Revista Cine

Palabra de Sam Peckinpah

Publicado el 12 febrero 2025 por 39escalones
Palabra de Sam Peckinpah

América

Este país es publicidad y lavado de cerebro. Pura mierda. Un continuo de productos y personas sin distinción entre unos y otras. Estamos de nuevo en la Era de la Oscuridad. Mira por quién vota la gente: Nixon, Wallace, gorilas asesinos recién salidos de las cavernas, todos bien vestidos, que hablan y se mueven con la muerte en los ojos. ¿Y cuál es la alternativa a esta gente? ¿Humphrey y Muskie? Dos tipos sin alma, fundamentalmente inmorales. Ahora estamos orientados hacia la televisión. Con la televisión y el vídeo nadie tendrá ganas de levantar el culo ni para ir a la esquina a ver una película. Es horrible. Una de las grandes ventajas de ir al cine o al teatro es la actividad, salir de casa, comprar las entradas, participar de una experiencia junto a muchas otras personas.

(Playboy, vol. 19, n.º 8, agosto de 1972)

Actores

Lee Marvin está siempre borracho. Se presenta con el claro objetivo de maltratar al director y por eso es preciso dejarle en claro quién es el jefe. Richard Harris bebe como una esponja pero durante Major Dundee permaneció estoicamente sobrio. ¡Emilio Fernández! ¡Qué pedazo de energúmeno es ese! Seguramente saben que -en su tiempo- mató a tiros a cuatro personas (entre ellas, a un periodista). En México me hospedó, me dio de comer y de beber y no quiso recibir nada a cambio. Es más, quería regalarme una pistola. «En México», repetía, «no se puede salir a la calle sin una buena pistola». Me ofreció cuatro tipos diversos, hasta que le conté que tenía un fusil, y eso pareció bastarle.

Randolph Scott y Joel McCrea son dos nobles figuras que pertenecen a una época pasada; ellos mismos son leyendas. En Duelo en la Alta Sierra el argumento daba a entender que los dos ex sheriffs se sentían fuera de lugar en un Oeste en plena transformación, donde sus funciones tradicionales ya no tenían sentido. Perdieron su universo, se refugian en empleos que los degradan o los convierten en hazmerreíres, y sin embargo conservan su dignidad. Scott y McCrea son dos hombres extraordinarios, que estoy orgulloso de haber conocido y que le dan a la película una dimensión heroica.

Positif, n° 69, mayo de 1965

Nunca creí que los actores fueran pasta para modelar. O tal vez sí, al comienzo, cuando era inseguro (cada mañana vomitaba antes de llegar al set), porque los actores tenían la pésima costumbre de hacerme preguntas a las que casi nunca sabía responder. Y entonces los odiaba. Pero ahora he comenzado apreciar sus preguntas, tal vez porque sé dar alguna respuesta.

Cahiers du Cinema, n.º 159, octubre de 1964

Perros de paja

Lo que realmente me entusiasmó de la película es la cantidad de dinero que me dieron para hacerla. Por Dios, Perros de paja está basada en un libro, The Siege of Trencher’s Farm, que es una asquerosidad; tiene solo una buena secuencia de acción y aventura: la del asedio, justamente. Entonces te contratan para sacar una película de este libro horrible. Te dan un guionista (David Goodman), te dan un actor (Dustin Hoffman) y te dan una historia, y por tu parte, tú das lo mejor que tienes. Eso es todo. ¿Qué es toda esta mierda, este hablar de honestidad y decir que la película no es una obra de gran inteligencia? Goodman y yo intentamos sacar algo válido del libro: lo logramos y lo único que quedó es el asedio. Mira, si me hubiesen dado para hacer Guerra y paz en lugar de Trencher’s Farm, estoy bastante seguro de que habría hecho una película distinta. Si lees este libro de mierda mueres ahogado en tu propio vómito… Es completamente erróneo pensar que David Sunner, el personaje principal, disfruta de la masacre final. Hay un momento, más o menos por la mitad del asedio, en el que se siente mal, nauseabundo, y se dice: «Fuerza, aprieta el gatillo». Está horrorizado por tener que hacerlo; horrorizado de sí mismo. Me parece imposible que no se haya comprendido esto: acaba de usar un barrote para matar al hombre que había tratado de matarlo… Mira lo que hizo con desesperación y horror total; en ese momento no le importa vivir o morir.

