El otro día, mientras hacía un trayecto en ferry durante mis vacaciones, no pude evitar fijarme que un hombre cerca de mi estaba leyendo “Padre rico, padre pobre” de Robert T. Kiyosaki con muchísima concentración. Prestaba tanta atención que ni se daba cuenta de las olas, de los niños llorando y de la cantidad de pasajeros mareados por el mal tiempo y el balanceo del barco.
Robert T. Kiyosaki parte de una premisa muy simple, simplemente observa su alrededor y narra las diferencias entre el comportamiento que ve entre un padre con dinero y otro que trabaja para sobrevivir. ¿Qué es lo que determina que algunas personas sean capaces de mejorar su situación y otras sigan estancados siempre en la misma situación?
El lector aprenderá conceptos básicos como los ingresos pasivos, la importancia de la inversión, se derriban varios mitos sobre la amortización, la financiación, la propiedad inmobiliaria y todo tipo de elementos que nos rodean socialmente. Kiyosaki insiste en que en la escuela no nos enseñan a pensar para ganar dinero, sino para ser asalariados, y la primera regla de su libro es que nadie se hace rico trabajando para otros.
¿Cuántas personas conoces que invierten casi todo su dinero en el pago de la hipoteca de una vivienda? ¿No os suena el discurso de la gente que vive por encima de sus posibilidades?
“Padre rico, padre pobre” nos da consejos básicos y nos anima a invertir desde muy jóvenes para conseguir la independencia financiera lo antes posible. Y parece que tan malos no son sus consejos porque sigue siendo una fuente recurrente de información para las clases medias.