Revista Bares y Restaurantes
Ha pasado casi un año y hemos vuelto al restaurante Lagun, ese restaurante vasco del que hablamos en marzo y bastante bien. Esta vez en lugar de ir a cenar, es a comer y en vez de probar el menú degustación, la idea original era ir a la carta. Bueno, la idea de algunos, ya que yo tenía claro que quería probar el guiso del día. Lo tenía claro desde el día que reservé y me dijeron que guiso era el de los miércoles, dos semanas antes. Los miércoles era alubias de Tolosa, y esas iban a ser para mí.Llegamos a la hora reservada, y si bien es cierto que era un miércoles de Navidad, día 28 de diciembre y la gente está cansada de comer fuera. Me sorprendió que no hubiera nadie. Ninguna mesa estaba ocupada ni gente en la barra. Al igual que en mi otra visita. Las mesas seguían en la misma disposición, mismo número y tanto espacio entre una y otra que garantizaba un mínimo de intimidad. Enseguida llegó la camarera con un aperitivo a base de sobrasada y frutos secos y con la intención de tomar nota de las bebidas y dejarnos la carta. Vino, agua y cerveza, que aunque es diciembre, este año ha hecho calor en Navidad. No tardo nada en traer las bebidas, aunque un día como ese no era difícil, estaba en esos momentos sola para nosotros, o nosotros solos para ella. Al igual que en nuestra primera visita, vino el chef a tomar nota y ofrecernos su ayuda, en caso de alguna duda. Mientras comentábamos los entrantes que íbamos a pedir, yo me despreocupé del principal ya que no tenía dudas de mi elección. De nuestra primera visita recordábamos como muy bueno la cecina con queso a la brasa, y como la pareja que nos acompañaba no había venido la otra vez, no podíamos dejar que se fueran sin probar ese delicioso plato. El chef, por su parte, nos recomendó las anchoas (antxoas) del Cantábrico con sus Tostas y para probar algo nuevo, pedimos una sartén de huevos rotos y patatas con gulas a la bilbaína. - ¡De principal, queremos dos lomos de bacalao o bakalao, en costra de migas y ajetes tiernos y dos platazos de alubias de Tolosa! - Lo solté de carrerilla, con la lección bien aprendida y la urgencia que da el deseo de comer un buen plato de cuchara. La alegre cara del chef cambió por un rictus de circunstancias y con toda la buena educación que pudo, soltó un -¡Lo siento, pero con el lío de las comidas y cenas de empresa, esta semana no estamos haciendo guisos! - Decir que me dejó más que chafado, es poco. Mis glándulas salivares cesaron su actividad en ese mismo momento. No daba crédito a lo que había oído. Me rehice rápidamente y recordé que cuando llamé para reservar me dijeron que los miércoles había alubias de Tolosa y me auto convencí, al recodar la onomástica del día. Era 28 de diciembre. Quería creer que era broma, pero la cara del chef me decía lo contrario. Me hubiera puesto a llorar allí mismo si el chef no me hubiese prometido no uno, sino dos platos de alubias en mi próxima visita. Poco a poco fui siendo consciente de la triste realidad y me hice a la idea que ese día no iba a comer las alubias de Tolosa, pero como no hay mal que por bien no venga, nunca olvidaré que fue un 28 de diciembre, día de los Santos Inocentes el día que tomé por primera vez un bacalao al Pil-Pil, y que bacalao y sobre todo, que Pil-Pil.
Con respecto al primero de los entrantes, las anchoas del Cantábrico, para muchos, las mejores del mundo. Dicen los expertos que la mejor es la pescada en los primeros meses de primavera, de marzo a mayo, que es cuando el pescado esta más tierno. Yo no se cuando fueron pescados estos ejemplares, pero las que nos sirvieron con su Tosta, eran de un tamaño considerable, limpísimas y muy sabrosas. ¡Un acierto! Del carpaccio de cecina con aceite de oliva y almendra, acompañado de un queso camembert a la brasa con caramelo de Licor 43 y naranja no puedo decir mucho más de lo que dije en la otra crítica. La cecina rica, el queso delicioso y la combinación espectacular. El tercero de los entrantes era la sartén de huevos rotos con patatas y gulas. Trajeron la sartén con los huevos intactos y en la mesa, la camarera los rompió y mezcló. Es muy raro que un plato cuyos ingredientes son buenos, no esta bueno. Unas patatas fritas paja, sobre estas los huevos y encima las gulas con las que no se escatimó lo más mínimo. Apenas se veían los huevos fritos. Todo sazonado y especiado con pimentón. La camarera, antes de proceder al revuelto, viendo que le hacía fotos a todos los platos, me ofreció la sartén por si quería hacer una. Todo esto lo fuimos regando con un vino de Rioja, un Fernández de Piérola destinado en un principio a las alubias, pero que combinó a la perfección con el pescado.
Llegamos al plato principal, las no alubias. De las dos maneras en que sirvieron el bacalao, la de costra de miga con ajetes, estando muy buena, quedó ensombrecida por el Pil-Pil. Siendo ambos platos de un bacalao tierno y fresco, los brazos del chef, como el decía, dando volantazos consiguió emulsiona el aceite perfumado de ajo y guindilla con los jugos del bacalao a la perfección. ¿Lo hizo a mano o usando una de las máquinas que emulsionan el aceite haciendo un perfecto Pil-Pil? - ¡Que mas da! El taco era bastante grande y la decoración, la más apropiada, la guindilla.
Ya llevábamos más de una hora en el restaurante y no había casi movimiento. Me pareció oír que a mi espalda había una mesa ocupada. No me fije, pero lo cierto es que cuando nos fuimos, el restaurante estaba tan vacío como cuando llegamos. Es una lástima que un restaurante como este no funcione como debiera mientras otros más céntricos y con más renombre viven de la fama adquirida, cuando ya hace muchos años que se echaron a dormir. ¡Así es la vida!
En cuanto a los postres, la asignatura pendiente de nuestra anterior visita, ya no era un plato al centro. ¡Que diferencia! A mí me traicionó el subconsciente y me fui a por una teja de Tolosa y helado de turrón con chocolate. El postre estaba muy rico, pero no era lo que yo esperaba. Los que pidieron el capricho de chocolate con helado de vainilla y la tarta de chocolate con galleta comprimida sobre una crema de vainilla comentaron que estaban deliciosos. Cuando vuelva a por mi plato de alubias, probaré uno de los dos.
Ya solo queda los cafés, esta vez no intentamos pedir un asiático, un solo y la cuenta. Con la nota vinieron los digestivos orujos. La cuenta, no fue un chollo, solo cumplía dos de las tres "bes", bueno y bonito. Sería demasiado que encima fuese barato, pero aún así, la relación calidad precio es óptima. Creo que casi un año después siguen manteniendo esa calidad y buen saber del que ya fuimos testigos. Un servicio más que correcto y profesional y un trato cercano por parte del chef.
El Restaurante Lagun está en la calle Navegante Macías del Poyo de Murcia y el teléfono para reservar es el 968 96 95 94 / 697 34 37 61. Y si lo que os gusta es la cuchara, los miercoles hacen las renombradas alubias y los jueves marmitako.