Playboy, op. cit.

Mujeres

(Sobre la reseña de Pauline Kael, que lo acusa de machismo antifeminista). Amy, el personaje interpretado por Susan George en Perros de paja, es una muchacha joven, ignorante, enojadiza, de sangre caliente; tiene muchas buenas cualidades pero todavía no ha llegado a la madurez. Este es el punto. Yo no he intentado, por Dios, no he intentado decir nada general acerca de las mujeres… ¿Es posible que Pauline Kael no sepa nada de sexo? Dominar y ser dominados, la imagen de estar apresados por la fuerza es una de las maneras en las que se hace el amor. Hay innumerables fantasías en el amor, y esta es una de ellas. Me gusta Kael, es una buena chica, y me gusta beber con ella -cosa que he hecho alguna vez-, pero cuando dice estas cosas es como si rompiera nueces con el culo.

Playboy, op. cit.

Fascismo

Si soy un fascista solo porque pienso que los hombres no han sido creados iguales, de acuerdo: soy un fascista. Pero detesto el término y detesto esa especie de razonamiento que etiqueta esta opinión como fascista. No soy un antiintelectual, pero estoy en contra de los pseudointelectuales que dan vueltas como perros en su propia diarrea verbal llamándola propósito e identidad. Un intelectual que transforma su intelecto en acción: ese es un ser humano perfecto.

Playboy, op. cit

Gustos cinematográficos

No sé qué relación tengo con el «joven cine americano» y me importa un carajo. Solo espero ser capaz de hacer películas que estén a la altura de los directores que respeto.

Cahiers du Cinema, op. cit.

Adoro a Kurosawa y me encantó descubrir que es capaz de equivocarse con una película igual que todos los demás. El infierno del odio es horrible. No creo que me interesara un director que no fuera capaz de cagarla… El único autor que amo por su absoluta perfección es Alain Resnais. Tuve que ver quince veces Marienbad, de la que no consigo despegarme. ¿Huston? Me gustan La reina de África y El tesoro de Sierra Madre, que tal vez sea mi película preferida, y buena parte de Los que no perdonan. Pero odio La noche de la iguana, que es mala literatura, de esa demasiado chismosa.

Positif, op. cit.

