Revista Cine
En el otoño de 1973, Franco Zeffirelli había recibido una tentadora oferta: dirigir un serial televisivo sobre la vida de Jesucristo. Y, para sorpresa de los productores, el italiano había rechazado. Sabía que podía ser el proyecto de su vida, pero le abrumada la responsabilidad de semejante tarea.
Meses más tarde, mientras continuaban las gestiones económicas (búsqueda de inversores, reventa en las televisiones, etc.), le llegó a Zeffirelli una nueva propuesta. Decidió pensarlo, aun a sabiendas de que sus vacilaciones debilitaban su candidatura en favor del otro posible director: Ingmar Bergman. Pero él seguía sin ver claro el proyecto.
Le comían las dudas cuando le llegó una nueva invitación: esta vez, en forma de telegrama del mismísimo Lew Grade: “Necesidad urgente de verte. Ven a Londres”. El viaje a Inglaterra no hizo más que aumentar su inquietud. Porque Zeffirelli seguía resistiéndose: “Encárgame un filme —exclamaba— sobre las reducciones de los jesuitas en Sudamérica, pero no puedo hacer un serie sobre Jesús”. “Pero, ¿por qué no?”, preguntaba Grade. “¿Y por qué sí?”, replicaba el italiano.
Para darle la puntilla definitiva, el cineasta Vincenzo Labella, que acababa de realizar un serial sobre Moisés y había sido contratado como productor del proyecto, fue a visitar al atribulado Franco y le hizo reaccionar: “Hacer esta serie no sólo es una gran oportunidad, es para ti una inmensa responsabilidad que debes aceptar: hace falta un italiano y un católico, que quiera manifestar a las claras su amor a Jesucristo y que, al mismo tiempo, sea conocido y estimado en el mundo anglosajón”.
A estas presiones de ambas partes de la producción, se sumaron poco después las sugerencias más o menos indirectas de la curia vaticana. Monseñor Pietro Rossano, rector de la Universidad Pontificia Lateranense, le animó abiertamente a acoger la oferta. Y, según parece, el propio Pablo VI hizo otro tanto en una audiencia privada.
Ya no le quedaban excusas. Y en enero de 1974, tras una propuesta en firme de la RAI que daba por zanjadas las otras candidaturas, Zeffirelli aceptó dirigir la película. Se enfrentaba ahora a una tarea que le superaba: escribir el guión para un serial televisivo de más de seis horas de duración.