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Orwell en TVE: la censura en nombre de la pluralidad

Publicado el 06 septiembre 2014 por Percival Manglano @pmanglano

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UGT ha ganado. Su protesta ha impedido que el economista Juan Ramón Rallo participe en una tertulia matutina de TVE dirigida por Mariló Montero (por cierto, siento la digresión pero ¿soy el único al que le cuesta distinguir a Montero de Toñi Moreno?). Rallo ya ha hecho su propio análisis respecto de su censura. La ha definido con gran contundencia como un ejemplo de captación de los recursos públicos por parte de una minoría organizada. Yo me centraré ahora en las manipulaciones de UGT para intentar justificar la censura.

La ideología oficial del régimen del Gran Hermano en “1984” se llamaba INGSOC. Este acrónimo se refiere al “socialismo inglés”. Según el INGSOC, la guerra es paz y la libertad esclavitud. Es decir, redefine el sentido de conceptos políticos básicos para asegurar el control del régimen –en particular, mental- sobre la población. El surrealista comunicado de UGT contra Rallo demuestra que en RTVE impera una especie de ESPSOC. De hecho, el logo de INGSOC tal y como aparece en la película “1984″ (arriba) es prácticamente igual al de UGT. Aquí van cinco ejemplos del ESPSOC.

Según UGT, “la audiencia demanda la radio y la televisión públicas que la sociedad refrendó en la Constitución”. La Constitución, claro está, nunca habla de los contenidos de la televisión pública. De hecho, la única mención que hace de la televisión es en el apartado dedicado a las competencias exclusivas del Estado (art. 149.1), cuando dice que éstas incluirán “normas básicas del régimen de prensa, radio y televisión”. Lo que sí garantiza la Constitución en su artículo 20 es el derecho “a expresar y difundir libremente los pensamientos”. Más aún, el ejercicio de este derecho “no puede restringirse mediante ningún tipo de censura previa”. He aquí un primer ejemplo de la capacidad orwelliana de UGT para citar un término para referirse a su contrario: apela a la Constitución que ampara la libertad de expresión para censurarla.

Además (segundo ejemplo), UGT invoca la “demanda” de la audiencia para justificar una “oferta” determinada de TVE. Al confundir oferta y demanda, UGT equipara lo que la gente quiere con lo que a ella le gustaría que quisiera. Es evidente que la prioridad para UGT es que TVE sea un instrumento para definir lo que la gente debe querer. De ninguna manera cree que los ciudadanos deben poder decidir por sí mismos lo que piensan en función de las distintas opiniones políticas que escuchan en los medios.

El comunicado afirma que las “audiencias siguen bajando”. Esto es cierto. ¿Y por qué bajan las audiencias de TVE? ¿Porque se confunde oferta y demanda? ¡No! Por culpa del “sectarismo y la falta de pluralidad” de la cadena. La pluralidad es muy importante para UGT. Tanto que es destacada en mayúsculas al principio del comunicado. La televisión pública debe estar comprometida con ella. En consecuencia, Rallo no debe participar en la tertulia. Su ausencia fomentará la pluralidad en TVE. La pluralidad se fomenta impidiendo a alguien expresarse, restando en vez de sumando. Tercer ejemplo orwelliano: la pluralidad deriva de limitar el número de opiniones.

Según UGT, Rallo no asegura la pluralidad de opiniones porque su voz es “marginal por extremadamente extrema” (sus redactores de comunicados no son Quevedo, desde luego). Se entiende que la pluralidad la aseguraría alguien que no fuese marginal, es decir, alguien principal, convencional, de la corriente mayoritaria. La pluralidad se consigue, pues, asegurando que se escuche la voz de la mayoría, no la de la minoría. Es como si UGT defendiese que los programas de discriminación positiva en Estados Unidos debiesen fomentar la presencia de la mayoría blanca en las universidades, en vez de la de las minorías negra o hispana. Cuarto ejemplo orwelliano: la pluralidad pasa por defender los intereses de la mayoría en contra de los de la minoría.

Pero el factor verdaderamente determinante para oponerse a la presencia de Rallo en la tertulia es que “aboga sin tapujos por el cierre inmediato de cualquier RTV pública”. A UGT le da igual que el cometido de Rallo en el programa matinal no fuese hablar del modelo de las televisiones públicas, sino analizar la actualidad económica española (de hecho, su primera -y última intervención- fue sobre las hipotecas). Lo importante es castigarle por haber defendido que se deben cerrar las televisiones públicas. Y es que defender eso supone “manipular (…) para contribuir a inclinar la balanza ideológica hacia el poder”. El poder, sin embargo, acaba de dar una inyección de 130 millones de euros a RTVE para compensar, en parte, los más de 700 millones de euros de pérdidas que acumula. Y el poder es el que nombra la dirección de RTVE. Quinto ejemplo orwelliano: quien aboga por el cierre de las televisiones públicas manipula a favor del Gobierno pese a que el Gobierno gasta millones de euros públicos para evitar el cierre de unas televisiones públicas cuya cúpula nombra como la de cualquier ministerio.

Las televisiones privadas aseguran, hoy por hoy, una mayor pluralidad de opiniones –y, en consecuencia, una mayor audiencia- que las públicas. La lógica victoriosa de UGT en el caso Rallo explica por qué.


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