Delmer Daves es un autor fundamental para el western. Flecha rota no me gusta nada. Es importante para la representación del indio en el cine pero ofrece una imagen lavada del problema, porque la vida real de los indios no tenía nada que ver con la que se muestra en la película. (Entre paréntesis, tengo un proyecto para una película sobre el jefe Joseph de la tribu de los Nez Percé, en la que quiero mostrar de manera auténtica y muy realista cómo vivían los indios en el Oeste). En cambio, encuentro magníficas Jubal y El árbol del ahorcado, especialmente la primera, robustecida por una excepcional utilización de actores como Borgnine, Steiger y Bronson. El cowboy es una película bastante buena, más allá de que tiene algunas cosas que me cabrean. El argumento es uno de esos que me habría gustado afrontar personalmente y hay una escena entre las más bellas de toda la historia del western: esa en la que un hombre le tira una serpiente en la cara al amigo para hacerle una broma y le provoca la muerte. Pero el último tercio está pésimamente montado… Me gustan, en resumen, Kurosawa, el Huston de El tesoro de Sierra Madre, El año pasado en Marienbad, que vi un montón de veces y que me excita e irrita enormemente, Tom Gries, al que conocí grabando la serie de televisión The Westerner y que con Will Penny hizo un western grandísimo, y también John Boorman y su Infierno en el Pacífico. Les cuento, a propósito de esta película, que Boorman escribió otro desenlace, que nunca filmó: Marvin y Mifune se topaban con una patrulla japonesa en la segunda isla y los soldados asesinaban a Marvin; entonces Mifune se volvía contra sus compatriotas y los exterminaba… No vi muchas películas de Sam Fuller, pero Casco de acero va en idéntica dirección que mis ideas sobre la violencia. Aprecio muchísimo a gente como Fuller y sobre todo Boetticher, pero por su propio interés sería necesario que aprendieran a aceptar acuerdos, quiero decir acuerdos fingidos…. Se ha hablado de Los profesionales de Richard Brooks a propósito de Grupo salvaje: ¡pero yo odio esa película! Porque Brooks hace trampa con los hechos y los personajes, adula el gusto del público construyendo unos héroes positivos cuando se sabe bien que esa clase de «profesionales» eran unos delincuentes callejeros. Sé bien que después del fracaso total de Lord Jim Brooks necesitaba recaudar, así que realizó una película adecuada para ganar dinero, pero esto no es digno del autor de Semilla de maldad y El fuego y la palabra. Max Evans, uno de mis amigos y seguramente el más grande escritor moderno de westerns, se fue a mitad de la proyección exclamando: «Pero cómo se pueden hace cosas tan asquerosas… ¡Esto es puro Walt Disney!». Sí, este western es capaz de recuperar una mitología hollywoodiense que me hace vomitar…

Cinema 69, n.º 141, diciembre de 1969

Bonnie and Clyde es una película estupenda; una película que quisiera haber filmado o de la que modificaría solo unos pocos detalles. Pero la vi después de terminar Grupo salvaje. Por otro lado, no hay muchas semejanzas entre las dos películas salvo el hecho de que se ocupan de personajes envueltos en la violencia; pero lo están de manera completamente distinta.

Cinema 69, op. cit.

Leone

Conozco solo dos westerns de Sergio Leone: el primero y El bueno, el feo y el malo. Pienso que son películas muy bien hechas, dirigidas de manera óptima, y cuando las veo me divierto muchísimo porque son perfectos pasatiempos bien cargados de humor. Pero no encuentro en ellos la real memoria del Oeste. No intento discutir la perfección y la autenticidad en cuanto al vestuario, las armas, el impacto de las balas: lo que digo es que no veo nada en sus personajes que pertenezca de verdad al Oeste.

Cinema 69, op. cit.

Memorias

Uno de mis primeros recuerdos se remonta a cuando tenía dos años y fui atado a una montura para hacer una cabalgata en la Alta Sierra.

Cuando mi abuela estaba muriendo sus últimas palabras fueron para esa montaña. Pasé ahí veranos enteros, y en algunos inviernos puse trampas en la nieve. Amé ese lugar, como todos nosotros: mi abuelo, Denver Church, tenía cuatro mil cien acres para ganadería al pie de las Sierras, más o menos a veinticinco millas de Fresno, y la entera familia -los Peckinpah y los Church- ha dado vueltas por ese pueblo desde que emigró del Midwest a mitad del siglo XIX. Tenemos incluso una montaña que lleva nuestro nombre… Mi madre cree en dos cosas: en la abstinencia absoluta de alcohol y en la Ciencia Cristiana. Mi padre era juez y creía en la Biblia como literatura y en la ley. Era una autoridad y todos crecimos creyendo que no podía equivocarse… Además de juez mi padre era probablemente el peor criador de animales: fracasó trece veces. Y en esas montañas él hacia la ley: afirmaba que no era “caza” cuando se comían los animales cazados y pretendía que todos los animales en su tierra le pertenecían y que entonces podía hacer con ellos lo que quería. Tenía veinte años cuando descubrí que existía algo llamado temporada de caza y tenía treinta cuando comencé a prestarle atención a eso… Casi toda la gente que vivía en esos lugares se ha ido. Hoy Fresno es una especie de pequeña Los Ángeles y el campo circundante está atravesado por las nuevas carreteras y por los servicios turísticos e invadido por turistas estúpidos y sus campamentos. Mi hermano y yo nos quedamos casi hasta el final. Muchos viejos recuerdan cuando el lugar era el reino de los cazadores, de los indios, de los buscadores de oro, de los vagabundos y de los aventureros. Todo lo que queda de aquella época son nombres, y qué nombres: ciudades como Coarsegold y Finegold, Shuteye Peack, Dead Man Mountain, Wild Horse Ridge, Slick Rock. Y todos los viejos tienen sus historias para contar. Mi hermano Danny y yo cabalgamos, pescamos y cazamos en ese lugar: nos considerábamos parte de él.

