores, que renuevan cada tres meses y que en estas circunstancias dudan de si el 31 de marzo van a volver a renovar o se cargan la unidad) Me acuerdo de mi sobrina y que en breve tendrá que buscar cole, y en cómo está el tema de la educación.
Todo esto pasa por mi mente mientras, por distracción, me endulzo el café más de la cuenta y engullo mis tostadas sin percibir su sabor. Cuando acabo me ducho. Antes no faltaba mi radio puesta, ahora en ocasiones me doy un respiro y me pongo música, total, para seguir oyendo calamidades.
A continuación me pongo a estudiar, a intentar pegar un giro a mi carrera profesional, a reciclarme, a estar ocupada y no volverme loca. Para luego buscar en foro relacionados con mis cursos y darme cuenta de que en ese sector están igual o peor que en el que abandono.
El “mejor momento del día” sin duda, es momento currículum, el momento “trabajo para buscar trabajo” porque el buscar trabajo es un trabajo en sí mismo, eso te lo dirá claramente cualquier orientador del INEM te dirá, como si no lo supieras, como si no lo vivieras... Las páginas de búsqueda de trabajo las tienes trilladas, no salen nuevas ofertas, a las que te apuntas parecen de mentira, ni una sola contestación, ya no sabes a que empresar mandar un sos, ¿estaré escribiendo mal las cartas de presentación? Dios, mío, ahora todo el mundo es tan creativo que manda sus currículums en formato vídeo y con extensiones desconocidas para ti... Y el nudo en el estómago continúa creciendo, aunque haga lo posible y lo imposible para mantener el tipo y estar alegre y confiada.
Y luego a ocupar mi tiempo con tareas, recados, ejercicio... Tampoco es que pueda salir demasiado ni dedicarte a ir de compras, el dinero limita la vida social y las escapadas de ocio, así que intento encontrar nuevas maneras de disfrutar, y hay días que lo consigo y por momentos me olvido del país, la depresión, el ambiente generalizado de pesimismo...
Y cuando llega la noche, la oscuridad, no puedo evitar plantearme qué va a ser de mi vida, y preguntarme si será verdad que las cosas van a ir a peor, a mucho peor, como vaticinan todos los medios y políticos de España. Y lo veo claro: sí, va a ir a peor y va a ser difícil evitarlo. Está claro que nadie va a pensar en la sanidad, ni en la educación, ni en que detrás de tantos números, entre ellos de personas paradas, se encuentran historias humanas, y que ninguna es parecida al del otro. Nadie va a recapacitar y va a pensar que cada caso debería ser tratado de forma individual y que las prestaciones, las ayudas, deberían estar repetidas según necesidades. Pero eso da igual porque estoy segura que en otra esfera que no es la mía sigue habiendo dinero que sacia la ambición de los que más tiene, que millones y millones se van en tontadas y se desvían a distintos bolsillos en los que ya no cabe un euro más. Pero sí cabe, sí, haciendo un poco de hueco entran unos milloncejos más que podrían ir destinados a temas sociales... Los que sufrimos, los que tenemos que imponernos una rutina diaria para no volvernos locos, no le importamos a nadie por mucho que los políticos se llenen la boca de hablar de nosotros para decir que todo es por nuestro bien y para hacer promesas electorales que luego se olvidan en el mismo momento en que ocupan su sillón. No importamos porque nosotros tampoco nos plantamos, aunque tampoco sé bien cómo podríamos hacerlo...
Y con todo este come come en mi cabeza y en mi estómago, que cada día protesta un poco más, rechaza un poco más la comida y todo le sienta fatal, me voy a la cama, para volver a dormir intranquila. Pero al día siguiente me levanto intentado ser optimista a pesar del primer vistazo a las noticias y a las páginas de empleo.