Revista Cultura y Ocio
A ver, vamos a ser claros: está muy bien que los dirigentes de un país, de una ciudad o de un municipio tomen cartas en el asunto y quieran velar por la seguridad de la gente. Pero una cosa es una cosa, y otra es andar y meter las narices al punto de que nos empiecen a hacer cosquillas donde preferiríamos que nos dejaran en paz. La decisión de la Asamblea de Alcaldes, con Susana Villarán a la cabeza, es un mal trago para empezar la semana... y lo digo literalmente, porque si los barranquinos ya estábamos jodidos con esto del Plan Zanahoria (con la zanahoria metida en el culo, digamos), ahora se ha decidido que eso no basta: el sadismo sodomita de los dirigentes de nuestra ciudad no está satisfecho con tan poco; ahora, toda la ciudad tendrá que prepararse para legislaciones que parecen más prohibiciones que ninguna otra cosa (y como decía un amigo blogger, "prohibir no es legislar, es prohibir"), y a ver a dónde llevamos nuestras pobres almas al final de la noche cuando nosotros todavía no estamos dispuestos a admitir un final. Ya sé que mi protesta suena a ridiculez, que la seguridad pública tendría que ser una prioridad y bla bla bla... pero es que tampoco podemos aplaudir todo lo que otros deciden sólo porque nos juran y perjuran que "es por nuestro bien". En primer lugar, que no hay que confundir las cosas: por enésima vez repetiré que la salud está muy sobrevalorada hoy por hoy, y también insistiré en que la felicidad no siempre va de la mano con el bienestar y la seguridad públicos (y si no me creen a mí, pregúntenle a los suizos). Yo no estoy muy seguro si de la mejor fórmula para apoyar el bienestar de una población sea atentar contra su libertad... en todo caso, me suena a artículo retorcido de alguna mente política. ¡Y encima nos lo venden como "triunfo de la democracia! Oigan, por favor yo quiero escuchar lo que tiene que decir la gente, porque creo que no somos exactamente una minoría los que estamos en contra de medidas como ésta; y si la democracia la hacen las mayorías, pues creo que hablamos de otra cosa, o es que nos la han metido junto con la zanahoria (y para colmo de males, a mí ni siquiera me gusta la zanahoria, y de conejo no tengo nada). Además, creo que este tiro es de los que salen por la culata. Se habla de este tipo de medidas como necesarias para la seguridad pública, y sin embargo puedo decir (porque lo he visto, y lo sigo viendo, en Barranco, donde el Plan Zanahoria anda vigente desde hace ya mucho tiempo) que las cosas no son tan simples. El espectáculo es muy interesante, a decir verdad: llegadas las tres de la mañana, se pueden ver las multitudes que, cual procesión, avanzan hacia las avenidas para tomar un taxi, mientras los ladonzuelos y carteristas aprovechan para escurrirse como caneros por entre las masas de gente ebria para sacar un tajo de ganancias. Así que ya lo saben, muchachos: podrán dormir tranquilos, siempre que no anden por las calles. Guardo, sin embargo, la esperanza. Las palabras a veces suenan muy bien, pero sucede a menudo que no tienen por dónde andar, con lo que sólo les queda ir de paseo o quedar como jeroglíficos en papeles que a nadie le importan. Esperemos, pues, esperemos... y no nos comamos la ensalada que nos tratan de vender con tantas sonrisas, que ya saben dónde puede terminar, y sonreír es demasiado fácil. ¿Algo más que decir? Pues supongo que sí: ¡Salud!