Playboy, op. cit.

México

México es para mí algo especial: mi experiencia mexicana no tiene fin. La primera vez que fui fue justo después de la guerra, porque había estado en Indochina con los marines y quería volver, pero no podía porque los comunistas habían tomado el poder. México era el lugar más cercano para ir… En esos días todos estábamos en el camino, como escribió Kerouac. Me gustó mucho, me quedé tres meses y desde entonces he vuelto siempre… Todas las cosas importantes de mi vida están ligadas a México de una manera u otra; es un lugar que tiene efectos especiales sobre mí. En México todo es visible: los colores, la vida, el calor. Si le caes bien a un mexicano, te toca. Es directo, real. En América todos se preocupan por terminar la guerra y salvar los bosques, pero esos mismos cruzados salen de su casa por la mañana olvidándose de besar a su esposa y de regar las plantas. En México no se preocupen de salvar a la raza humana o de los dolores y las miserias que nos están envenenado. En México no se olvidan de besarse y de regar las plantas.

Playboy, op. cit

Métodos de trabajo

Debo reconocer que no soy tierno en el trabajo porque soy muy exigente, muy duro cuando se filma. No soporto a las personas que cambian el cine por un asunto cualquiera y que pasan mecánicamente de una película a otra. Yo quiero que se crea en la película en la que se trabaja o en caso contrario que no se acepte participar en ella… Cuando hice mis películas puse siempre un servicio de autobús para conectar de manera permanente el lugar de filmación con Hollywood, de manera que cualquier persona del equipo, hasta el último técnico, todo el que no trabajara con mi mismo entusiasmo, pudiera ser despedido en dos minutos. ¡Inútil agregar que esto me creó un montón de problemas con los sindicatos! Para La balada de Cable Hogue, por ejemplo, tuve problemas de esta clase, porque filmábamos en el desierto con 35-40 grados, en condiciones muy difíciles, o bien porque tuve que despedir a algunos técnicos. Pero un día me llevé la sorpresa de ver en un periódico empresarial una página entera adquirida por el equipo de la película en la cual se leía esta simple frase: “Es formidable trabajar con Peckinpah porque es el mejor”. Es el regalo más hermoso que me han hecho… El cine no es un juego y me enojo muchísimo al encontrarme con tanta gente que no se lo toma en serio. Yo, que adoro divertirme, beber y bromear con los amigos, durante la filmación de una película me convierto en un asceta: nada de alcohol, levantarse al alba, comer rápido y dedicarme exclusivamente al trabajo. Lo mismo en el montaje, período en el cual alquilo un camión, trabajo dieciséis horas por día y duermo en el lugar. Para el montaje de Grupo salvaje no vi la luz del sol por varios meses… Pero una vez que todo está terminado, me reencuentro con los amigos y nos emborrachamos cuatro o cinco días seguidos.

Cinema 69, op. cit

Grupo salvaje

Es muy importante para mí que los últimos encuadres de la película, que muestran el éxodo de los habitantes del pueblo, se contrapongan a la explosión de violencia porque lo que me turba de las guerras es descubrir que los pobres son siempre las víctimas de una violencia que en su origen no tiene absolutamente nada que ver con ellos. Y aprecio mucho también las sobreimpresiones finales que me han reprochado, porque al terminar con las imágenes de los forajidos, que viven y ríen tranquilamente, les recuerdo a los espectadores -que preferirían olvidarlo- que se trata de gente parecida a ellos.

