
El soneto no sabe que es soneto hasta que no culmina la faena. Tal vez por eso esté su cárcel llena de gente en fuga. Igual que está repleto de orines de oro usado su esqueleto, la pesada osamenta de la pena que arrastra, con rüidos de cadena, por la empedrada senda del respeto. Pero no te confíes. De esta extraña, laboriosa manera de cantarle al amor, a la vida y a la muerte, no está ya dicho todo. Es una suerte que en un soneto aún quepa algo que darle a nuestra vieja lengua, tan huraña.
Fotografía: 14 tramos en la cúpula del Reichstag, Berlín © AJR, enero 2008.