Sè que disfrutaste con la familia y los amigos, Jesùs. Tuviste una entrada triunfal en Jerusalèn y te reuniste con tus ìntimos amigos para celebrar la Pascua. Gozaste de la comida, del vino, de la conversaciòn y del canto. Tus amigos no eran conscientes de que tu ministerio llegaba a su fin. No se dieron cuenta de la sombra de Judas. En mi vida tambièn hay una sombra que no realizan los otros y te la voy a contar…
Estoy desapareciendo. Padezco la enfermedad de Alzheimer. ¿Cuàndo sabrè que mi trabajo ha terminado? ¿Quedarè satisfecha? Mi sombra es una conciencia que se oscurece. Ya no puedo hacer muchas de las cosas que me satisfacìan. No trabajo, no coso, no lavo la ropa, no limpio, ni siquiera compro las cosas que necesitamos. Dime Jesùs: ¿què quieres que haga con mi vida? Aunque te lo pregunto, mi espìritu me dice que el sentido de mi vida no cambia nunca. Supone vivir cada dìa lo mejor que pueda, con los dones y gracias que me concedes. Pero resulta duro cuando no puedes recordar. ¿Cuando tu vida llegaba a su fin, estabas preocupado? ¿Te confiaste en tu madre? ¿Còmo decidiste la persona con la que querìas hablar, andar, estar en silencio? ¿Pediste màs tiempo al Padre? ¿Te quedaste satisfecho con lo que habìas conseguido?
A los 30 años pensaba que habìa encontrado mi camino, el que tù querìas que siguiera. Tù tenìas esa edad cuando empezaste el que te llevò a la pasiòn, muerte y resurrecciòn ¿Què pensaste cuando te quedaban 30 dìas de vida? ¿Sentiste pena cuando pensabas que ibas a abandonar a tus amigos? Yo estoy abandonando a mis amigos porque no recuerdo quienes son ¿Me olvidaràn ellos? ¿Puedo dejar algo de mì para ellos, como tù hiciste con la eucaristìa? Puedo dejarles amor, porque tù eres Amor y todos vivimos y respiramos en ti. Mi marido, que es psiquiatra, me dice que el Alzheimer puede llevarse la memoria, pero no el hàbito de amar. Un viejo proverbio enseña que “amar es la memoria del corazòn”. Ayùdame a que mi corazòn recuerde.
Tengo màs de 80 años y a pesar de mis miedos, estoy agradecida por los dones que has hecho llover sobre mi persona durante mi maravillosa vida. No recuerdo mucho de mi pasado, pero mi espìritu me dice que, la mayor parte, fue hermosa, incluso cuando no fui capaz de reconocerlo, entonces sin la excusa del Alzheimer. El mayor don que me concediste fue mi marido, ahora mi cuidador. Tiene este rol desde hace 8 años pero, de alguna manera, lo ha sido durante los ùltimos 50.
Algunas veces le digo cosas que no quisiera decir. Èl comprende de donde viene mi enfado y lo deja estar. Mis verdaderos sentimientos por èl, nuestros hijos y amigos son tan fuertes como lo fueron para ti tus discìpulos. Intento expresar ese amor con fuerza y con la mayor frecuencia posible. Creo que ese es el sentido de mi vida en estos momentos. Pero mis pensamientos estàn muy confusos. Hay tantas cosas que no recuerdo, que ya no comprendo. Cuando a veces pienso que mi vida es traicionada, como te pasarìa a ti con Judas, pienso en lo màs profundo de mi ser, que tù no me has abandonado y que no me abandonaràs. Tu consuelo todavìa me conforta. Robbie y yo vamos a misa un par de veces a la semana donde comulgamos. Robbie me da amor todos los dìas, todos los instantes. Noto tu presencia en su persona y me consuela ¿Es èste su sentido en estos momentos?
Cuando entraste en Jerusalèn, la puerta de tu muerte, te uniste a los que entonaban cantos de alabanza. A mì me ha gustado cantar y lo hacìa en un coro. Mi voz hoy està cascada pero pronuncio palabras de alabanza junto a ti todos los dìas y algunas veces las canto, cuando estoy en casa. Ayùdame Jesùs, a rellenar el sentido de mi vida, aunque no lo recuerde.Jane & Rober McAllister
Extraìdo de Periodista digital.
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