Cinema 69, op. cit.

Perdedores

Mis héroes son siempre perdedores porque están derrotados de entrada, cosa que constituye uno de los ingredientes primordiales de la verdadera tragedia. Desde hace ya tiempo se han puesto de acuerdo con la muerte y la derrota, por lo que no les queda nada que perder. No tienen apariencias ni ilusiones que salvar, y entonces representan la aventura desinteresada: esa de la cual no se extrae ningún provecho fuera de la simple satisfacción de seguir con vida.

Positif, op. cit.

También los jugadores son en el fondo perdedores, y la personalidad de estos vencidos, de esta gente que vive autodestruyéndose, me fascina. Lo que me interesa no es el destino glorioso del presidente de la General Motors sino el de tipos como Dundee, Pike Bishop, Cable Hogue…

Cinema 69, op. cit.

Amo a los marginados. Mira, a menos que te adaptes o te rindas completamente, terminarás solo en este mundo. Pero al rendirte pierdes tu independencia como ser humano. Por eso estoy con los solitarios. No soy más que un romántico y tengo esta debilidad por los perdedores en general, una especie de afecto humilde por todos los inadaptados y los vagabundos del mundo.

Playboy, op. cit.

Productores

Hay directores que son completos autores y por lo tanto rechazan revisar el propio argumento, razón por la cual muy a menudo los productores les quitan la película; en cambio, basta fingir aceptar la discusión para que después, cuando se filma, sea el director el que hace lo que quiere con la historia escrita. Yo tengo una gran regla moral en la vida: mantener la palabra dada… ¡excepto con el productor! Porque en este caso mi moral deviene en saber engañar, mentir, robar para no convertirme en víctima. Expreso esta moral en Grupo salvaje en dos líneas que intercambian Holden y Borgnine: «-Ha dado su palabra. / –Lo que importa es a quién se la ha dado».

Cinema 69, op. cit.

Pienso que Grupo salvaje salió en un 94-96 por ciento como yo quería, y este es un promedio muy alto. ¿Qué debería decir de Duelo en la Alta Sierra? No hay más del 78-82 por ciento de lo que hice. Major Dundee es una de las cosas más tristes que me pasaron en la vida. Hacer una película es… no sé…. comienzas a amarla, a considerarla parte de tu propia vida. Y cuando ves que es mutilada y después cortada a pedazos es como perder a un hijo, o algo parecido. Cuando empecé a entender que estaba ocurriendo esto creí que me iba a volver loco. Pero hoy ya he aprendido. No era culpa de Mr. Bresler o de Mr. Francovich, o de quien sea. Era culpa mía por haber aceptado trabajar bajo ciertas cláusulas. Major Dundee era de verdad un bellísimo film, tal vez el mejor que yo haya hecho; en su duración original era más bello que Duelo en la Alta Sierra, pero le cortaron por lo menos cincuenta y cinco minutos. Un error absurdo. Estaba con Jerry Bresler en la moviola y fue una verdadera agonía. Para Jerry, que también es director, todo tiene un significado distinto. No digo que tenga razón o que se haya equivocado. Pero cuando se hace una película con un productor es necesario resignarse a hacer una película juntos; de otra manera es la ruina. Pues bien, en este caso fue mi ruina y también la suya. La película no fue nunca preestrenada, no fue nunca presentada en una sala de proyección. Solamente fue vendida a un grupo de representantes en Nueva York. Eso es todo.

Sight and Sound, volumen 38, n.º 4, otoño de 1969

Revoluciones

Soy un verdadero apasionado de las guerras civiles y de las revoluciones, pero sobre todo porque quiero comprender por qué fracasan, por qué partiendo de ideales nobles terminan a menudo en enormes catástrofes.

Cinema 69. op. cit.

Major Dundee

La filmación de Major Dundee fue una batalla despiadada, pero adoré a los mexicanos que se apasionaron por la película y que -por Dios- tienen carácter, tanto como los actores, todos de gran nivel: L. Q. Jones, Warren Oates, James Coburn y Richard Harris, diligente y serio. Lo encontré en la pieza de un hotel sórdido mientras filmaba El desierto rojo e insultaba a Antonioni, contra el que se batió como un puma. Le hice una nariz nueva y ahora interpreta a un personaje espectacular. Está también Mario Adorf, al que había visto en una película alemana, y que posee una cualidad animal irreemplazable. En seguida la prensa americana me acusó de usar vikingos rubios para hacer de mexicanos. Desafortunadamente, Mario Adorf es negro como el carbón y tiene la misma fuerza de un Warren Oates. Me importa un carajo la nacionalidad. En el futuro quiero trabajar con Toshiro Mifune, un actor colosal.

Positif, op. cit.

Estilo

En estos últimos años se ha hablado mucho del «extrañamiento» brechtiano. Puede ser muy eficaz, pero no para mí. Yo, incluso si elaboro una comedia, trato de que los espectadores se identifiquen con los personajes. Por ejemplo, The Losers, telefilm de una hora que dirigí para The Dick Powell Show, aunque totalmente absurdo, resultó muy emocionante, justamente porque se puede creer en los personajes. Yo estoy por la representación más que por la presentación.

Cahiers du Cinema, op. cit.

Yo no hago documentales. El asedio de Troya, el duelo entre Héctor y Aquiles y todo lo demás es mucho menos interesante para mí que lo que Homero hizo con ellos. Los simples hechos tienden a oscurecer la verdad.

Playboy, op. cit.

Violencia

Fui marine y conocí soldados que vivían para matar; lo que me fascina de esta clase de gente es que siempre llega el momento en el que se agarran entre sí y terminan por autodestruirse. En Grupo salvaje quise mostrar este funcionamiento. ¿Por qué un hombre decide convertirse en militar de carrera o en bandido profesional? Para mí se trata exclusivamente de amor por la violencia, un deseo intenso que supera el de querer tener dinero o mujeres, y que aniquila cualquier otra pasión.

Cinema 69, op. cit

Desde hace un tiempo se escucha hablar de la violencia que hay en Perros de paja y en mis otras películas como si contribuyera a la violencia general de nuestra sociedad. El hecho es que la violencia que está en todos nosotros debe expresarse constructivamente, de otro modo nos destruye… Mira, la antigua estructura de la catarsis era la purificación de las emociones a través de la piedad y el miedo. La gente iba a ver las tragedias de Eurípides, Sófocles y los otros griegos; los actores actuaban y los espectadores vivían la situación con ellos. ¿Qué hay más violento que los dramas de Shakespeare? ¿Y la ópera? ¿Qué hay más sanguinario que una ópera romántica? Toma un argumento cualquiera: hermano mata a hermano para conseguir a su esposa, quien a su vez mata a su padre, y así sucesivamente. ¿Quieres divertirte? Lee las fábulas de los Grimm. Cuando les haces notar esto a los sabiondos de Nueva York, te responden que en esos casos se trata de arte, lo que es pura mierda. Estos dramas, estas óperas, estas historias eran las diversiones populares de sus épocas.

Para hacerles ver verdaderamente la violencia a los espectadores de hoy, es necesario meterlos de cabeza dentro de ella. Todos los días vemos en televisión guerras, hombres que mueren, pero no nos parece real. No nos parece gente verdadera. Estamos anestesiados por los medios de comunicación de masas. La mayor parte de la gente no sabe cómo es el agujero que deja una bala en el cuerpo humano; yo quiero que lo vean. Cuando la gente se queja de mi modo de tratar la violencia lo que dice en la práctica es: “No me la muestren, no quiero saber, y tráiganme otra cerveza de la nevera”. Me parece equivocado -y peligroso- no reconocer la naturaleza animal del hombre.

Esto es de lo que habla Robert Ardrey en sus tres grandes libros: African Genesis, The Territorial Imperative y The Social Contract. Andrey, el único profeta vivo. Hace unos años, mientras filmaba Grupo salvaje, un amigo me trajo African Genesis y me dijo que tenía que leerlo porque el autor había escrito sobre todo lo que yo estaba tratando, que estábamos sobre la misma pista. Así, cuando terminé de filmar lo leí y pensé: he aquí alguien que conoce un par de cosas asquerosas sobre nosotros.

Playboy, op. cit.

Quiero la cabeza de Alfredo García

Lo que fui a buscar a México para Quiero la cabeza de Alfredo García es la vida de hoy, las diferencias espantosas que existen entre aquellos que viven en las grandes ciudades y aquellos que viven en el campo. De un lado, la loca riqueza. Del otro, la miseria atroz. Y en el medio la naturaleza, a veces abstracta, contemplativa -los paisajes de cartón-, y otra veces contaminada, o si se quiere, enriquecida, por esa civilización pintoresca que ha construido la arquitectura colorida e incluso fantástica de Ciudad de México: una Nueva York de la sabana, una Shanghai del dos mil.

He acechado como un sabueso a los peores náufragos de la sociedad, a los desheredados, a los fracasados: para ver, para sentir, para literalmente comerme a México a través de sus ojos; para capturar, a través de sus movimientos, sus reacciones, sus caracteres, el alma de un país que no es tan abierto y conocido como aparece ante el turista. Y para capturar también, mientras tanto, sus marcos más fascinantes: no para hacer folclore de paisaje sino porque así como cada personaje está ahí para darnos una clave de México, cada paisaje sirve a su vez para darnos la clave del personaje, de su hambre, de su sed, de su rabia de vivir, de su miedo… ¿Un paisaje puede explicar a un hombre? Sí, si es mexicano. ¡La sangrienta lucha, por ejemplo, que en cierto momento enfrenta a los buscadores de la cabeza de García con la banda del mismo García! Por si fuera poco, el fondo es el Popocatepetl, todo picos afilados y acantilados cubiertos de nieve. Esa montaña, en México, es un símbolo que encierra todo: el bien, el mal, Dios, el diablo, el hombre, la naturaleza, la historia. Su crueldad es la misma de la gente, su lejanía es la misma de los hombres que no se comunican nunca entre sí, que se hablan solo a distancia, a tiros. ¡Pronuncia el nombre de Popocatepetl frente a un mexicano! Reaccionará como frente a una palabra mágica, que podría significar mala suerte, encantamiento, pero también esperanza, salvación. Es ese clima de retorcidas contradicciones en el que se debate a menudo el corazón mexicano: listo, si es necesario, a pagar con el diablo el encuentro con Dios.

Il tempo, 12 de septiembre de 1974

Western

Hago una película para decir y mostrar algunas cosas que me gustaría entender y ver en las películas de otros. Con Grupo salvaje pensaba -es más, pensábamos todos en el equipo- en hacer algo honesto, en decir, finalmente la verdad sobre esa gente y mostrar de manera precisa cómo se comportaron. Partiendo de esto, está también claro que traté de hacer un comentario sobre lo que pasa hoy en América. Pienso que el western es un género riquísimo porque permite afrontar decenas de problemas que lo trascienden, problemas que sería difícil tratar en un cuadro contemporáneo. Y, salvo por alguna escena puntual, creo que ninguna de mis películas es un western canónico. Yo hago westerns que reflexionan sobre algo más, que hacen un cierto número de preguntas que América y el mundo en general deben enfrentar hoy. Mis películas reflejan la mala conciencia de América.

Cinema 69, op. cit.

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Todos estas citas están reuniadas por Valerio Caprara en su libro Sam Peckinpah, Il Castoro, Milán, 1995.


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